Desde hace décadas los diversos gobiernos han discutido el rol de la televisión estatal. La discusión quedó siempre en un plano teórico. La televisión estatal siempre fue gubernamental. Pero: ¿quién quiere una televisión del Gobierno? (Además del Gobierno).

La televisión pública existe en casi todo el mundo. Su desarrollo serio pasa por definir y resolver tres aspectos. Primero, cómo mantener su autonomía frente al Gobierno de turno. Segundo, cómo obtener una fuente de financiamiento que le permita contenidos de calidad. Tercero, cómo atraer profesionales capaces de producir una programación atractiva e interesante para la comunidad.

Con respecto al primer punto, es necesaria una figura legal que le garantice autonomía. Una sociedad autárquica, sin ninguna dependencia del Poder Ejecutivo, con directivos reclutados del mercado por sus antecedentes profesionales y no por su cercanía con los funcionarios de turno. Por lo pronto, hay que terminar de una buena vez con la figura de las intervenciones, no sólo por parte del organismo regulador de la radiodifusión, sino también en los canales y radios estatales. La intervención es una figura transitoria y no es serio que se mantenga el status quo en forma indefinida.

La segunda cuestión es clave. No puede haber una televisión pública supeditada a los ingresos publicitarios. Tarde o temprano, termina envuelta en la competencia del mercado alejándose de los fines comunitarios que legitiman su existencia. La televisión inglesa o japonesa se financia íntegramente con fondos asignados por partidas presupuestarias aprobadas por el Parlamento o a través de impuestos direccionados al sector. En Holanda y Canadá, si bien los canales públicos pueden obtener recursos a través de la publicidad, el cupo se limita al 30% y se cumple escrupulosamente.

Finalmente, el tercer aspecto es quizás el más relevante de cara al público. La televisión pública se justifica si sus contenidos son respetados. Esta autoridad se gana por la capacidad de informar y formar y no por las voces que vienen de los despachos oficiales. Este modelo de televisión requiere de profesionales reconocidos, creativos e independientes. Alejados de las disputas políticas y con la posibilidad de ofrecer contenidos que no estarán esclavos del mayor o menor rating para sobrevivir en la pantalla.

Una televisión pública reconocida, cuyo objetivo no sea competir con la televisión privada imitando sus contenidos o disputando el mercado publicitario. Una televisión que fije perfiles cualitativos de programación, que tenga la capacidad de influir por sus niveles de excelencia y profesionalidad sobre los canales privados.

No es una utopía, la televisión francesa ha logrado programas culturales que son atractivos y que generan un sensible impacto sobre el sector privado que deriva en sensibles cambios o nuevas orientaciones de contenidos. Los documentales británicos (como los de National Geographic o Life on Earth), los informativos especiales de la BBC o las novelas basadas en clásicos literarios han obtenido sensibles segmentos de audiencia e influyeron positivamente sobre la televisión privada. Otro tanto se puede decir de los programas especiales de investigación de la televisión española (RTVE) –el Informe Semanal se ha convertido en un clásico que ningún canal privado ha logrado mejorar– o los reportajes analíticos de las cadenas públicas ARD y ZDF de Alemania.

Los funcionarios deberían comprender que la ratio de la televisión pública no es competir con la privada, sino todo lo contrario. Durante años la BBC destinó su programación de media semana a museos, exponiendo en forma amena las investigaciones de arqueólogos y estudiosos de Europa y América. Un resultado directo de estos programas fue que el número de miembros de las sociedades arqueológicas británicas se multiplicó por veinte en sólo cinco años. “Estoy encantado de que cada vez más gente pase su tiempo excavando, que mirando televisión , dijo John Hoban, Publicer Officer de la BBC para Europa. Una frase similar sería imposible en boca de Claudio Villarruel (contenidos de Telefé) o de Adrián Suar (contenidos de Canal 13). De este pequeña gran diferencia estamos hablando.