

La victoria con sabor a derrota que obtuvo la primera ministra británica Theresa May dejó muchos cabos sueltos que deberá unir.
Uno de ellos es la debilidad que su gobierno tendrá -en tanto continúe- en las negociaciones por el Brexit. Por ello, el ministro británico designado para llevarlas adelante, David Davis, mostró un discurso duro y dijo que siguen con la firme convicción de abandonar el acuerdo continental y que existe aún la posibilidad de hacerlo sin un acuerdo si fracasan las conversaciones con Bruselas.
El ministro aseguró que el Gobierno trabaja en planes de contingencia en caso de no conseguirse un buen acuerdo. Davis, quien es partidario de un Brexit duro, insistió en que no están de acuerdo con el monto que debe pagar el Reino Unido por la ruptura financiera y que la prioridad será recuperar el control de las fronteras y las competencias legislativas cedidas a Bruselas.
Sin embargo, algunos de los ministros de más peso en el gabinete, trabajan para suavizar los planes de un Brexit duro, e incluso hablan de permanecer dentro del mercado único europeo y de la unión aduanera.
Tras el fracaso de su apuesta a las elecciones, la posición de May está ahora tan debilitada y depende tanto del apoyo de rivales políticos dentro y fuera del Partido Conservador que no podrá forzar su visión de una ruptura limpia con la Unión Europea.
En cuanto a la situación política, Davis descartó cualquier especulación en el Partido Conservador sobre un potencial cuestionamiento al mandato de Theresa May.
Sin embargo, la primera ministra debió reunirse con los congresistas tories para lograr el consenso necesario como para aspirar a que le revaliden el cargo y debió reconocer su derrota política en términos humillantes. Dijo "Los metí en este lío y los voy a sacar de él",
La jefa del Gobierno habló con sus diputados de las negociaciones que lleva a cabo con el Partido Unionista Democrático (DUP), una formación norirlandesa ultraconservadora, para lograr una mayoría en el Parlamento.
Ante ellos afirmó que el DUP no tendrá ninguna influencia sobre la política de reconocimiento de los derechos de los homosexuales, ni sobre la neutralidad del Gobierno británico en Irlanda del Norte, dos cuestiones que habían desatado críticas de la oposición.













