A pesar de la crisis económica y del anuncio de ayer sobre recortes en el gasto público por más de 80.000 millones de euros ($95.000 millones), Angela Merkel sigue siendo una canciller alemana notablemente popular si se la compara con predecesores como Gerhard Schröder y Helmut Köhl.

Para los votantes locales más preocupados por la deuda y la inflación que por la reducción en el gasto, su línea dura en materia de austeridad es una buena razón para seguirla. Pero en las últimas semanas su índice de popularidad declinó. En realidad, ha sufrido la indignidad de quedar por detrás de dos miembros de su propio gobierno en las encuestas de opinión: Karl-Theodor zu Guttenberg, su aristocrático y fotogénico ministro de Defensa, y Ursula von der Leyen, su aliada y amiga, en el ministerio de Trabajo.

Además, perdió dos importantes aliados en la estructura de poder. El año pasado, Merkel obtuvo una victoria electoral muy personal al lograr la coalición que quería, combinando su Unión Democrática Cristiana, de centro derecha, y la Unión Social Cristiana, de Baviera, con el Partido Liberal Democrático. Pero tras siete meses de disputas públicas, el gobierno quedó en las encuestas detrás de los socialdemócratas y los verdes, y cayó la popularidad de la canciller.

La principal razón no es la crisis económica o las perspectivas de austeridad, sino la percepción de que Merkel perdió su toque en la política interna alemana y no logra controlar su coalición. En las últimas semanas no sólo sufrió el sorpresivo retiro del conservador Roland Koch, máxima autoridad del estado federado de Hesse y uno de los más poderosos barones regionales de la UDC, sino que tuvo que aceptar la conmocionante renuncia del presidente Horst Köhler, quien se quejó de “falta de respeto por su cargo.

Además, a Merkel se la acusó de mostrarse vacilante sobre el plan de rescate de la Unión Europea para Grecia. Permitió que se la presentara internamente como una dura defensora de la disciplina presupuestaria, para después firmar un enorme paquete de rescate.

La canciller ahora ha elegido a otro caudillo regional de la UDC –Christian Wulff, de Baja Sajonia– como candidato para suceder a Köhler. Y la decisión parece más destinada a apaciguar su partido que a encontrar el hombre apropiado para el cargo. A Merkel se la ve con menos control de su propio partido y menos segura de su posición que cuando se convirtió en canciller por un segundo período, el año pasado. Y tras las negociaciones por el presupuesto, también se la ve exhausta.