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La narrativa tradicional sobre el descubrimiento de América enfrenta un giro inesperado gracias a una investigación académica reciente. Si bien los libros de historia sitúan la llegada de Cristóbal Colón en 1492 bajo el patrocinio de los Reyes Católicos, un hallazgo documental sugiere que el conocimiento sobre las tierras occidentales ya circulaba por Italia mucho antes de que zarparan la Santa María, la Pinta y la Niña.

Investigadores de la Universidad de Milán han sacado a la luz un manuscrito que data de 1345, escrito por el fraile dominico Galvaneus Flamma. En su obra, la Cronica universalis, se describe con sorprendente precisión un territorio al oeste de Groenlandia, denominado Marckalada, lo que confirma que en el Mediterráneo ya existían rumores fundados sobre el continente americano más de un siglo antes de la expedición oficial.

La conexión perdida entre los vikingos y Génova

El estudio, liderado por el profesor Paolo Chiesa y publicado en 2024, marca un hito en la historiografía: es la primera mención conocida del continente americano en la zona del Mediterráneo. El texto de Flamma no es una fantasía, sino que recopila información geográfica detallada que, según los expertos, provenía de relatos orales de marineros del norte de Europa. El manuscrito detalla un itinerario que coincide con las rutas vikingas. Menciona un océano septentrional repleto de islas, la existencia de Islandia y Groenlandia, y finalmente, describe Marckalada. Sobre esta tierra, el fraile anotó características específicas: La presencia de gigantes, edificaciones de grandes piedras y una geografía donde abundaban los árboles verdes y animales exóticos.

En Europa, se tenía conocimiento de la localización del continente desde antes del viaje de Colón.
En Europa, se tenía conocimiento de la localización del continente desde antes del viaje de Colón.

Este relato conecta directamente con los hallazgos arqueológicos en L’Anse aux Meadows (Terranova), donde se ha comprobado científicamente que los nórdicos establecieron asentamientos alrededor del año 999. El análisis de ADN y restos materiales demuestra que existía una red comercial activa que transportaba marfil de morsa y otros bienes desde Norteamérica hacia Europa.

¿Colón sabía adónde iba?

La revelación de este manuscrito abre una interrogante fascinante sobre la figura de Cristóbal Colón. Al ser genovés, es altamente probable que el navegante tuviera acceso a este tipo de información privilegiada que circulaba en los puertos italianos. Galvaneus Flamma escribió su crónica basándose en testimonios escuchados en Génova, ciudad donde cursó su doctorado. Esto sugiere que las historias sobre tierras fértiles al otro lado del Atlántico no eran mitos aislados, sino conocimientos compartidos entre intelectuales y mercaderes. Aunque no hay evidencia física de que Colón leyera la Cronica universalis, el contexto cultural indica que el proyecto presentado a Isabel de Castilla tras la toma de Granada podría haber estado fundamentado en datos concretos y no solo en una teoría sobre la ruta a Asia.

Este descubrimiento no resta mérito a la expedición de 1492, que inició el proceso de transformación global y colonización, pero sí sitúa el viaje dentro de una tradición de exploración mucho más antigua. La ciencia moderna confirma ahora lo que los rumores medievales ya anticipaban: Europa y América estuvieron conectadas por el conocimiento mucho antes del “encuentro” oficial.