

Por varias razones, la asamblea de esta semana no será una más para el Episcopado. La primera reunión plenaria del año tendrá un comienzo diferente: se celebrará una misa en la Catedral metropolitana a las 12:30 como adhesión inicial de la Iglesia a los festejos por el Bicentenario.
Luego, y hasta el sábado próximo, las deliberaciones de más de 70 obispos se desarrollarán en Pilar, con un temario que prevé en un primer momento el intercambio de pareceres y experiencias de los presentes sobre los principales problemas de la realidad del país.
En ese rubro tendrán lugar destacado tópicos como el de la pobreza y la marginalidad y la relación de tales situaciones con el innegable avance de las adicciones en la sociedad, sobre todo entre los más jóvenes.
Días atrás, las descarnadas palabras del cardenal Jorge Bergoglio sobre la droga como falsa respuesta a la ausencia de valores trascendentes y de auténticos programas de vida para la juventud dieron idea cabal de la preocupación eclesiástica ante esa realidad.
En paralelo, un fallido pronunciamiento sobre la pobreza y los modos de superarla, impulsado desde la Comisión de Pastoral Social y algunos otros ámbitos cercanos a la Iglesia, tuvo al obispo de San Isidro, Jorge Casaretto, como protagonista, y éste no dudó en lamentar la falta de receptividad de algunos sectores sociales y económicos para con el documento.
Para algunos observadores esta 99ª Asamblea es el “puntapié inicial hacia un acontecimiento importante para la política interna de la Iglesia argentina: el cambio de la mayor parte de las autoridades de la Conferencia Episcopal, previsto para fines de 2011. Ni Bergoglio podrá seguir como presidente, ni Casaretto como titular de Pastoral Social, por ejemplo, ya que ambos llevan dos períodos en tales funciones. Los dos, además, cumplirán 75 años en 2011, y deberán elevar a Roma sus pedidos de dimisión al gobierno de sus diócesis. Por eso será importante seguir de cerca la marcha de los acontecimientos desde ahora hasta el fin del próximo año, momento en el que, por coincidencia, también concluirá el mandato de la presidenta Fernández de Kirchner.
Fue ella quien, poco tiempo atrás, mencionó esa circunstancia en un encuentro con Bergoglio, a quien señaló que ambos dejarían sus puestos prácticamente al mismo tiempo.
Al margen de esto, los obispos de las zonas más pobres insistirán con sus críticas por manejos clientelísticos en la distribución de la ayuda social en sus jurisdicciones, mientras que otros dignatarios volverán a lamentar el clima de creciente exasperación social y enfrentamiento institucional y que no deja espacio para forma alguna de diálogo fructífero.
El impulso oficialista al denominado “matrimonio gay en el Congreso podría asimismo ser objeto de alguna referencia explícita de los obispos, al margen de su declaración del año pasado sobre la cuestión. También se espera que se brinde el respaldo de la Iglesia argentina a la figura del Papa Benedicto XVI, injustamente vinculado con actos impropios cometidos por miembros del clero en las últimas décadas.










