Ana Frank, desafíos frente a la violencia
A pocos días de una nueva conmemoración de su natalicio, el 12 de junio se cumplen 86 años, somos interpelados a reflexionar acerca del impacto que su Diario, escrito entre sus 13 y 15 años, escondida del asedio del nazismo, sigue provocando en adolescentes y adultos.
Ana Frank fue una niña víctima del nazismo, su historia nos remite al millón y medio de niños judíos asesinados, y a los tantos opositores, testigos de Jehova, afrodescendientes, discapacitados, homosexuales, gitanos y otros, víctimas de esa barbarie.
Ana y otras siete personas pudieron permanecer escondidas durante más de dos años gracias a que existieron protectores, personas que asumieron el alto riesgo de esconderlos y ayudarlos, de proveerles los elementos para su subsistencia. Son ellos Miep y Jan Gies, Víctor Kugler,Johannes Kleiman, Bep y Johannes Hendrik Voskuijl. El Diario existe porque Ana lo escribió y porque estas 6 personas lo hicieron posible. De ellos hay que aprender para abordar los desafíos frente a la violencia.
Si permaneció viva, ha sido gracias a los protectores, y si finalmente muere es porque alguien denunció su escondite y provocó que fuera enviada a los campos de concentración.
La violencia, en sus grados extremos como en el nazismo o en las experiencias más cercanas como la dictadura y también las cotidianas nos obligan a pensar en cuatro roles, la víctima, el agresor o victimario, el protector y el observador pasivo.
Resulta claro a que nos referimos con víctima y con victimario, pero acerca del protector y sus implicancias es algo más complejo, siempre incluye una dosis de riesgo, es una actitud ética, responde a una particular sensibilidad por el dolor del otro, asumir responsabilidad ante el acto de violencia significa asumir que el acto nos implica, no nos es ajeno, es una manera de instalarse en la vida.
No se trata de conductas heroicas, sino muchas veces pequeños actos que frenan o desarticulan situaciones de violencia.
El observador pasivo, el cuarto rol, es su contracara, el que mira para otro lado, el que ha visto y sabe lo que sucede, pero se hace el que no ha visto nada y no sabe, es un cómplice de la violencia. Su pasividad habilita el acto, lo convalida.
No hay genocidio ni crimen de lesa humanidad sin la pasividad ( por pánico o por adhesión) de la inmensa masa poblacional, así ocurrió en el holocausto, también en nuestras dictaduras y sucede en los actos más cercanos , individuales, cotidianos. Desde una posición ética, "quien presencia un crimen en silencio, lo comete".
El Centro Ana Frank Argentina es un espacio educativo, que portando su legado desarrolla actividades en su Museo interactivo en la Ciudad de Buenos Aires y con sus muestras y proyectos itinerantes a lo largo y ancho del país. Promueve la reflexión comprometida acerca de la memoria e invita a asumir compromisos activos frente a los hechos de violencia tanto en su dimensión macro como en la vida cotidiana. Una sucesión de salas y experiencias de alta participación, innovadoras provocan vivencias que serán inolvidables.
Como evento conmemorativo, el domingo 14 de junio de 14 a 20 hs organizamos el Museo abierto , una oportunidad para compartir en familia con entrada libre y gratuita. Teatro, conferencias, testimonios, talleres,todo coordinado por jóvenes guías.
Desafiar la violencia es empoderar a las víctimas para que desarrollen capacidades que les permitan no ser pasivos, saber a quien recurrir, conocer sus derechos saber defenderse.
Frente a las víctimas, es generar conciencia acerca del daño que provocan, de cuanto lastiman, del dolor que producen, muchas veces la toma de conciencia contribuye a salir de su rol, siempre la violencia debe ser denunciada, sancionada, por pequeña que sea.
Acerca del protector, todo el reconocimiento, toda la valoración,han sido y son los protagonistas de las resistencias. Finalmente el desafío principal es promover que cada observador pasivo, descubra el peso de su complicidad y devenga en protector.
La historia nos demuestra que los genocidas han desplegado enormes estrategias orientadas a pasivizar, paralizar a la población, en convertirlos en observadores pasivos, es útil investigar las acciones propagandísticas, junto a escenas de violencia públicas.
