Uno de los aspectos más relevantes de la economía mundial de la próxima década se vislumbra en el auge de la clase media global. Este segmento podría alcanzar los 2.000 millones de personas alrededor del año 2021, con una capacidad de compra estimada en u$s 5.6 billones. India y China aportarán las tres cuartas partes de ese crecimiento y este último podría convertirse en un país de clase media tan pronto como en 2022.

¿Cómo ubicamos a las clases medias latinoamericanas en ese contexto? Algunos estudios recientes de la CEPAL y la OECD tratan de responder esta pregunta.

De acuerdo con el primero, los hogares de clase media en diez países latinoamericanos que concentran el 80% de su población aumentaron en 56 millones entre 1990 y 2007. Brasil aportó 12 millones de hogares (22%), Chile 1,1 millones y Argentina medio millón. En términos absolutos son buenos resultados.

El segundo estudio, sin embargo, los pone en perspectiva. Según la metodología utilizada sólo tres países latinoamericanos, Uruguay, México y Chile, ubican alrededor del 50% de su población en los sectores medios. Argentina aparece octava con un sector medio ligeramente por encima del 40%.

Hemos hecho progresos, pero nos queda mucho por hacer para jugar en las grandes ligas.

Los progresos residen en el crecimiento de la economía regional estimulado en buena medida por la demanda de commodities asiática. Según CEPAL el efecto China habría alcanzado entre 2002 y 2008 unos u$s 56 billones. Ecuador, Venezuela, México, Argentina y Brasil habrían recibido ganancias de entre 7% y 20%.

Expertos identifican los factores próximos que explican la disminución de la desigualdad en Argentina, Brasil, México y Perú, a saber: 1) disminución de la diferencia salarial en favor de los trabajadores más calificados; 2) transferencias de dinero a través de programas gubernamentales; 3) aumento del número de trabajadores adultos por hogar y 4) aumento de años de escolaridad promedio en los hogares más pobres.

Entre ellos resalta el rol estratégico de la educación. Los años de escolaridad no sólo deberán aumentar en promedio sino que deberán ser de mayor calidad. Para competir en la nueva economía, el complejo industrial empresario necesitará más tecnología y eso desplazará la demanda de empleo hacia sectores más especializados.

No es otra la estrategia seguida por los países asiáticos. Los nuevos motores de la economía mundial progresan económica y socialmente a pesar de su escasez relativa de recursos naturales y energéticos y no gracias a ellos. Es precisamente la demanda generada por sus crecientes clases medias la que nos permite sostener y promover a las nuestras.

La calidad de la educación Argentina ha estado en tela de juicio. La Unesco ha reportado que hemos descendido del segundo al sexto lugar del ranking regional en materia de rendimiento en las evaluaciones de calidad educativa - para estudiantes de nivel primario -efectuados entre 1997 y 2006

Los resultados del prestigioso test PISA 2009 de la OECD reportan que Argentina ocupó el lugar 58 en comprensión de textos, detrás de otros países de la región como Chile (44), Uruguay (47), México (48), Colombia (52) y Brasil (53).

Esto nos pone frente a la urgencia de elevar la calidad de la educación de nuestro país. ¿Podríamos establecer un sistema de incentivos para las escuelas públicas que mejoren su desempeño, por ejemplo?

México puso en marcha la Alianza por la Calidad de la Educación que cuenta con un Programa de Estímulos a la Calidad Docente desde 2008. Chile organizó un Sistema Nacional de Evaluación del Desempeño otorgando un incentivo grupal a las escuelas con mejor desempeño escolar, medido a través de los resultados obtenidos por los alumnos, asignado al 25% de la matrícula docente: 90% del bono se distribuye entre los maestros de las escuelas que calificaron para recibirlo y el restante 10% se destina a incentivos especiales para los docentes destacados. Esquemas similares existen en Estados Unidos, Alemania, Francia, Inglaterra y la India.

Ninguna medida aislada bastará por si sola para enfrentar un desafío tan complejo como el de mejorar la calidad educativa pero discutir nuevas ideas es siempre un camino estimulante.