“Javier nunca va a dejar de hacer teatro . Las palabras de Carlos Gandolfo, uno de sus maestros, adquirieron, con los años, la potencia de una predicción irrevocable.

Desde entonces, con más de 30 obras estrenadas –desde exitosas puestas comerciales en la avenida Corrientes hasta proyectos experimentales en Europa-, Javier Daulte nunca ha dejado de hacer teatro. En estos días, por caso, dirige Un dios salvaje (un texto de Yasmina Reza con las actuaciones de Gabriel Goity y Fernán Mirás) en la mítica calle porteña que nunca duerme; Baraka (con Hugo Arana y Darío Grandinetti), en gira por el interior del país; y Vestuarios (con un elenco numerosísimo), un proyecto en dos versiones que acaba de estrenarse en Espacio Callejón.

Con el solcito de invierno que entra por el ventanal de su amplio living, Daulte se instala en un sillón. La laptop quedó encendida en la mesa de trabajo. Prende un cigarrillo –será uno detrás de otro durante la charla– y se dispone a hablar del teatro pero también de su reciente incursión como guionista en la televisión (Para vestir santos). Cuenta. Es imparable. Cuenta, sobre todo, que no puede parar de contar.

En ropa interior

Desde principios de julio, el ámbito escénico del Espacio Callejón se ha convertido en un vestuario: lockers de chapa, banquetas largas, paredes de azulejos y duchas reales componen la escenografía donde actores y actrices encarnan a un equipo amateur de lacrosse en el momento de disputar la final del campeonato mundial. “Vestuarios es un proyecto que tengo hace mucho tiempo en mi cabeza. La acción transcurre en un club, en los momentos previos y posteriores al partido finalista de un deporte nada convencional que elegí justamente porque necesitaba tomarme cierta licencias , detalla.

Vestuarios versión hombres

Aunque poco sepa el espectador sobre esta disciplina –muy popular en los colleges de la costa este de Estados Unidos–, la escena deja en claro que se trata de un juego violento, que se juega con palos coronados por una red y cuyo planteo táctico requiere estructura de equipo, agilidad y destreza.

“En realidad, son dos obras. Cuando pensaba este proyecto, no me decidía a hacerlo con hombres o con mujeres. Y, en realidad, me di cuenta de que me interesaban ambas situaciones. Entonces, me metí en la locura de empezar a escribir y ensayar dos obras diferentes bajo un mismo procedimiento . Así, quien se anime puede ver los dos Vestuarios en funciones sucesivas.

“Todo deporte plantea una situación absoluta: ganar o perder. No hay relativismo posible. Y lo absoluto, en el teatro, resulta trágico. Por otro lado, el triunfo está tan emblematizado que aparenta ser el único objetivo. La pregunta es, ¿cuál es la verdad de ese triunfo cuando las individualidades vuelven a ser individualidades? Porque cuando los individuos se diluyen en el equipo, el triunfo tiene un sentido, pero cuando cada uno vuelve a ser cada uno, adquiere otro valor , explica.

En escena, queda claro que la carga del triunfo puede ser más pesada que una aplastante derrota. También el vínculo con las especificidades queda brutalmente expuesto: “El baño es el único lugar donde exigimos ser discriminados, donde no queremos que entre cualquiera. Entonces, la homogeneidad que se genera en el vestuario de un club es muy potente desde lo teatral porque, por ejemplo, vemos ducharse a los actores y, al desaparecer la tensión sexual, el cuerpo ocupa otro lugar. Estas reflexiones se fueron hallando durante los ensayos, en una dinámica de trabajo que, por su nivel de experimentación, no podría estar en otro espacio que no fuera el teatro alternativo .

Vestuarios versión mujeres

¿Vestuarios, entonces, no podría presentarse en la avenida Corrientes?

Cuando uno hace una obra en el un espacio para 65 espectadores, todos entendemos que allí hay un despropósito que se entiende como propósito: tenemos conciencia de que vamos a ver un trabajo en el que se está arriesgando mucho, donde se quiere investigar algo. Entonces, si cambio de contexto, cambia la obra porque el efecto de lectura en otro espacio se modifica totalmente. Por eso hago este proyecto en el Callejón, con elencos numerosísimos y sabiendo que es un proyecto independiente, quiero decir, pidiendo subsidios y sin productor. El teatro alternativo de Buenos Aires no es un espacio de segunda, sino una franja donde auténticamente se puede experimentar.

