

La semana pasada, el ministro de economía, Martín Lusteau, comenzó una serie de reuniones con empresarios, con el objeto de dar cumplimiento a una de las propuestas de la campaña electoral del Gobierno: ocuparse de resolver los problemas de la microeconomía. La idea que postula el titular del Palacio de Hacienda, pasa por fortalecer las cadenas productivas de las industrias más dinámicas de la economía local. En este sentido, no debería llamar la atención que los primeros en ser convocados hayan sido los representantes de la agroindustria. Este es, desde hace décadas, uno de los sectores más competitivos de nuestro país, explicando actualmente un 18% del producto bruto interno y aportando el 35% del total de los ocupados. Asimismo, es el que presenta desafíos hasta ahora inabordables para la actual administración. Compatibilizar el objetivo de abastecer el mercado interno a precios razonables, con el de aprovechar la inmejorable coyuntura externa, es una de las tareas mas complejas que le espera a esta administración.
La recuperación de los últimos años tuvo mucho que ver con un contexto internacional extremadamente favorable, que muy probablemente se mantenga en el futuro. La soja, por ejemplo, uno de los commodities en los cuales la Argentina es más competitiva, cotiza en el mercado a futuro de 2010, a prácticamente los mismos valores récord de la actualidad. Claramente, hoy el mercado cree que estos nuevos niveles de precios llegaron para quedarse. El crecimiento de la demanda mundial de alimentos, a la que se suma la de biomasa para producir energía renovable, explican este fenómeno. La base de las proteínas animales esta en el maíz y la soja, recursos que la Argentina produce cada vez en mayor cantidad y mejor calidad. La apuesta del sector pasa hoy por agregar valor al campo, produciendo más carne de cerdo, aves, biodiesel, etanol, leche. Por otra parte, nuestro país es un importante fabricante de maquinaria agrícola y, además, uno de los líderes en superficie trabajada en siembra directa. Sobre la base de la asociación de esos dos rubros, la agroindustria puede pegar un nuevo salto exportador. Además, se trata de una muestra clara de la unión del campo con la industria, una vieja antinomia que va quedando definitivamente en el pasado.
Así como la competitividad precio de nuestra economía fue clave en la recuperación post-crisis, la estrategia para el futuro pasa por fortalecer todos los aspectos que hacen a la competitividad ‘no precio’, aquellos que se asocian con la innovación tecnológica, con la capacidad de aprendizaje y con la diferenciación del producto a partir del diseño y la calidad. En este sentido, el rol del Estado es clave. Un Estado proactivo apoya a la actividad privada, tanto a través de subsidios y financiamiento, como favoreciendo la inserción de nuestros productos en el mundo e impulsando el desarrollo de entramados productivos y la generación de economías de escala y especialización.
Priorizar los aspectos microeconómicos es una buena noticia. Sin embargo, aspectos cruciales de la macro, que hacen a la sustentabilidad del actual modelo, todavía necesitan revisarse. La inflación, la inversión insuficiente, el problema energético, la puja distributiva, también van a requerir de la atención del nuevo Ministro. Por último, los desafíos más complejos que enfrentamos actualmente los argentinos, tienen que ver con cuestiones que tendrán un impacto decisivo en el largo plazo: transformar el actual crecimiento de la economía en un proceso de desarrollo sustentable, afianzando y consolidando nuestras instituciones. En materia de desarrollo económico no hay tantos secretos. Los países que crecen en forma interrumpida desde hace décadas, conjugan la acumulación de capital físico y humano con una eficiente organización política, económica y jurídica. No hay ejemplos de países que hayan conseguido una acumulación de factores en forma sostenida, con restricciones en la posibilidad de apropiación de los beneficios o distorsiones u obstáculos en la asignación de esos recursos a sus aplicaciones más productivas. El futuro no esta definido y depende como nunca antes de nuestras propias decisiones.










