Transcurridos sólo ocho meses de 2006, el mercado argentino de fusiones y adquisiciones movió más de 80 operaciones, por un valor total cercano a los 7.000 millones de dólares (21.600 millones de pesos), entre las compras pactadas a nivel local y las operaciones que los inversores nacionales concretaron en el exterior.

Pese a que el monto ya duplica los volúmenes de todo 2005 (u$s 3.500 millones, con 63 deals firmados, según KPMG), para Manuel Solanet, titular de la firma de asesoría especializada Infupa, la actividad podría ser mayor.

“Todo el mercado de fusiones y adquisiciones está caracterizado por un clima que aún no es apropiado para la inversión , enfatiza.

–¿Por qué lo dice?

–Por el entorno. Hay control de precios, debilidad institucional y esto genera una incertidumbre que desalienta los procesos de inversión.

–¿Cree que sin esas barreras la actividad sería mayor?

–Por supuesto que sí. La inversión directa extranjera en la Argentina está muy por debajo de Brasil, cuando en la década pasada no estaba tan alejada. Hoy, es menor incluso que la registrada en México y Chile. El país perdió posición relativa en un momento en el que se recuperaron las corrientes de inversión hacia los mercados emergentes. En cuanto a la inversión bruta interna, si se deja de lado la actividad en real estate (que es muy intensa) y telefonía celular, aún está muy por debajo de la precrisis.

–Dentro de la actividad específica de compraventa de empresas, ¿existe un patrón que guíe las operaciones?

–No. Pese a que mucha inversión se concentró en el rubro inmobiliario (que ofrece atractivas oportunidades, en particular para los extranjeros), es muy dispersa. Hay transacciones en todos los sectores de la economía, sobre todo, para comprar empresas existentes. Pero arbitra el precio.

–En este contexto, ¿qué perfil de compradores observa?

–Se percibe actividad de fondos de capital privado. Cinco o seis con alto protagonismo, aunque sin la magnitud, en montos ni en la composición de sus carteras, que tuvieron sus antecesores en los raids de compras que emprendieron en la etapa de precrisis. Estos nuevos fondos trabajan con tasas de descuento muy altas e intervienen cuando los valores son muy atractivos para ellos, por lo bajos que están. Así se vieron operaciones en el área de servicios públicos en las que se vendieron empresas, como Edenor, por las que en otros tiempos se pagaron cuatro veces más ese valor. También existen oportunidades para inversores estratégicos, que, aprovechando los procesos de salida de jugadores extranjeros, buscan compras para lograr sinergias o incrementar escala. Pero son las menos, pese a que hubo algún movimiento en el sector industrial y bastante en el bancario.

–¿Cómo evolucionará el mercado en el corto plazo?

–Me gustaría que la actividad evolucione para bien. Pero para eso, tendría que mejorar el clima de inversión. El país debe hacer bien los deberes: contar con un discurso oficial convocante (hoy inexistente), respetar la independencia de poderes, dar una proyección de estabilidad tributaria y salir cuanto antes de los controles y congelamientos de precios. Son factores que desalientan la llegada de capitales y que restan valor a los activos. Sobre todo, los inmobiliarios, que hasta ahora protagonizaron un movimiento más notable que las operaciones registradas sobre los industriales.

–¿Por qué?

–Por su mayor valorización. En la Argentina hubo mucha inversión protectiva: se cambiaron dólares por ladrillos. Incluso, gran parte de esos desembolsos fueron realizados por pequeños o medianos inversores extranjeros que compraron viviendas de alta gama y campos como reserva de valor, por la liquidez que hoy existe en el mundo y por la comparación de precios: hoy, los departamentos más lujosos de la Argentina cotizan a 3.000 dólares el metro cuadrado, cuando en París, Nueva York o Londres, vale no menos de cuatro veces ese monto. Es una diferencia que tienta a muchos inversores internacionales a venir y jugar una ficha en este tipo de operaciones.