

Un asado. Unas cervezas. Una tarde de estudio. Otra ronda de mate. Cada día, cada noche, los amigos comparten charlas, se divierten, se quejan, se escuchan. Y, otras veces, sueñan. Con romper la rutina. Con cambiar de trabajo. Con empezar de cero. Y así vuelan ideas. Y la pregunta surge: "Che, ¿y si emprendemos juntos?".
Es frecuente que muchas pymes se gesten entre amigos. Compartir tiempo y proyectos on personas de confianza puede ser motivante y positivo. Pero, también, devastador en lo emocional y en lo financiero. Por eso, para resguardar la amistad y el negocio, y derribar el adagio que dice que "nunca es bueno hacer negocios con amigos", hay determinadas reglas que no deben pasarse por alto.
"La amistad se va a poner a prueba. Si, ante un conflicto, deciden que esta predomine sobre el vínculo societario, eventualmente, llegarán a disolver la firma antes que su amistad. Y, si los conflictos no son tratados a tiempo, con los años, seguirán siendo buenos socios, pero ya no amigos", dice Diego Bercovich, consultor en diseño de organizaciones para pymes, y titular de Bercovich y Asociados.
"Una de las pautas es definir el sueldo acorde por el trabajo de cada uno; debe estar adecuado a sus responsabilidades y a lo que se paga en el mercado. Es clave distinguirlo respecto del premio por el capital con el que cada uno ha contribuido", amplía. La confianza entre los socios es un valor indispensable para enfrentar los primeros años de desarrollo. Algo que entre amigos, se cree, está asegurado. "Es una ventaja respecto a otras empresas, pero a esa confianza hay que saber cuidarla. En toda sociedad hay criterios distintos y, cuando está conformada de a dos, es aún más difícil; hay una polarización natural", asegura el especialista.
Para evitar cortocircuitos entre amigos/socios, Bercovich plantea crear un protocolo donde se consignen reglas de convivencia de la empresa: "Un punto complicado, y que es necesario acordar de antemano, es el ingreso de familiares o amigos, que suelen entrar a la empresa por una cuestión de confianza. Pero, si a la larga no cumplen con sus obligaciones, se convierten en un lastre".
En 1998, Gustavo Guaragna, Sergio Candelo, Ramiro González Maciel, Pablo Berro y Sergio Levin, amigos de la facultad, de la vida y de la música, se propusieron hacer algo vinculado a Internet.
La idea inicial fue una red social para organizar salidas, pero, dos años más tarde, terminó en Snoop Consulting, desarrolladora y consultora de software y servicios informáticos que hoy emplea a 130 personas y factura $ 42 millones anuales. La amistad se extendió a todos los niveles, cuentan sus fundadores. "Decidimos sumar amigos a la estructura y el valor de la amistad se impregnó en la cultura de negocios", asegura Guaragna, CEO de la compañía que tiene sedes en La Plata, Capital y Santiago (Chile).
"Que una empresa esté centrada en la confianza agiliza procesos. Es más claro, más sincero. El diálogo es más fluido y se evitan conflictos", remarca. Años después de su fundación, a la sociedad se sumó Mercedes Morera (directora de Pymes), mientras que Levin y Berro siguieron otros caminos. "Preservamos la relación. Algunos eligieron irse y continuamos siendo amigos", indica.
Desde el inicio, los socios se impusieron reglas claras. Se realizó un protocolo y a cada uno se le designó un sueldo. Otra regla: cuando surge un tema espinoso, se habla. "La amistad es una relación humana y tiene sus ciclos y altibajos. Hay que saber marcar los errores. También, es clave no hacer diferencias con el resto de los empleados", agrega. De la secundaria a la empresa Si bien la historia de la firma de cosméticos Thelma&Louis dice tener su origen hace 15 años, no fue por comienzos de siglo cuando en verdad comenzó a dar sus primeros pasos. Su génesis es más lejano, cuando Sandra Szulmajster y Thelma Kahan se conocieron en el secundario. Las vueltas de la vida las alejaron muchos kilómetros y, años más tarde, en uno de sus reencuentros, se dieron cuenta de que podían emprender juntas. "Thelma estaba trabajando con toallas higiénicas para bebés y le pregunté si se animaba a hacer perfumes para las marcas de ropa. Yo tenía un negocio de indumentaria infantil y conocía gente de ese ambiente. Al tiempo, éramos socias", cuenta Szulmajster. Los primeros años trabajaron para terceros. Después armaron Thelma&Louis que, además de producir y comercializar cosméticos, abastece de productos a marcas del rubro y a firmas de indumentaria. "Somos como hermanas. Cuando discutimos, dejamos que el clima se enfríe y al día siguiente lo hablamos".
