

Lo primero que hay que reconocer es que el sol no es un problema, sino la relación desajustada con él. “El 90% de los casos de cáncer de piel están relacionados con el sol. La idea no es dejar de exponerse, sino tener cuidado y prevenir las quemaduras del sol, que son un mal antecedente, sobre todo en los niños , dice la cocoordinadora de la Campaña Nacional de Prevención del Cáncer de Piel de la Sociedad Argentina de Dermatología, Rebeca Rubinson.
El sol emite diferentes tipos de radiaciones, entre las que destacan los rayos ultravioletas –como el UVA y UVB– responsables del color moreno de la piel, del fotoenvejecimiento y del cáncer de piel.
Según la Organización Mundial de la Salud, cada año se producen en el mundo entre dos y tres millones de nuevos casos de cáncer de piel no melanocítico y más de 130.000 nuevos casos de cáncer de piel melanocítico. Se estima que anualmente mueren 66.000 personas por melanomas malignos y otros tipos de cáncer de piel. La causa de muchos de esos cánceres son las radiaciones ultravioletas del sol, que afectan de forma desproporcionada a los niños, pues son los más vulnerables y los que están más expuestos.
Además, los efectos de la exposición a menudo no aparecen hasta muchos años después. Así, entonces, al reducir la sobreexposición solar entre la población infantil y adolescente, se puede disminuir considerablemente el riesgo de sufrir cáncer de piel, cataratas y otras enfermedades que únicamente podrían aparecer mucho más tarde en la vida.
Fuera de los trópicos, los niveles más altos de radiación ultravioleta se producen cuando el sol está en su máxima elevación, es decir alrededor de mediodía, durante los meses de verano. La altitud, la latitud y la nubosidad son otros factores que determinan los niveles de radiación ultravioleta. Y la sombra es una de las mejores defensas contra ella, sobre todo durante el mediodía. De lo contrario, conviene protegerse con anteojos de sol, sombrero de ala ancha y aplicarse frecuentemente un filtro solar que tenga un factor +15 de protección.
¿Piel morena o blanca?
Cada época ha tenido sus preferencias. Así como hoy está de moda lucir un buen bronceado y por estos días cientos de cuerpos se doran en plazas, parques y playas, desde la Edad Media hasta la historia más reciente las pieles blancas se impusieron como reflejo de una posición social.
No se puede pagar con la salud para cumplir con los mandatos de estatus social. En 1935, antes de la era del bronceado, la incidencia del melanoma (tumor más maligno de piel), era de 1 en 1.500. Hoy, es de 1 en 75. No es cuestión de autocondenarse a la sombra sino de obedecer ciertas reglas básicas, estas son algunas alternativas: “Hay que tener en cuenta el tipo de piel. Las más claras necesitan mayor protección, un FPS 40. Las pieles más morenas, FPS 15 o 20.
Los protectores solares deben reaplicarse cada dos horas y tienen que ser de marcas conocidas , advierte la médica dermatóloga. Esta no es la única precaución. “ Con el protector solo no alcanza. Hay que controlar la cantidad de horas que se pasa bajo el sol. Con 10 minutos alcanza para la absorción de la vitamina D.
Entre otras sugerencias, Jelena Nadinic, asesora científica de Natura Cosméticos, propone “no aplicarse perfume antes de exponerse al sol, porque la piel puede quedar manchada; tener cuidado con los cítricos como el limón, que pueden causar reacciones bajo el sol, provocar manchas y hasta quemaduras. Tampoco hay que olvidar hidratar la piel después de la exposición al sol para recuperar su vitalidad y evitar que se descame. Usar emulsiones ligeras, con alto contenido de agua y sustancias emolientes que nutran la piel con extractos vegetales. La belleza también está en una piel sin descamaciones ni manchas, traslúcida.
Daniela Villaro










