

Aunque muchas veces se repita, "No hay escuela para padres", no deja de ser incómodo descubrir que estamos equivocando los modos. Cuántas veces como padre has percibido que tu hijo -cualquiera sea su edad- no comprende lo que le dices. Pues bien, la buena noticia es que la psicología te ayuda a crear un vínculo más cercano a través de la comunicación.
La clave es que como papá entiendas que cada etapa en la vida de tu hijo implicará un desafío diferente en términos de comunicación. Pero que, aún así, siempre es posible lograr que tu mensaje llegue de forma efectiva pero cariñosa y cercana también. Descubre cómo hacerlo.
Psicología: Cómo debe ser la comunicación con tu hijo de acuerdo a su edad

En más de una ocasión nos encontramos repitiendo a nuestros hijos frases que nos decían nuestros padres. O quizá, damos por hecho que "deberían entender" aquella expresión que hemos mezclado. Pero lo real es que, las estrategias de crianza han evolucionado y mucho de lo que antes era visto como bueno, hoy no lo es, según advierte la psicología.
El primer paso es que identifiques las necesidades de la comunicación de tu hijo de acuerdo a su edad y que en función de ello, descubras las posibles fallas en las que puedes estar incurriendo. Veamos:
- Comunicación en la primera infancia: Prefiere frases cortas
Aquí muchas veces perdemos de vista que estamos frente a niños pequeños y damos por hecho que lo entienden todo. Y esto, no es así. "Pórtate bien", dices. ¿Pero qué es portarse bien? ¿Qué entiende tu pequeño por eso? Pues, poco. En estos casos, debes
ser claro en el mensaje y utilizar frases cortas y puntuales.
En lugar de decir: "Te estás portando mal", prefiere frases como: "Deja de saltar en ese charco porque puedes resbalar y caer". Otro error frecuente es, en el intento por consolarlos, invalidar lo que sienten. El "no llores por eso", en realidad es una de esas frases que deberíamos evitar pues para tu pequeño que se haya caído su galleta al piso o que no pueda ver más la televisión es un sentimiento real de tristeza, enojo o frustración.
- Niñez y preadolescencia: Deja a un lado los reproches
Aquí debes tener presente que
las comparaciones nunca son buenas.
Por el contrario, lejos de motivarlos a ser como aquel a quien mencionas como ejemplo, funciona como un mensaje de desvalorización. Ten en cuenta también que, así como marcas errores, debes marcar logros.
De hecho, la psicología advierte que los comentarios positivos pueden tener incluso mejor impacto que un regaño. Evita los reproches "listados": acumular críticas no solo no es útil porque licúa el mensaje, sino que puede operar en la misma línea de desvalorización.
- Hijos adolescentes: Escúchalos, no los interrumpas
En la adolescencia, los chicos necesitan entender el por qué detrás de una orden. Para ello, cuestionan. Y aunque uno como padre intente evitarles caídas para preservarlos, ellos necesitan aprender de sus errores también.
En medio de esta comunicación plagada de "ruido", los adultos solemos interrumpir a nuestros hijos cuando hablan. Aquí es cuando la psicología aconseja simplemente escuchar hasta que hayan terminado su relato, sin interrumpir, minimizar o dar sermones.
Toma nota: Consejos para crear vínculos sanos con tus hijos

Si bien partimos de la base de que no existen fórmulas perfectas ni escuelas para padres, sí existen ciertos consejos sencillos que pueden adoptar para mejorar la comunicación con tus hijos de acuerdo con la perspectiva psicológica.
- Escucha sin interrupciones ni interrumpir: Elige un momento del día para hablar sin pantallas de celulares, ni televisores. Escucha de verdad y evita interrumpir aún cuando debas decir algo: hazlo cuando haya terminado de hablar tu hijo.
Sé claro: Tanto para niños pequeños como para adolescentes, la claridad en tus palabras lo es todo. "Pórtate bien", "haz lo correcto" no son mensajes precisos.
Valida sus emociones: Incluso cuando no coincidas, es importante que te pongas en el lugar de tu hijo. "Entiendo por qué te molestaste, ¿Quieres contarme?".
No etiquetes: Deja de lado frases que califiquen a tu hijo en lugar de su conducta. Tu hijo no es "un desastre" por mantener desordenada su habitación. Invítalo a ordenar juntos.
Tú eres su mejor ejemplo: La coherencia entre lo que pides y lo que haces es vital. Si pides respeto, debes ser el primero en tenerlo.
Ser firme no es gritar: No confundas firmeza con gritos. El tono adecuado puede abrir el diálogo.
Identifica tus emociones y haz pausas si lo necesitas: Decir "necesito calmarme antes de hablar" protege el vínculo.
Pide perdón: Tú también cometes errores y lo mejor es disculparse de manera sincera. Tu hijo aprenderá de tus disculpas.