Los desafíos frente a la violencia, es su opuesto, empoderar a los pasivos para que habiten el rol de protectores y la historia de Ana Frank es de gran ayuda para cumplir este objetivo.
Ana Frank fue una niña víctima del nazismo, su historia nos remite al millón y medio de niños judíos asesinados, y a los tantos opositores, testigos de Jehova, afrodescendientes, discapacitados, homosexuales, gitanos y otros, víctimas de esa barbarie.
Ana y otras siete personas pudieron permanecer escondidas durante más de dos años gracias a que existieron protectores, personas que asumieron el alto riesgo de esconderlos y ayudarlos, de proveerles los elementos para su subsistencia. Son ellos Miep y Jan Gies, Víctor Kugler,Johannes Kleiman, Bep y Johannes Hendrik Voskuijl. El Diario existe porque Ana lo escribió y porque estas 6 personas lo hicieron posible. De ellos hay que aprender para abordar los desafíos frente a la violencia.
Si permaneció viva, ha sido gracias a los protectores, y si finalmente muere es porque alguien denunció su escondite y provocó que fuera enviada a los campos de concentración.
La violencia, en sus grados extremos como en el nazismo o en las experiencias más cercanas como la dictadura y también las cotidianas nos obligan a pensar en cuatro roles, la víctima, el agresor o victimario, el protector y el observador pasivo.
Resulta claro a que nos referimos con víctima y con victimario, pero acerca del protector y sus implicancias es algo más complejo, siempre incluye una dosis de riesgo, es una actitud ética, responde a una particular sensibilidad por el dolor del otro, asumir responsabilidad ante el acto de violencia significa asumir que el acto nos implica, no nos es ajeno, es una manera de instalarse en la vida.
No se trata de conductas heroicas, sino muchas veces pequeños actos que frenan o desarticulan situaciones de violencia.
El observador pasivo, el cuarto rol, es su contracara, el que mira para otro lado, el que ha visto y sabe lo que sucede, pero se hace el que no ha visto nada y no sabe, es un cómplice de la violencia. Su pasividad habilita el acto, lo convalida.
No hay genocidio ni crimen de lesa humanidad sin la pasividad ( por pánico o por adhesión) de la inmensa masa poblacional, así ocurrió en el holocausto, también en nuestras dictaduras y sucede en los actos más cercanos , individuales, cotidianos. Desde una posición ética, "quien presencia un crimen en silencio, lo comete".
El Centro Ana Frank Argentina es un espacio educativo, que portando su legado desarrolla actividades en su Museo interactivo en la Ciudad de Buenos Aires y con sus muestras y proyectos itinerantes a lo largo y ancho del país. Promueve la reflexión comprometida acerca de la memoria e invita a asumir compromisos activos frente a los hechos de violencia tanto en su dimensión macro como en la vida cotidiana. Una sucesión de salas y experiencias de alta participación, innovadoras provocan vivencias que serán inolvidables.
Como evento conmemorativo, el domingo 14 de junio de 14 a 20 hs organizamos el Museo abierto , una oportunidad para compartir en familia con entrada libre y gratuita. Teatro, conferencias, testimonios, talleres,todo coordinado por jóvenes guías.
Desafiar la violencia es empoderar a las víctimas para que desarrollen capacidades que les permitan no ser pasivos, saber a quien recurrir, conocer sus derechos saber defenderse.
Frente a las víctimas, es generar conciencia acerca del daño que provocan, de cuanto lastiman, del dolor que producen, muchas veces la toma de conciencia contribuye a salir de su rol, siempre la violencia debe ser denunciada, sancionada, por pequeña que sea.
Acerca del protector, todo el reconocimiento, toda la valoración,han sido y son los protagonistas de las resistencias. Finalmente el desafío principal es promover que cada observador pasivo, descubra el peso de su complicidad y devenga en protector.
La historia nos demuestra que los genocidas han desplegado enormes estrategias orientadas a pasivizar, paralizar a la población, en convertirlos en observadores pasivos, es útil investigar las acciones propagandísticas, junto a escenas de violencia públicas.
Los desafíos frente a la violencia, es su opuesto, empoderar a los pasivos para que habiten el rol de protectores y la historia de Ana Frank es de gran ayuda para cumplir este objetivo.
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