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Luis Pagani, el heredero que convirtió a Arcor en una multinacional

Luis Pagani asumió la presidencia de Arcor antes de lo previsto, por el fallecimiento de su padre, Fulvio. En los '90, supo que tenía que ser pez grande y comer para no ser comido. Socio fundador y primer presidente de AEA, se concentró en donde era más audaz: su grupo

Agarraba el diario, bien temprano. Leía la tapa, hojeaba rápido las páginas con noticias políticas y económicas, algún paso por deportes -sobre todo, si habían jugado River o el Racing cordobés, el de Nueva Italia- y pasaba rápido al final, a los clasificados. Escrutaba, con detalle, los edictos judiciales. Hasta que detectaba una oportunidad: la subasta de alguna máquina, el remate de algún inmueble. No importaba en qué punto perdido del mapa la Argentina fuera: agarraba el auto y, si creía que le servía, iba a conseguirlo.

Luis Alejandro Pagani manejó así Arcor. Con ese espíritu de dueño, más allá de que la empresa estuviese absolutamente profesionalizada y fuese una de las multinacionales más reconocidas de la industria alimenticia global

Siempre, sintió la misión de continuar el legado. Hijo mayor, con todo lo que eso significa en la cultura italiana, desde chico lo formaron para continuar la huella de su padre, Fulvio, quien en 1951 fundó la fábrica de golosinas que convirtió su pueblo en marca: Arcor es acrónimo de "Arroyito, Córdoba".

Luis Pagani deja la presidencia de Arcor, ya hay sucesor y nuevo directorio

Congelamiento de precios, inflación y devaluación, la receta que golpeó al balance de Arcor

Nacido en 1957, Luis fue pupilo en el La Salle de Córdoba Capital, formación salesiana que siempre valoró. Se recibió de contador público en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y, después, hizo posgrados de Marketing en la de Nueva York. Era el cerebro comercial del grupo cuando la fatalidad precipitó los tiempos: el fallecimiento de su padre en un accidente automovilístico. Fue el 29 de diciembre de 1990

Pagani (Luis) tenía 33 años. Todavía no estaba del todo preparado para lucir su traje. Ni él, ni la empresa, que tenía muy marcada la impronta de su fundador, uno de los capitanes de la industria nacional. Tras un interinato de su tío, Hugo D'Alessandro, asumió la presidencia de Arcor en 1993.

La Argentina ya era otra. La desregulación y apertura económica por la que su padre bregó, durante años, desde ese think tank promotor del liberalismo que fue la Fundación Mediterránea, ya era una exitosa realidad. De hecho, Domingo Cavallo -viejo protegido de Fulvio- era el exitoso hacedor del milagro de la convertibilidad

Consciente del nuevo escenario, en el que históricos grupos nacionales de su industria terminaban en manos de titanes globales -Terrabusi vendida a Nabisco; Bagley, a la francesa Danone-, entendió rápido que debía crecer para no ser pez chico; comer para no ser comido

Basada en Arroyito, Córdoba, Arcor es la principal productora de caramelos duros del mundo.

Arcor aprovechó el uno a uno para modernizarse, con incorporación tecnológica; expandirse, adquiriendo marcas -Noel, Águila, Lía-; y, fundamentalmente, proyectarse en el exterior. Bajo su liderazgo, Arcor pasó de ser un gran grupo nacional con presencia en otros países a una multilatina, primero, y, después, una auténtica multinacional: hoy, tiene ingresos anuales de u$s 3000 millones, 34 fábricas en la Argentina, cinco en Brasil, tres en Chile, dos en Perú, una en México y, el año pasado, inauguró su primera planta de golosinas, chocolates y galletas en Angola.

Con 20.000 colaboradores a escala global, elabora 3 millones de kilos de productos por día. Mayor alimenticia de la Argentina, es el primer productor mundial de caramelos duros, el mayor de chocolates de América latina, el principal exportador de golosinas del país, de Chile y de Perú, y el grupo nacional con mayor cantidad de mercados -más de 130- abiertos en el mundo. 

