

Durante el presente año se ha discutido, tanto en ámbitos académicos como políticos, la contribución que tanto Snowden como Assange han realizado a la política internacional, demostrando el alcance y magnitud de los programas de inteligencia externa e interna, que conduce tanto el gobierno norteamericano como los que realizan otras potencias. En un artículo de Foreign Affairs una académica "estrella" del pensamiento constructivista, Marta Finnemore, decretó lisa y llanamente el final de la hipocresía en los asuntos internacionales.
Las actividades secretas de los gobiernos son consideradas contraproducentes por la sociedad civil sobre todo porque se suelen presentar como actividades contraproducentes. Sin embargo, el reciente acuerdo firmado entre ambas administraciones de EE.UU. y Cuba justamente demuestra que los avances entre las naciones casi siempre se logran por fuera de la luz pública. Por supuesto que esos acuerdos deben ser refrendados por los distintos cuerpos legislativos existentes en cada país (en este caso el Congreso norteamericano y en la Asamblea Nacional del Poder Popular en Cuba) a los efectos de que sean considerados legítimos.
El secreto es clave en la política internacional ya que contribuye a que las negociaciones avancen en un primer momento circunscriptas a un número de actores acotado que actúan como interlocutores de sus respectivos ejecutivos protegiéndolos de posibles fracasos, los cuales serían difíciles de explicar a la audiencia de tomar estado público. Asimismo, el secreto permite evitar que actores internos con intereses específicos puedan bloquear potenciales vías de acuerdo en función de sus intereses de corto plazo.
Para el caso, el ala más dura del partido republicano podría haber puesto trabas al mismo proceso de negociación al dejar la parte más reaccionaria afuera de la discusión, aunque probablemente la administración Obama quiso evitar tener que pelear en dos frentes políticos al mismo tiempo eligiendo concentrarse en normalizar las relaciones con el gobierno de Raul Castro.
Raul Castro también se benefició del secreto ya que internamente le permite moverse en estas arenas del pragmatismo internacional evitando que sus detractores internos usaran sus negociaciones para restarle legitimidad, la cual proviene pura y exclusivamente del carácter transitivo que tiene ser el hermano de Fidel Castro.
El secreto también permite obtener ventajas dado que, producto del mismo, cambian ciertas condiciones en los cálculos estratégicos de actores externos que tienen intereses involucrados ya que no pueden anticipar acciones contrarias a sus intereses.
Si es cierto que América Latina es una zona de disputa de grandes poderes, el acuerdo entre Cuba y EE.UU. acaba de dar una vuelta de tuerca a la geopolítica hemisférica; las ventajas que podían explotar potencias extra-regionales de la conflictuada relación entre ambos países no desaparecieron aunque posiblemente se acoten.
Más allá de la mala prensa, el secreto y la diplomacia que lo rodea continúa siendo uno de los elementos centrales en el siglo XXI. Los discretos caminos de la diplomacia tradicional, pragmática y secreta, brindan frutos que son recogidos por aquellos líderes que entienden que en el cambio existe una oportunidad para revalidar su liderazgo y mejorar la posición de sus países.













