Francisco nombró hoy cardenal a Mario Aurelio Poli, arzobispo de Buenos Aires, y a otros dieciocho purpurados del mundo, en el marco de una ceremonia en la basílica de San Pedro a la que asistió el papa emérito Benedicto XVI.

El pontífice argentino le entregó el capelo y el anillo cardenalicio a su compatriota y sucesor en la sede primada.

Francisco también le tributó un caluroso abrazo a su antiguo colaborador y amigo, al conferirle la diaconía de San Roberto Belarmino, titularidad de una iglesia de Roma, la misma que tenía Jorge Bergoglio como cardenal.

Al dirigirse a los nuevos cardenales, el Papa recordó que "Jesús no vino a enseñar una filosofía, una ideología, sino una vía, un camino y la calle se aprende caminando".

"Si prevalece la mentalidad del mundo prevalecen rivalidades, envidias y las facciones", advirtió.

Francisco sostuvo que la Iglesia "necesita de su compasión, sobre todo en estos momentos de dolor y sufrimiento en tantos países del mundo'' y expresó "cercanía espiritual a las comunidades eclesiales y a todos los cristianos que sufren discriminación y persecución".

Tras la profesión de fe y el juramento de práctica, el Papa entregó a cada uno el birrete de color rojo signo del cardenalato y de que "deben estar preparados para actuar con fortaleza hasta el derramamiento de la sangre, por el crecimiento de la fe cristiana, por la paz y la tranquilidad del pueblo de Dios".

La sorpresa de la ceremonia fue la presencia del papa emérito Benedicto XVI que por primera vez asiste a una ceremonia pública de Francisco.

El flamante cardenal y secretario de Estado, Pietro Parolin, saludo "con afecto y veneración" a Joseph Ratzinger y arrancó un aplauso entre quienes asistieron a la basílica vaticana.
En representación del gobierno argentino, participaron el secretario de Culto, Guillermo Oliveri, y el embajador argentino ante la Santa Sede, Juan Pablo Cafiero.