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Muchas veces los más grandes hallazgos son producto del azar. Serendipia, es el nombre exacto para estas circunstancias. En la cueva de Tlayócoc, ubicada en la comunidad de Carrizal de Bravo, en Guerrero, un guía local y una espeleóloga dieron con piezas manufacturadas que sugieren un uso ritual asociado con creencias sobre la fertilidad y el inframundo.

El hallazgo corresponde a piezas del periodo Posclásico (950-1521 d.C.) y podrían estar relacionadas con la cultura tlacotepehua. Lo llamativo del caso es que, no fue tan complejo dar con las piezas en sí sino derribar ciertos mitos populares que rodeaban al lugar.

Hallazgo sorprendente: Una cápsula del tiempo inesperada

Durante más de 500 años, la cueva de Tlayócoc no había sido inspeccionada en profundidad. Rodeada de creencias populares, se decía que quienes ingresaban a ella podían "pescar un mal aire", es decir, impregnarse de energía negativa.

Las piezas halladas se encontraron gracias a la curiosidad del guía local Adrián Beltrán Dimas y la espeleóloga rusa Yekaterina Katiya Pavlova, especialista en exploración y cartografía de cuevas.

Entre los objetos hallados encontraron tres brazaletes de concha, un caracol gigante y varios discos de piedra. Para dar con ellos, Pavlova y Beltran Dimas utilizaron la entrada más compleja a la cueva que implica un ascenso entre rocas.

A pesar de la dificultad del ascenso, detectaron un paso río arriba y, tan solo 150 metros más allá llegaron a una zona donde debían sumergirse parcialmente para avanzar. Atravesado ese escollo, el techo de la cueva descendía peligrosamente y allí encontraron los anillos alrededor de las estalagmitas y la concha gigante.

El valor simbólico de las piezas encontradas

El Instituto Nacional de Antropología e Historia recorrió en marzo de este año la cueva y registró oficialmente las piezas. Los arqueólogos junto con la historiadora Guillermina Valente Ramírez, concluyeron que los objetos encontrados podrían estar relacionados con la cultura tlacotepehua, rama de los tepuztecas que habitó la región y se dedicaba al trabajo de los metales.

Entre las piezas halladas se identificaron 3 brazaletes de concha elaborados con Triplofusus giganteus, un caracol Strombus sp. con decoraciones, discos de piedra parecidos a espejos de pirita, un fragmento de madera carbonizada y muestras de sedimento. Todo indicaría que la cueva era utilizada para realizar rituales de fertilidad.

La disposición de los objetos, colocados sobre estalagmitas con forma fálica, y el símbolo xonecuilli asociado al planeta Venus presente en los brazaletes serían prueba de ello. A eso se suma además, un personaje de perfil que podría aludir a Quetzalcóatl o Tlahuizcalpantecuhtli, vinculados con la "estrella de la mañana" y la fertilidad.

"Para las culturas prehispánicas, las cuevas eran lugares sagrados, considerados el útero de la Tierra. Según el mito mesoamericano, Quetzalcóatl extrajo de las entrañas del planeta el maíz y los huesos con que se formó la humanidad", indicaron las fuentes de la investigación.