La economía argentina ha crecido durante los últimos 10 años a una tasa promedio anual de 6% aproximadamente. De acuerdo a la teoría moderna de crecimiento, las fuentes primarias del progreso económico son la inversión en capital físico y en capital humano, la innovación tecnológica y los aumentos de la productividad. A lo largo de la historia argentina, la acumulación de capital físico ha tenido vaivenes. Sin embargo, en este período la tasa de inversión bruta aumentó de forma significativa y alcanzó un máximo para los últimos 30 años en 2011, de 24,5% del PBI a precios constantes de 1993. Pero, aunque creció sustancialmente, la evidencia empírica sugiere que se requieren niveles de inversión más elevados para continuar con el crecimiento.

En la última década, la inversión en la Argentina acumuló una suba de 10,4% promedio por año. La tasa de inversión a pesos constantes pasó desde un piso de 11,3% del PBI en 2002 hasta un máximo de 24,5% en 2011. Comparando con la región, ésta tasa resulta similar o superior a la registrada en la mayoría de los países de América Latina; excepción de Chile con un estimado en 2011 de 30,7% del PBI. La tasa de inversión en México fue de 21,9%, en Uruguay 19,2%, en Brasil 18,9%. Por lo tanto, el crecimiento de la inversión en Argentina en los últimos años resulta importante tanto desde una perspectiva histórica como en relación a otros países de la región.

Este nivel es relevante para el crecimiento pero también lo es su composición, su asignación. Por ejemplo, la economía de EE.UU. que históricamente registra tasas de inversión inferiores al de otras economías desarrolladas, parecería tener una mejor asignación de la misma en base a su performance de crecimiento de largo plazo. Sin embargo, durante el período previo a la crisis de 2008 una parte sustancial de la inversión tomó la forma de construcción residencial, lo que puede haber desplazado otras formas de inversión y ejercido un efecto negativo sobre la economía.

A partir de 2006 los datos desagregados de inversión se discontinuaron para algunas clasificaciones, sin embargo, hasta ese año aproximadamente el 90% de la inversión total era explicado por la inversión privada mientras que el 10% restante era inversión pública. A su vez, del total invertido en 2011, la mitad se explica por inversión en construcción y la otra mitad en equipo durable. A modo de comparación, en los Estados Unidos la inversión en equipos representa el 64% del total. Dentro del rubro de equipo durable, un 33% corresponde a equipo durable nacional mientras que el 67% restante es importado. Este último componente explica gran parte del fuerte crecimiento evidenciado en la inversión en Argentina, pasando de representar 28% del total de inversión en equipo durable en 2002 a hacerlo en 67% en 2011. Si bien la inversión residencial puede plantear algún interrogante basado en la experiencia de EE.UU., el aumento de la inversión en plantas y equipos contribuye al aumento de la productividad.

Una de las preguntas que surge es si el nivel de la tasa de inversión actual alcanza para continuar con las tasas de crecimiento. Una manera de contestar es analizar lo que sucedió con economías que tuvieron procesos de crecimiento sostenido prolongados. En un trabajo publicado en el año 1995, el economista Alwyn Young analiza la experiencia de crecimiento de los tigres asiáticos (Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán) durante el período 1966-1990, con tasas promedio de crecimiento en el ingreso per cápita entre 6% y 7% anual.

En contraste con la hipótesis predominante en ese entonces que hablaba de un milagro asiático basado en un extraordinario crecimiento de la productividad en el sector exportador manufacturero, Alwyn Young muestra en su trabajo que la acumulación de factores de la producción (trabajo, educación y capital) jugó un rol fundamental en el proceso de crecimiento de posguerra en estas economías. En particular, la tasa de inversión se mantuvo en niveles superiores al 30% del PBI durante un período prolongado, con Singapur alcanzando tasas superiores al 40% de su PBI. Mientras que el gran desarrollo del sector exportador manufacturero se debió fundamentalmente a una gran transferencia de trabajo intersectorial hacia este sector.

La inversión en la Argentina registró grandes aumentos durante la última década, promoviendo el crecimiento económico. La evidencia empírica sugiere que para continuar con el proceso de crecimiento, el desafío para la economía argentina es continuar con la acumulación de capital pero a tasas más elevadas. Otro elemento importante que destaca la teoría y que se sostiene en los datos, es el rol de la acumulación de capital humano en la determinación del crecimiento, mediante el aumento en el conocimiento y de los estándares de educación.