La firma factura $ 20 millones al año, comercializa más de 50 productos y tiene 23 empleados. Kahan se ocupa de Producción y Ventas, mientras que Szulmajster está al mando de Diseño de, Administración y Logística. Otra regla concreta desde el primer día: que sus maridos no se inserten en la empresa ni que influyan en las decisiones. Los hijos, por ahora, también están lejos de incorporarse.
Después de 30 años, la amistad sigue encendida. "Tenemos amigos en común y compartimos otras actividades", remarca. Estilo definido En 1994, Horacio Cabrera abrió una peluquería. Y Oscar Fernández fue uno de sus primeros empleados. Entre tijeretazos formaron una fuerte amistad y, tiempo después, se sociaron. Desde ese día, decidieron darle una vuelta al negocio. Y nació Roho, un salón que supo ser parada obligatoria en los 90 de referentes del rock, como Gustavo Cerati, los Babasónicos y los Illya Kuryaki.
Roho tiene dos sucursales en Capital y emplea a 30 personas. "Somos muy amigos, pero también vemos diferente el negocio: yo todo el tiempo pienso en el futuro, en generar nuevas cosas; él, en cambio, es más conservador. Si pasaron 21 años y todavía seguimos acá, quiere decir que esto funciona", asegura Fernández.
En Roho casi no hay reglas, contratos, ni protocolos. "Hay acuerdos tácitos. Nos basamos en el respeto", resume Fernández. Los roles están bien definidos. El primero es el Director Creativo, se dedica a la imagen del negocio y a atender a las celebridades; Cabrera está en la parte administrativa y al trato con los empleados. Ambos siguen haciendo lo que más saben: cortar el pelo. Para pasar por sus manos los clientes tienen que abonar $ 420. Con el resto del personal: $ 260.
En Roho, el espíritu emprendedor sigue latente. "Buscamos innovar. Queremos expandirnos a otras grandes ciudades del país e incluso en América latina", cierra el estilista.
Otro caso es el de los fundadores de Wanna. Cansados de hacer malabares para organizar partidos de fútbol y cumpleaños, Juan Gabriel Hernández y Juan Cruz Rabbat, que forjaron su amistad en la Universidad Siglo 21, crearon Wanna, una red social que, desde agosto, cuando se pueda descargar de las plataformas móviles, buscará facilitar a los usuarios la organización de actividades de modo simple y rápido.
El proyecto fue premiado por el nuevo Centro de Emprendimiento e Innovación de la Universidad Siglo 21, siendo elegido como uno de los mejores cinco de la institución. Quedarse con el galardón no fue sencillo. Los jóvenes estudiantes de Admiistración de Empresas debieron acomodarse a la situación de emprender entre amigos. Aunque aseguran que esa parte fue la más fácil. Y, por momentos, divertida. "Emprender juntos fue sencillo porque el objetivo es el mismo: hacer algo grande", remarca Hernández.
Para que la red social salga a la luz, los jóvenes invirtieron $ 20.000 y, hoy, están en la búsqueda de un capital semilla por u$s 20.000, que planean recuperar en 18 meses. También se pusieron un objetivo de descargas: "Estimamos 100.000 en un plazo de 12 meses", aclaran. Si bien la sociedad está dando sus primeros pasos, los jóvenes reconocen que la comprensión y el cordial trabajo en equipo son clave.
Por otra parte, Gisela Becchio y Paz Yarussi son comunicadoras sociales. Se hicieron amigas trabajando en una firma de publicidad. En 2012, se reencontraron con un mismo objetivo: emprender. Ese año, nació Regia, una marca que comercializa carteras de cuero de diseño y otros accesorios, y luego, casi por accidente, en marzo pasado, surgió Espacio Martínez, un lugar para desarrollar, combinar y ofrecer diferentes actividades para un público definido: los emprendedores y las marcas emergentes.
"Fantaseábamos con trabajar en algo que nos identificara. Así surgió Regia Carteras. Empezamos a diseñar y ahora acá estamos: felices", cuenta Yarussi.
Con la idea de ampliar su showroom, las socias llegaron a un PH de tres plantas en el barrio de Colegiales que, meses después, se convirtió en Espacio Martínez. "Uno vino a complementar el otro", resume Gisela Becchio, que asegura que la confianza, es el motor de ambos emprendimientos. "Cada una tiene su estilo, pero nos enfocamos en productos que nos complementen". Yarussi agrega: "Nos decimos todo lo necesario, tratamos de que nada que picando. Siempre priorizamos la amistad", admiten.














