Después de ocho años de la elección del primer mandatario de izquierda del país, la presidenta Dilma Rousseff asumió el sábado 1º de enero, con un discurso en el que la palabra clave fue avanzar, que usó cuatro veces en su pronunciamiento al Congreso. En 2003, cuando Luiz Inácio Lula da Silva juró, la palabra que marcó su exposición fue cambio, la que empleó ocho veces y usó otras seis veces el verbo cambiar.

Hace ocho años, Lula era la oposición que llegaba al poder ahora, Dilma fue la candidata de la continuidad y llegó al Palacio del Planalto para cumplir el tercer mandato del PT, dando guiños a la oposición: Una vez más extiendo mi mano a los partidos de oposición y a los sectores de la sociedad que no estuvieron con nosotros en la reciente jornada electoral, dijo al Congreso.

De los ocho gobernadores electos o reelectos por el PSDB en las elecciones de octubre, siete asistieron a la asunción de Dilma. Las ausencias más notorias fueron las de senador por Minas Gerais, Aécio Neves, y la del gobernador Antônio Anastasia. El gobernador de San Pablo, Geraldo Alckmin, asumió por la mañana y a la tarde estaba en Brasilia. Aécio, que siempre condenó la radicalización de la disputa PT-PSDB en San Pablo, hoy es visto como el más fuerte candidato de la oposición para las elecciones de 2014.

Sobre su gobierno, Dilma dijo que siempre será, a un tiempo cambio y continuidad. La presidenta prefirió recurrir a las palabras avanzar o avances, que aparecen seis veces en el texto que leyó en el Congreso, a la de continuidad, que empleó dos veces.

Tal vez haya sido el discurso de asunción más autoral de un presidente de la República. En realidad, casi una compilación de cosas dichas anteriormente, preparada por Dilma y con colaboraciones de los ministros Antonio Palocci (Casa Civil) y Fernando Pimentel (Desarrollo, Industria y Comercio). Dilma dijo que la estabilidad económica es un valor absoluto, prometió calidad en los gastos públicos y dijo que no permitirá el regreso de la inflación, a la que llamó de plaga.

Así como el programa Hambre Cero fue la prioridad de Lula en 2003, Dilma eligió la erradicación de la miseria, hasta el final de la década. La pobreza extrema alcanza al 9% de la población brasileña. Usó siete veces la palabra miseria. Junto con el fin de la pobreza y relacionó al trío de la campaña entre sus prioridades: educación, salud y seguridad.

Prometió mejorar la calidad y aumentar los cupos en la enseñanza infantil y media. Vamos a ayudar decididamente a los municipios a ampliar la oferta de guarderías y pre escolares, prometió. En la enseñanza media, además del aumento de la inversión pública, vamos a extender la exitosa experiencia del Prouni para la enseñanza media técnica. En lo que se refiere a la salud, prometió poner las mano en un avispero que desde los gobiernos tucanos (PSDB) los presidentes han tratado tangencialmente. Vamos a establecer convenios con el sector privado en el área de salud, asegurando la reciprocidad cuando se haga uso de los servicios del SUS, dijo Dilma.

Mientras Lula, en 2003, usó la palabra seguridad más veces en relación al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, sólo una de cinco veces Dilma usó la expresión en ese sentido. La presidenta se detuvo en el ejemplo de Río de Janeiro, que mostró como es importante, en la solución de los conflictos, la acción coordinada de las fuerzas de seguridad de los tres niveles de gobierno, incluyendo - cuando sea necesario - la participación decisiva de las FFAA.

El discurso de Dilma fue tímido cuando se refirió a la reforma política, que en su campaña electoral llegó a ser anunciada como prioritaria.

Una reforma tributaria también parece lejos de los planes. Es impostergable la implementación de un conjunto de medidas que modernice el sistema tributario, orientado por el principio de simplificación y racionalidad.

Dilma sorprendió al dar a la cuestión de los aeropuertos una dimensión más allá de la Copa del Mundo de 2014 y de las Olimpíadas de 2016. Es preciso mejorar y ampliar nuestros aeropuertos para la Copa y las Olimpíadas, dijo la presidenta. Pero es aún más necesario mejorarlos para cubrir el creciente uso de este medio de transporte por sectores cada vez más amplios de la población brasileña.

Lula asumió el primer mandato petista en medio de un pico inflacionario, pero recurrió sólo una vez a la palabra. La situación de Dilma, en este aspecto, es más confortable. Ella también mencionó sólo una vez la palabra inflación, pero lo hizo como si el dragón inflacionario fuese una amenaza inmediata. Es con crecimiento, asociado a fuertes programas sociales, que venceremos la desigualdad de renta y del desarrollo regional. Eso significa mantener la estabilidad económica como valor absoluto.

Dilma afirmó que ya forma parte de nuestra cultura reciente la convicción de que la inflación desorganiza la economía y degrada la renta del trabajador. Y remató: No permitiremos, bajo ninguna hipótesis, que esta plaga vuelva a corroer nuestro tejido económico y a castigar las familias más pobres.

La ex guerrillera Dilma Rousseff, presa y torturada en los años de plomo de la dictadura militar, también mandó un recado a los cuarteles: No tengo ningún arrepentimiento, tampoco resentimiento o rencor. O sea, no hay lugar para el revanchismo, aunque se espera es que ella negocie con los comandantes de las fuerzas un esclarecimiento sobre los desaparecidos políticos.