El mensaje de las urnas
Las urnas hablaron. Y dieron un mensaje contundente: casi 60% del electorado votó por un giro económico. ¿Hacia dónde? Baja de impuestos, menos estado, más libertad económica, acabar con la inflación: las principales consignas de Javier Milei y de Juntos por el Cambio. A su vez, el gobierno parece haber quedado con escasa capacidad de reacción y con pocas perspectivas de poder mejorar su caudal electoral. A pesar del mensaje de cambio de época vertido por las urnas, los bonos internacionales emitidos por Argentina acusaron pérdidas de 12% con relación al cierre pre-PASO. Asimismo, tras la devaluación de 22% del dólar oficial el 14 de agosto, en un solo día la brecha cambiaria regresó a niveles del 100%.
¿Por qué el pesimismo ante un escenario electoral que promete empezar a atacar los vicios de la economía argentina?
Hay una explicación racional, que es el miedo a lo desconocido. Es muy probable que el escenario contra fáctico de Juntos por el Cambio -con Patricia Bullrich superando a Horacio Rodríguez Larreta- alzándose con la mayoría de los votos y Milei tercero no habría gatillado una caída de los bonos, aún a pesar de un mandato pro-reforma (sumando todos los votos de Juntos y Milei) menos contundente. Claramente, los esfuerzos de Milei por explicar su programa de gobierno a la base inversora han sido insuficientes.
Un eventual Milei presidente tendrá que moderarse, ya que así lo dicta la matemática legislativa. Ni él ni Patricia Bullrich en caso de ser electa podrán gobernar sin apoyo mutuo en el Congreso. Más difícil sería el caso de Sergio Massa si triunfase, con un Congreso que llevará el debate a la ortodoxia económica. Si en octubre se confirma el panorama electoral de las PASO, existe una oportunidad única para acabar de raíz con el mal fundamental de la economía argentina: la dominancia fiscal. Es cierto que la velocidad a la cual se podrá avanzar con la consolidación fiscal no está clara. Sin embargo, creemos que será un avance consistente, apoyado en un notorio fastidio causado por una voracidad fiscal inédita, con una presión tributaria récord (29.6% del PBI), a la que se suma el impuesto inflacionario (10.4% del PBI) y el costo de la deuda del banco central (11.2% del PBI). Por otro lado, de ganar Milei pensamos que el debate sobre cuál es el mejor régimen monetario tendrá que esperar, y que el ordenamiento fiscal es condición necesaria para dolarizar.
La economía de la transición es otro factor que genera inquietud. La novedad en este caso es que el margen de acción del ministro-candidato Massa se ve acotado por una performance electoral inferior a lo esperado. La evidencia anecdótica sugiere que el traspaso a precios de la devaluación del 14 de agosto está siendo muy elevado. El riesgo es que se inicie una espiral precios-tipo de cambio que lleve a una fuerte pérdida del salario real. El aspecto positivo es que se licuarían a mayor velocidad los pasivos del banco central, al igual que el déficit fiscal. En estas circunstancias, un plan de estabilización (con o sin dolarización) sería más fácil de implementar. Sin embargo, el costo social sería incalculable, con efectos muy negativos y duraderos sobre la pobreza y el capital humano.
A pesar de lo anterior, somos optimistas. Existen bases objetivas para vislumbrar un principio de solución a la inestabilidad macroeconómica secular de Argentina y una fuerte recuperación de sus activos financieros. Sólo nos queda desear que los costos sean lo más bajo posibles.