A 10 años de la crisis subprime: la teoría austríaca y el crack bursátil que viene
Pasó una década de la crisis más profunda que vivieron Estados Unidos y el mundo después de 1930 y numerosos economistas sostienen que la escasa regulación de los mercados financieros ha sido la causa de la crisis global. Pero, según la teoría austríaca del ciclo de negocios, el verdadero motivo es exactamente el opuesto.
Entre 2001 y 2002, la burbuja bursátil formada en torno a las compañías tecnológicas se desinfló.
El titular de la Reserva Federal (Fed), Alan Greenspan, pretendió evitar (o, mejor dicho, posponer) la recesión recortando sucesivamente las tasas de interés desde el seis por ciento en 2002 hasta el uno por ciento en 2004 (una tasa que llegó a ser negativa en términos reales).
Esta expansión monetaria y crediticia permitió, al menos momentáneamente, abandonar las expectativas de estancamiento.
Ahora bien, la serie de eventos ocurridos como consecuencia de aquellas decisiones fueron descriptos, en 1912, por el economista Ludwig Von Mises en la conocida “teoría austríaca del ciclo económico y profundizada, en la década del ’30, por Friedrich A. von Hayek.
La etapa de auge del ciclo de negociosSegún la teoría austríaca del ciclo de negocios, a una política monetaria expansiva le sigue una primera etapa de crecimiento económico y grandes beneficios empresariales.
La reducción de tasas entre 2002 y 2004 fue puramente artificial porque no respondía a un mayor ahorro de la economía estadounidense sino a una expansión crediticia de la Reserva Federal.
Gracias a estas tasas, muchas firmas pudieron emprender proyectos de inversión que, en condiciones normales, habrían resultado inviables.
Debido a una legislación favorable para el sector inmobiliario, este rubro concentró la mayor parte de las inversiones. Se formó así lo que conocemos como “burbuja hipotecaria .
Millones de personas aprovecharon la situación para comprar viviendas. El aumento de la demanda impulsó la construcción residencial (en Estados Unidos, se construyeron más de 4,6 millones de nuevos hogares entre 2003 y 2006) y fuertes alzas de precios de las ya existentes (el incremento alcanzó el 40 por ciento, entre 2002 y 2006).
Con el tiempo, parte de la expansión crediticia se volcó a otros sectores. La burbuja dejó de ser puramente hipotecaria para convertirse también en bursátil. Entre 2003 y 2006, el Dow Jones creció, sin considerar los dividendos, un 45 por ciento.
Como predice la teoría austríaca, en la fase previa a la actual crisis, los extraordinarios beneficios se manifestaron en las grandes alzas de Wall Street y en las ganancias de compañías constructoras como Meritage Homes, Cetex Corporation, Lennar Corporation y DR Horton Inc.
La insustentabilidad de la expansión monetariaEn su “Teoría del Dinero y del Crédito de 1912, Von Mises advertía: “llegará un momento en que ya no será posible seguir aumentando la circulación de medios fiduciarios. Entonces, se producirá la catástrofe, con las peores consecuencias, y la reacción contra la tendencia alcista del mercado será tanto más fuerte cuanto más largo haya sido el período durante el cual el tipo de interés de los préstamos estuvo por debajo del tipo natural de interés y cuanto mayor haya sido el alargamiento de los procesos indirectos de producción no justificados por la situación del mercado de capital .
Durante la etapa de expansión, debido a la política de “dinero fácil de la Fed, numerosos bancos otorgaron créditos a tasas bajas sin analizar correctamente el riesgo crediticio.
Pero, en 2004, en un discurso ante el Congreso de los Estados Unidos, Alan Greenspan manifestó la necesidad de elevar la tasa de interés para prevenir los primeros síntomas de inflación y desalentar la toma de nuevas hipotecas para la compra de viviendas. Así, en poco tiempo, la tasa de referencia trepó del 1 hasta el 5,25 por ciento.
La contracción del crédito no sólo redujo la demanda de propiedades y sus precios sino que también elevó las cuotas de aquellos que habían comprado sus viviendas a tasa variable.
Los bancos comenzaron a experimentar grandes aumentos en la morosidad y los efectos se extendieron al mercado bursátil, manifestándose, desde principios de 2007, en las caídas de bolsas de todo el mundo.
Las instituciones financieras, incapaces de recuperar el valor de los créditos otorgados, salieron a liquidar activos financieros, agravando el derrumbe de los precios.
De la crisis financiera a la crisis económicaSegún la teoría austríaca, las crisis económicas no son únicamente un efecto financiero o de “bolsas , sino que el efecto es real (no neutral) incluso en el largo plazo.
Como hemos visto, durante la fase de expansión, las tasas artificialmente bajas han generado un sesgo hacia inversiones de un plazo mayor al conveniente, dada la tasa natural de mercado. Si esto se mantiene por varios años, los errores de inversión comienzan a acumularse.
Desde 2004, cuando la Fed contrae la oferta monetaria, muchos proyectos, que quizás aún no han sido completados, dejan de ser rentables. Y los recursos que ya se han invertido en ellos no pueden utilizarse en otros proyectos.
Aquel empresario que había proyectado un astillero no puede transformarlo en una fábrica de autos. Prácticamente toda la inversión ha sido perdida.
En pocas palabras, no sólo se ha invertido mal, sino que se ha retrocedido. Es decir, se ha “destruido capital en términos económicos.
En este contexto, muchas empresas reducen sus actividades y despiden trabajadores. Así es como la tasa de desempleo en los Estados Unidos ya ha alcanzado el récord de los últimos diez años.
La respuesta a la crisisEn este contexto, la Fed se enfrentaba nuevamente a la misma decisión de Greenspan en 2002. Es decir, reducir artificialmente las tasas de interés y generar un nuevo auge económico insostenible, o permitir que las altas tasas de interés alienten el ahorro y con ello se genere un proceso genuino de desarrollo económico.
Ben Bernanke y sus dos seguidores optaron por el mismo camino de siempre, bajando las tasas a cero entre 2008 y 2016 y elevándolas gradualmente en los últimos dos años. Si aprendemos la lección, no deberá sorprendernos la nueva crisis bursátil que sobrevendrá en los próximos años, una vez que las tasas de interés reviertan el ciclo.