

La 158ª. reunión de la Comisión Permanente del Episcopado argentino comienza hoy en Buenos Aires. Será el primer encuentro de esta clase en lo que va del año y su principal cometido consistirá en preparar el temario de la próxima Asamblea Plenaria de obispos de todo el país, prevista para la segunda semana de mayo venidero.
Habitualmente las deliberaciones de la Permanente tienen una importancia relativa de puertas hacia fuera del ámbito eclesiástico. De estas reuniones participan los miembros de la Comisión Ejecutiva -presidente Jorge Bergoglio, vicepresidentes Villalba y Arancedo, secretario general Eguía Seguí-, los titulares de las comisiones episcopales más relevantes, los obispos delegados de las regiones pastorales y el nuncio -representante del Papa en el país-, arzobispo Adriano Bernardini. Suele anunciarse oficialmente que en los dos días de encuentro los asistentes tratan cuestiones pastorales y organizativas de la vida de la Iglesia en la Argentina, y esta oportunidad no fue una excepción.
Sin embargo, los observadores de la realidad eclesial creen posible que desde la Comisión Ejecutiva se brinde un informe sobre el viaje que sus cuatro integrantes hicieron un mes atrás a Roma, donde se pusieron en contacto con diversos estamentos de conducción de la santa Sede y fueron recibidos en audiencia por el Papa Benedicto XVI.
La gira cobró trascendencia porque extraoficialmente se dijo que Bergoglio y sus acompañantes buscaban mejorar la comunicación con el Vaticano y evitar interferencias al parecer interesadas en que ese vínculo no sea el conveniente, supuestamente a cargo de algunos dignatarios no adscriptos a la línea doctrinal impulsada desde lo más alto de la Conferencia Episcopal local.
El festival de trascendidos sin fuente abarcó incluso hasta al propio Bernardini, porque -se dice- en ambientes eclesiásticos locales se quejan de que a Roma llegan quejas contra el modo presuntamente tibio con que el Episcopado local actuó frente a decisiones de las autoridades públicas que van contra expresas enseñanzas de la Iglesia.
La preparación de la agenda de la Plenaria de mayo también tiene condicionamientos particulares, entre otras razones porque será la última asamblea anterior a las elecciones presidenciales de fines de octubre. En la esfera de lo estrictamente socioeconómico las opiniones de los obispos no son idénticas, y esos matices exigen ser tenidos en cuenta en cualquier eventual pronunciamiento colectivo.










