

El resultado del examen de ADN que se le hizo al sospechoso investigado por el crimen de Lola Chomnalez, no coincidió con las muestras de sangre obtenidas en la escena del crimen. El dato preliminar fue comunicado por la Policía a la jueza de Rocha, Silvia Urioste.
El hombre ya estaba en libertad desde hoy a las 8 de la mañana.
Este último capítulo de la investigación del crimen comenzó a principios de la semana cuando la Policía recibió una llamada anónima (realizada desde un teléfono público) en la que una mujer dio datos precisos de quien, dijo, era el asesino de Lola. Según se supo, la denunciante aportó algún dato que tornó creíble la llamada.
Cuando el hombre fue detenido, su actitud y primeras reacciones (cuyos detalles no trascendieron) fueron interpretadas por policías como un principio de admisión de la culpa y así lo transmitieron a algunos superiores y a varios medios de comunicación.
Las esperanzas que se le abrían a una Policía cascoteada por una investigación que tuvo más de un vaivén que no la dejó bien parada, aumentó exponencialmente cuando el detenido empezó a entrar en contradicciones.
Primero dijo que no había estado en Rocha en el mes de diciembre, pero luego reconoció que sí, que estuvo no solo en Rocha sino en Valizas, donde mataron a Lola.
El hombre que tiene antecedentes por lesiones y denuncias por violencia doméstica, dijo luego que si bien estuvo en Valizas nunca había visto a la joven argentina. Sin embargo, luego admitió que sí, que la había conocido. A esa altura, para la Policía se estaba a muy poco de poder anunciar que el asesino había caído, mientras que muestras de ADN del sospechoso viajaban hacia Montevideo para ser analizadas por la Policía Científica y cotejadas con los rastros de sangre encontrados en pertenencias de la víctima.
Sin embargo, llegado a este punto el hombre negaba haberla asesinado. Detalles más, detalles menos, en un momento dijo que se había asustado pero que les iba a decir la verdad. Entonces declaró que estaba vendiendo estampitas en Valizas cuando se cruzó con Lola, entablaron una conversación, caminaron juntos hacia la zona cercana adonde luego fue hallado el cadáver de la joven y, una vez allí, la adolescente se desmayó. El hombre dijo que cuando Lola perdió el conocimiento él se asustó y se fue del lugar, pero que la joven de 15 años estaba viva.
Lola fue asfixiada por la vía de apretarle su cara contra la arena. La autopsia encontró arena en los pulmones pero además demostró que la menor se había intentado defender con tal fuerza que sus ojos casi se salieron de sus órbitas. Además, presentaba algunos cortes superficiales en los brazos y, una vez muerta, le cortaron la carótida.
Entones, sobre la marcha, surgió la hipótesis de que no se estaba ante el asesino material pero sí ante alguien que estuvo en el lugar cuando Lola fue asesinada. Un cómplice. En varias ocasiones, el detenido sugirió a la Policía y a la jueza si no habría sido un marino o pescador del lugar quien la pudo asesinar.
FUENTE: El Observador, Uruguay













