

Hace algunas semanas el Partido Pirata Sueco logró una banca de las 18 que tiene Suecia en el Parlamento Europeo. Esta agrupación si bien no está vinculada en forma institucional tampoco desconoce la influencia del sitio “The Pirate Bay impulsor de la descarga e intercambio gratuito de archivos y negador de los derechos correspondientes a los autores intelectuales. Los responsables fueron condenados, en 2007, a un año de prisión -en suspenso- y al pago de una multa de casi tres millones de euros por violación de derechos de autor.
En su Carta de Principios el Partido Pirata Sueco sostiene que “la distribución no comercial de cultura, información o conocimiento ya publicados no debe ser limitada ni castigada . Y más de uno parece coincidir con esa creencia: el Partido Pirata en poco tiempo encontró miles de entusiastas seguidores. En el 2006 -cuando fue creado- logró 34.000 votos y en junio pasado más de 200.000, que representan el 7% del total de electores. Hoy, ya es la tercera fuerza política de Suecia.
Curiosa y sorpresivamente, la plataforma de intercambio “The Pirate Bay acaba de ser comprada la semana pasada por el holding sueco de cibercafés y juegos en red GGF (Global Gaming Factory) por alrededor de u$s 6 millones. Pero la sorpresa no es la venta del cuestionado sitio web: los nuevos dueños aseguraron que van a cambiar el modelo de negocios y que están decididos a respetar los derechos de autor.
Dos industrias en peligro
El presidente de GGF, Hans Panteya, aseguró que los “proveedores de contenidos y los titulares de derechos de autor recibirán el pago por las descargas a través del portal .
Estas declaraciones no hicieron más que avivar el fuego cruzado entre legalistas y piratas. Ahora los enjuiciados creadores del sitio, se ven envueltos en una tormenta política, en la cual miles de sus fanáticos están furiosos por lo que consideran una “alta traición a los valores de la libertad en la distribución del arte y la cultura. Si bien se asegura que con los ingresos de la venta se creará una fundación dedicada a la libertad de información y a la apertura de redes, los internautas desconfían de la filantropía de la operación.
Lo cierto es que la piratería es una amenaza real, especialmente para las industrias del cine y de la música. No tanto por las descargas si no por la reproducción física de copias ilegales. Según un informe de la Federación Internacional de Industrias Fonográficas, Rusia y China se han convertido en fábricas clandestinas de discos piratas. En América latina, la mayor cantidad de videos y discos ilegales se comercializan en México. En ese país, el 70% de los discos son piratas y generaron el año pasado un negocio de u$s 450 millones. Si dejamos de lado la cantidad por la penetración, el primer puesto lo ostenta Paraguay: el 99% de los discos son ilegales. El año pasado se vendieron 38 millones de copias “truchas y sólo 200.000 en el circuito comercial.
Una amenaza real
En la Argentina se estima que las copias “truchas representan el 70% el mercado musical y que las pérdidas para las discográficas oscilaron en los 1.000 millones de pesos durante el último año.
La piratería en la industria del cine fue ejemplificada en un seminario organizado por el MBA en Entretenimiento y Medios de la UP. Se refirió al caso generado tras el estreno de la película de animación “Wall-E , de Disney, en Ucrania. El film se presentó allí el 3 de julio de 2008; dos días más tarde una copia camcorded (grabada con una cámara en la sala) llegó a un sitio de Internet ruso. Para el 7 de julio había llegado a Chicago a un sitio peer-to-peer (computadoras que se comunican entre sí, sin la intervención de un servidor). Para agosto, la versión se había distribuido en todo el mundo en diez idiomas diferentes.
Más allá de la disputa sobre los derechos de los contenidos, las descargas ilegales y la piratería parecen no tener solución si se mantienen los tradicionales sistemas de comercialización. Tampoco por el lado normativo parece fácil aplacar las conductas de los jóvenes, habituados a bajar y compartir. Habrá que cambiar drásticamente el modelo de negocios o, al menos, convertir a los piratas en corsarios. Que no es lo mismo.