En las últimas tres décadas, además, Arcor amplió categorías. Sumó helados, alimentos y snacks, por sólo mencionar unos pocos. Siguió creciendo en marcas. Compró La Campagnola y se asoció con la francesa Danone en Bagley, joint venture de galletitas que reforzó su portfolio en esa categoría, con etiquetas históricas como Sonrisas, Rex, Saladix, Criollitas, Rumba, Chocolinas, Mellizas, Merengadas y Ópera, entre otras.

Hoy, Arcor también es mucho más que marcas como Bon o Bon -una creación del propio Pagani, inspirada en los Garotos de Brasil-, Butter Toffees, Cofler, Menthoplus o Tofi. También, hizo un culto de la integración vertical, con compañías como Cartocor (packaging) y, más recientemente, Ingrear, la empresa con la que canalizó la compra, en 2021, de los activos regionales de la estadounidense Ingredion, fabricante de glucosa de maíz, entre otros insumos de la industria alimenticia. O, por ejemplo, Mastellone, la principal láctea del país, cuyo más de 48% del capital fue adquiriendo a lo largo de la última década. 

Alguna vez, a Pagani le preguntaron por quiénes -además de su padre- eran sus modelos empresarios. "Pascual Mastellone y el fundador de Danone, Isaac Carasso", respondió. Terminó comprando la empresa de uno y siendo socio de la del otro.

Heredero, también, del predicamento que en la vida pública supo tener Fulvio, Pagani oyó ese llamado. Fue socio fundador y primer presidente de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), entidad nacida al fuego de la crisis de 2001. Arquetipo del empresario nacional moderno, integrado al mundo, lejos del estereotipo que moldeó la Patria Contratista, emergió como la cara -y voz- de un establishment que esbozó un mea culpa por su insuficiente presencia en el colapso político, económico y social que sufrió el país

Paolo Rocca, Luis Pagani, Néstor Kirchner, Roberto Lavagna y Alberto Fernández. Pagani fue socio fundador y primer presidente de AEA, asociación nacida al fuego de la crisis de 2001.

Encarnación de uno de los bandos (alimentos) que animaba -y aún anima- la interna de la Unión Industrial Argentina (UIA), en esa mesa estrechó su relación con el otro (acero), personificado en Paolo Rocca, quien por esos días también se consolidaba como hombre fuerte de Techint, tras el accidente aéreo en el que se malogró su hermano, Agostino (2001). Un histórico enfrentamiento de intereses, que databa de sus padres -Fulvio y Roberto-, no exento de rivalidades entre piamonteses y lombardos.

Hombre de escuchar mucho más de lo que habla, Pagani padeció esa exposición. Más, cuando poco tiempo después -AEA se fundó en abril de 2002-, sobrevino el kirchnerismo, que ya en aquel momento -como ahora- no dudó en usarlo de chivo expiatorio por la inflación. Tiempos incómodos para alguien acostumbrado a caminar con tranquilidad hacia su oficina sobre Maipú, frente a Plaza San Martín, como un laburante más. Siguió aportando tono al Círculo Rojo. Pero ya en otros planos.

Prefirió concentrarse donde mejor rendía su audacia: en los negocios. "Hoy, compito por la billetera de la familia para que la moneda vaya a una golosina y no a una app", identificaba el desafío comercial de los tiempos modernos, en los que hacía valer su experiencia -y conocimiento- del marketing. Corporativamente, la internacionalización de Arcor era su objetivo más reciente. El fábrica propia en Luanda, Angola, una inversión de u$s 45 millones, es la puerta de entrada a una nueva era para el grupo. Una que, en algún momento, tendrá también el corte de cintas de una planta en Asia, como contó Pagani semanas atrás, en la revista Apertura. Tomará esa antorcha su hermano menor, Alfredo, de 58 años, quien hasta hora fue director comercial del grupo y, desde el martes, ejercerá la presidencia. El vice será su otro hermano, Mario. Cecilia, una de las tres hijas de Luis, tendrá una silla en el directorio.

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