¿Y obras como Baraka o Un dios salvaje no permiten esa experimentación?

El espectador de teatro de la avenida Corrientes espera otro tipo de propuesta. Y no digo que haya un público exclusivo de uno u otro espacio, sino que las expectativas, los modos de ver y las formas de leer una obra cambian de un espacio a otro.

El efecto televisión

Entonces, apareció la tele. Porque si Daulte no puede parar de hacer teatro, en estos días tampoco puede parar de escribir guiones televisivos. La tira semanal Para vestir santos –producida por Pol-Ka– pone en escena a cuatro mujeres frente a diversos conflictos que tienen que ver con el amor y las relaciones de pareja. “Un día, Adrián (Suar) me propuso una idea: tres hermanas luchando con la soltería. Y pensé que me podía apropiar de ese universo. Porque pienso que, motivados por anhelos amorosos, los seres humanos somos capaces de cualquier cosa. Y eso es lo que me atrapó , detalla. El planteo es inquietante: una madre fantasma, una hermana súper estructurada, otra que ha quedado pegada a un amor de adolescencia y una tercera que aún no define su inclinación sexual. Una apuesta por los contenidos renovadores del discurso ficcional en la pantalla chica.

Toscano, Siciliani y Cid en Para vestir Santos

“Lo que me gusta de la tira tiene que ver con las decisiones iniciales. Desde el principio planteamos alejarnos de cierto costumbrismo ilustrativo que refleja a la clase media palermitana. Nos planteamos, en cambio, mostrar a otra gente, la que está arañando para no caerse, la que pertenece a un universo nada psicoanalizado, la que no se hace problema por los problemas. Ojo, yo estudié Psicología y me analicé toda mi vida. Pero me interesa contar al neurótico que no tiene tanto registro de su neurosis, al que sufre cuando las cosas son malas y se alegra cuando son buenas , destaca.

Así, en el vértigo de cada entrega semanal, Javier Daulte genera situaciones sin saber para dónde van. Una manera aparentemente diferente de trabajar con respecto a la puesta teatral. Pero no tan distinta: “Cuando escribo una obra de teatro tampoco sé cómo termina, porque empiezo a ensayar sin tener el texto terminado. En ese sentido, la tele se parece a mi trabajo en el teatro. De todas maneras, en la tira son muchos capítulos y la pregunta acerca de la continuidad se sostiene durante mucho tiempo.

¿Cuál es la sensación al ver sus personajes en la pantalla chica?

Es muy extraño. Porque cuando el programa sale al aire, estoy solo. Es como hacer una obra para un solo espectador. Porque si voy a ver alguna de mis obras, enseguida hay algo que tiene que ver con la vivencia del teatro: el aplauso del público, la catarsis del actor que termina la función, ese intercambio vivo que desata una cadena química en cada uno.

Pero con la tele hay que encontrar otra manera. Porque el rating del programa está bien, es alto, pero a veces coincide con la opinión propia y a veces no. Y, en última instancia, es solamente un dato estadístico. En el teatro, en cambio, es un número concreto: hay 50, 100 o 500 espectadores. A la vez, no se puede negar que algo tan virtual como la tele tiene un impacto muy concreto porque instala temas en la sociedad. Es una experiencia de la que estoy aprendiendo muchísimo.

Siciliani, Cid y Toscano en Para vestir santos

En la tira, al igual que en su obra, la cuestión del género se impone. ¿Es un tópico de época?

El tema del rol de la mujer es muy actual y siempre actualizable, porque a las mujeres se les exige ser hombres al mismo tiempo. Porque una mujer tiene que poder hacer plata, bancársela sola y además tener hijos, ser ama de casa y cocinar. Ahora bien: falta la liberación masculina, que el hombre tome lugares históricamente femeninos.

Obviamente, ningún hombre lo quiere hacer. En ese sentido, creo que los avances de la política llegarán de la mano de la ciencia: el día que el hombre pueda concebir tomará lugares hasta entonces exclusivamente femeninos. Es una posibilidad que no está muy lejos de ocurrir: que falten cien años, en términos antropológicos, quiere decir que no falta nada.

Daulte enciende el último cigarrillo de la charla. Vuelve a insistir en la idea del cambio social a través del cambio biológico. “Es una buena punta para una obra de teatro o una tira de televisión , le sugiero. Sonríe. “No falta tanto .