Mientras intenta reactivar una economía en crisis por la pandemia – en abril los desocupados rozaron los 4 millones, sin contar los casi 5.2 millones de personas bajo esquemas de suspensión temporal o reducción de jornada (ERTE)– el gobierno español decidió levantar la cuarentena obligatoria de 14 días para los extranjeros a partir del 1 de julio, con la esperanza de que el verano europeo reanime el turismo.

Con el objetivo de garantizar la temporada y no perder terreno frente a otros destinos –el turismo es una industria clave que, en condiciones normales, representa el 12% del PBI– el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, ya había anunciado la reapertura a los viajeros del exterior. Sin embargo, con una ventaja de poco más de un mes, ahora España tiene el desafío de lograr acuerdos a nivel europeo sobre las condiciones y protocolos para poder recibir a los turistas.

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Si bien el gobierno ya está en conversaciones, según consignó El País, es difícil que logre concretar un acuerdo de bloque –que también podría implicar una cuestión más compleja: la libre movilidad a través de la Unión Europea– a tiempo, por lo que es probable que negocie acuerdos bilaterales entre algunos países.

Mientras tanto, hay luz al final del desconfinamiento para España, que abandonó definitivamente la Fase 0, con la flexibilización de las restricciones en Madrid y Barcelona, los principales focos del coronavirus – ayer se reportaron 235.400 contagios y 26.834 muertes, datos inferiores a los que venía informando por un cambio en el método de notificación– en el país.

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Ahora que esas autonomías pasaron a la Fase 1, junto con León y Castilla, por ejemplo, podrán reabrir los locales comerciales con una superficie igual o inferior a 400 m2 sin cita previa y con una capacidad máxima del 30%, y terrazas al aire libre con el 50% de las mesas, con una ocupación máxima de diez personas por mesa.

Sin embargo, para muchos comerciantes abrir o no depende no sólo de una cuestión de permisos, sino también de cuentas. Si bien son muchos los empresarios del sector gastronómico que ya están al borde de la quiebra tras una larga cuarentena, algunos prefieren esperar a que se habilite la operatoria sin limitaciones de capacidad máxima antes de poner toda la maquinaria en funcionamiento.

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Como el programa de desescalada se lleva a cabo de manera desigual dependiendo cómo afectó el virus a las diferentes comunas, entre las personas también persiste cierta confusión (especialmente con la cuestión de las franjas horarias) por lo que el consumo podría tardar en volver a la normalidad.

"A las 10 de la mañana la calle estaba repleta de la gente que se iba a su casa después de salir a pasear y hacer deporte. Pero hay confusión con el tema de las franjas horarias –que siguen vigentes– y ahora el paseo quedó desértico", le contó a Telam al frente de uno de los pocos bares abierto sobre el paseo Juan de Borbón, en el barrio de la Barceloneta.