

La dificultad de recuperación de la economía y la inflación más alta en los primeros meses de este año comienzan a afectar al mercado de trabajo de forma más pronunciada, y ayudan a explicar el ritmo más lento del consumo en Brasil.
Entre enero y abril de este año, la masa salarial real avanzó 3,4% en relación a igual período del año pasado, la suba más baja en esta comparación desde el primer cuatrimestre de 2004, cuando ese indicador retrocedió 2,2%, en función del fuerte esfuerzo fiscal realizado en 2003.
El aumento de la masa salarial registrado en los primeros meses de este año fue resultado de la combinación de la variación de 1,6% del nivel de empleo con el aumento de 1,7% de la renta real (descontada la inflación).
El año pasado, cuando la suba fue de 6,7% entre enero y abril, el avance de la población ocupada fue ligeramente mayor, de 1,8%, mientras el rendimiento subió mucho más, 4,7%.
El economista Rafael Bacciotti, de Tendencias Consultora, realizó el relevamiento en base al Sondeo Mensual de Empleo (PME), a pedido de Valor.
Según economistas, la desaceleración de la masa salarial es resultado del menor aumento de la generación de empleos formales, lo que está limitando el poder de negociación de los trabajadores por reajustes más fuertes. Al mismo tiempo, la inflación alta en los primeros meses de este año disminuyó más las ganancias salariales.
El reajuste más bajo del salario mínimo este año, de 2,7% en términos reales, ante 7,5% en 2012, es secundario para entender el comportamiento de esa variable.
De acuerdo con Bacciotti, el resultado de esa dinámica es que el poder de compra de los trabajadores cayó y el consumo de las familias está perdiendo fuerza. Las ventas minoristas restrictas, que no incluyen material de construcción ni automóviles, retrocedieron 0,2% en el primer trimestre, en relación al cuarto trimestre, con el ajuste estacional.
En el Producto Bruto Interno (PBI), el consumo de las familias avanzó 0,1% entre enero y marzo, el crecimiento más bajo desde el tercer trimestre de 2011.
Para Rodrigo de Moura, investigador del Instituto Brasileño de Economía de la Fundación Getulio Vargas (Ibre-FGV), las ganancias de renta real superiores a la productividad en los últimos años bajaron los márgenes de lucro de las empresas, por la dificultad de transferir a los precios esos reajustes, lo que resultó visible en el sector industrial.
Al mismo tiempo, el prolongado período de débil actividad económica está impactando negativamente entre empresarios de otros segmentos de actividad, lo que limita la concesión de reajustes nominales de salarios. En los primeros cuatro meses del año, el salario nominal subió, en promedio, 8%, en relación a igual período de 2012. En la misma base de comparación, esa suba fue de 9,9% el año pasado.
José Marcio Camargo, profesor de la Pontificia Universidad Católica de Rio de Janeiro (PUC-Rio), coincidió en el análisis. A pesar de la estabilidad de la tasa de desempleo desde mediados del año pasado, se está desacelerando la generación de puestos de trabajo, afirmó.
Con el mercado de trabajo más frío, el poder de negociación del trabajador por reajustes salariales disminuyó. Continuamos viendo aumentos salariales, pero la tendencia es decreciente. Ese contexto se agravó por la inflación más alta, dijo Camargo.
La composición de esa suba de precios es particularmente mala para el trabajador, afirmó el profesor de la PUC-Rio, porque se concentró en alimentos, lo que afecta el poder de compra. Hasta abril de este año, el ndice Nacional de Precios al Consumidor Amplio (IPCA) subió 2,5%, mientras los alimentos avanzaron 5,65%.










