

Angela Merkel sabe que enfrenta la hora de la verdad para su coalición de centro-derecha, y para su propio liderazgo.
Desde 2005 la canciller alemana se ha convertido en una figura central en el escenario del mundo y es uno de los pocos líderes nacionales que tiene reconocimiento global. Es evidente que Barack Obama, presidente de EE.UU., admira su capacidad de comprender complejas cuestiones mundiales.
Sin embargo, en su país Merkel está en dificultades. Las elecciones de mañana, que deberían tener un resultado previsible –ya que se elige al nuevo presidente federal, que es un puesto mayormente honorario– se ha convertido en un tema crucial. Si es adverso a Christian Wulff, el candidato de la canciller, podría ser fatal para el gobierno.
“Si Wulff no es elegido, sería un desastre total para la coalición; el principio del fin para este gobierno , dijo Gerd Langguth, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Bonn.
Si esto ocurre sería un evento sin precedentes, ya que nunca un gobierno alemán cayó por una cuestión así, pero se la ve como una prueba de confianza en la coalición, y muestra cómo declinó la estrella de Merkel.
La crisis avanzó rápidamente pero los problemas existen desde hace meses, específicamente desde que Merkel fue reelegida. Llegó al poder con la coalición conservadora que quería: una combinación de su propia Unión Demócrata Cristiana y la Unión Social Cristiana, con sede en Baviera, y el Partido Liberal, una pequeña fuerza liberal de centro derecha. Pero hubo peleas desde entonces.
En parte, el problema tiene su raíz en la forma en que Merkel, una alemana oriental hija de un pastor protestante, que estudió física, se quedó hace 10 años con el poder en la poderosa Unión Demócrata Cristiana, dominada por hombres, tras un escándalo financiero partidario.
La causa inmediata de la crisis fue la súbita renuncia, el 31 de mayo, de Horst Köhler, ex director gerente del Fondo Monetario Internacional y presidente federal en los últimos seis años, quien se fue por una controversia sobre sus comentarios sobre el papel de los militares alemanes en Afganistán.
Su decisión sacudió una coalición que ya estaba enfrentada. Y se sumó al desplome en las encuestas de popularidad causado por sus divisiones internas, el torpe manejo de las crisis griega y de la eurozona, y las dudas sobre la equidad del programa de austeridad. El apoyo al gobierno cayó de 48% en las elecciones generales de septiembre pasado, a 35% la semana pasada.
Bajo presión partidaria Merkel presentó como candidato a Wulff, premier de Baja Sajonia. Mientras el Partido Social Demócrata y los Verdes presentaron una opción más popular: Joachim Gauck, un notable orador que fue el primer presidente de la comisión que investigó las actividades de la Stasi, la policía secreta de Alemania Oriental.
A Merkel se le critica, sobre todo, que demora demasiado en tomar decisiones sobre temas como la reforma de la salud o la abolición de la conscripción. Pero Margaret Heckel, autora de un libro sobre la canciller, piensa que esas debilidades han sido su fuente de fortaleza. Ella “es de ese tipo raro de político que imagina todas las posibilidades antes que sus rivales. Analiza cómo van a reaccionar y después elabora escenarios y decide cuál prefiere. Y si no gana, trata otro camino. Es su entrenamiento científico: usa el método de prueba y error . Por eso no considera que los reveses sean una derrota.
El resultado más probable, entonces, es que Merkel sobrevivirá a estas elecciones, pero que esto no hará nada para mejorar la atmósfera de su gobierno.










