

A dos semanas de las elecciones resulta claro que el proyecto electoral de la élite brasileña fracasó: su candidato, Geraldo Alckmin, tiene 9% de intención de voto. Los tres principales candidatos no representan las tradicionales estructuras de poder. Dos ellos, Ciro Gomes y Fernando Haddad, preservan la visión que la sociedad brasileña tiene de sí misma, pero con el cambio profundo de constituir los proyectos sociales de quienes no son parte de la élite. El tercero, Jair Bolsonaro, en cambio, constituye una ruptura mucho mayor y drástica, ya que instauraría el odio abierto –algo impensado hasta hoy. Se llegó a esta instancia porque el Impeachment a Dilma Rousseff y la prisión de Lula se revelaron contra sus perpetradores.
La élite sintió que recuperó el gobierno en 2015 tras el impeachment a Dilma Rousseff. Los propios responsables del Impeachment, hace unos días, admitieron públicamente que rechazaron el resultado en las urnas y trabajaron para sabotear dentro del Congreso el gobierno Rousseff desde el inicio. La estrategia de ‘pautas-bombas’ implementada tenía el objetivo de cargar al Estado con gastos insostenibles, cuando el gobierno procuraba ir en lado opuesto, para luego responsabilizar a la presidenta del caos surgido. La explosiva exposición mediática de la Operación Lava-Jato y de su niño mimado, el Juez Moro, le otorgó visibilidad a unas confesiones y unas pruebas que no terminaron apuntando, como se pretendía, a Lula y el PT, sino a los acusadores. La sociedad lo tomó como un inicio para que se investigue, procese y condene a todos los que hubieran cometido delitos. Así, la estrategia ‘liberarse del PT y listo’, se debilitaba día a día. Todos sus candidatos pasaron a cargar un nivel de rechazo tan alto como el actual presidente Michel Temer –que, además, corre el riesgo de juntarse en prisión con Eduardo Cunha, unos de los grandes responsables del Impeachment.
Pero los que apoyaron el Impeachment por detestar al PT, fueron transformándolo en una cruzada. Argumentos lógicos y hechos concretos dejaron de influir para expresar, meramente, un radical antipetismo. Así, en la medida en que los líderes del Impeachment fueron perdiendo legitimidad política, sus votantes fueron volcándose hacia quien hoy es el tercer candidato con chances presidenciales: Jair Bolsonaro. Bolsonaro pasó a ganar espacio mediático por su postura inflexible ante todo lo que representaba o se relacionaba con el PT y con la sociedad que representaba. Originalmente, era visto como quien atacaba sin pudor ni pelos en la lengua. Pero el derrumbe de todos los demás candidatos lo fue colocando como la única opción electoral para enfrentar al PT.
Pero Bolsonaro no es simplemente un candidato. Así como Gomes y Haddad constituye una ruptura para la sociedad brasileña, pero en grado mucho mayor. Aunque Brasil sea un país, de hecho, tremendamente violento, la visión de sí mismo es de quien rechaza esto. Como si los elevados índices que expresan violencias fueran ‘individuos violentos’ en una sociedad que quiere vivir en paz y armonía. La imagen autoconstruida del brasileño es ‘el hombre cordial’. Bolsonaro rompe esto brutalmente: se presenta como ‘el hombre violento’; intolerante, racista, homofóbico, misógino… Algunas de sus expresiones públicas no dejan lugar a duda.
A propósito de la dictadura brasileña dijo que su error fue “haber torturado y no matado ; que preferiría un hijo muerto a uno gay; y a una diputada del PT le dijo que no la violaba porque no se lo merecía. Ciertos sectores de la élite, gran parte de las clases acomodadas y los sectores más bajos y expuestos a la violencia criminal son su principal sustento electoral. Estos últimos particularmente se ven atraídos por un candidato que promete una policía que dispare sin preguntar, legalizar la portación de armas y que manifiesta: “Creo que esta policía de Brasil debería matar más .
El desenlace más esperado es una segunda vuelta entre Haddad y Bolsonaro y su resultado, en esta instancia, dependerá mucho más de los rechazos a ambos que de las identificaciones. Algunas encuestas están mostrando índices de rechazo del 43% para Bolsonaro y del 29% para Haddad. Mucho pesará, así, para quienes se colocan como antipetistas, la incomodidad de validar estas visiones de Bolsonaro. Pero, por otro lado, elegir al candidato del PT no dejaría de ser un cierre sintomático de un proceso que se inició con un impeachment, al que dieron apoyo, a un gobierno del PT.
Bolsonaro, por otro lado, tiene al General Hamilton Mourâo como compañero de fórmula, que ya declaró que podría haber una intervención militar si el Poder Judicial no solucionase “el problema político (queriendo decir que no quedara confirmada la prisión de Lula). Asimismo, afirmó que las fuerzas armadas tienen que intervenir para mantener el orden “si hay disturbios . Estas palabras, muchos entienden, pueden estar augurando que propondría estas salidas militares en caso de que Haddad ganara la Presidencia. La cuestión militar, así, pasa a estar presente ante una hipotética victoria del PT – en especial, ante el crecimiento de Haddad, que rápidamente está recibiendo los votos que las encuestas le otorgaban a Lula.
Este temor ya no es solo brasileño: el ex Presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, pidió a los brasileños “no votar con odio . Entre otros medios, “The Nation señaló que “el plan de la élite de destruir al PT, ha fracasado y “The Economist en la portada de su última edición ha llamado a Bolsonaro “La última amenaza para América Latina , aclarando que sería un presidente desastroso…
El mundo está observando las posibles consecuencias planetarias de que Brasil entre en un período de inestabilidad y/o imprevisibilidad política, caso un discurso violento de odio e intolerancia reciba apoyo en las urnas, o caso contrario, su derrota electoral derive en el derrumbe de una de las democracias más populosas del mundo.














