En esta noticia
El mercado entra en 2026 con un cambio de eje claro: deja atrás un año dominado por la estabilización y pasa a uno donde la pregunta central es si esa estabilidad puede traducirse en crecimiento sostenible de activos.
La inflación más baja, un esquema cambiario más previsible y la normalización parcial del crédito mejoraron el punto de partida, pero también redujeron el margen para errores. A diferencia de otros ciclos, gran parte de las expectativas ya están incorporadas en precios.
En este contexto, los drivers para 2026 se ordenan en torno a tres variables concretas: la capacidad de sostener la desinflación sin atraso cambiario, la acumulación genuina de reservas y la dinámica del financiamiento, tanto soberano como privado.
El mercado dejó de moverse como un bloque político y empezó a discriminar más por fundamentos, lo que vuelve clave la microeconomía y la lectura fina de balances, flujos y spreads.
Según el último informe de perspectivas de InvertirOnline (IOL), el foco del mercado local estará puesto en la dinámica de los dólares y, en particular, en la capacidad del Gobierno para acumular reservas de manera sostenida.
La firma advierte que la próxima fase de compresión del riesgo país no dependerá tanto de señales políticas como de la evidencia concreta de compras de divisas, apoyadas en la cosecha gruesa y en una cuenta financiera más activa.
IOL también subraya que el crecimiento esperado para 2026, en torno al 4%, no será homogéneo y estará condicionado por la reactivación del crédito real y por la evolución del sector externo.
En ese marco, el tipo de cambio real y la elasticidad de las importaciones vuelven a ocupar un rol central: una apreciación prematura podría erosionar rápidamente el superávit comercial y limitar el recorrido de los activos locales, aun en un escenario macro más ordenado.
En este marco, el mercado empieza a ordenar precios no tanto por expectativas políticas sino por variables observables: reservas, flujo de dólares y resultados. La estabilización dejó de ser el principal catalizador y dio paso a un escenario donde el recorrido de los activos dependerá de la consistencia macro y de la capacidad de transformar equilibrio nominal en crecimiento real.
Con ese telón de fondo, la atención se desplaza ahora hacia el riesgo país, la curva soberana y las valuaciones relativas entre bonos y acciones de cara a 2026.

Riesgos latentes para 2026
Según un informe de Portfolio Personal de Inversiones (PPI), el calendario internacional del próximo año estará cargado de eventos relevantes para la Argentina.
En noviembre se celebrarán las elecciones de medio término en Estados Unidos, con atención puesta en la dinámica política y en el vínculo entre Donald Trump y Javier Milei. Un mes antes, en octubre, tendrá lugar una cita incluso más sensible para el frente local: las elecciones presidenciales en Brasil, principal socio comercial del país.
Más cerca aún, en mayo, aparece como otro punto sensible para los mercados, con el recambio en la presidencia de la Reserva Federal (Fed). El reemplazo de Jerome Powell puede introducir ruido en el mercado internacional, especialmente en un contexto donde la política monetaria vuelve a ser un driver central para los activos de riesgo.

Todo parecería indicar que Kevin Hassett, actual jefe del Consejo de Asesores Económicos, será quien asuma el cargo. Su rol actual lo obligó a defender las políticas económicas de la administración en funciones, lo que derivó en algunas declaraciones poco afortunadas desde la óptica del mercado.
No obstante, a medida que ganó terreno como candidato, su discurso se fue moderando hacia un tono más alineado con el estilo tradicional de la Fed. Aun así, una vez en funciones, el mercado estará particularmente atento a sus primeras decisiones y, sobre todo, a su relación con el resto del directorio.
La mirada de la City
El mercado argentino cerró 2025 con un balance mixto. Según explicó Piedad Ortiz, economista y MBA en Finanzas, en charla con El Cronista, el S&P Merval acumula una suba de 21,7% en el año, impulsada en gran medida por el rally posterior a las elecciones, que permitió compensar las caídas registradas durante los meses de mayor incertidumbre política.
Aun así, el desempeño resultó inferior al de otros mercados emergentes, como Brasil, donde el Bovespa llegó a mostrar avances de hasta 33,4% en el mismo período.
De cara a 2026, Ortiz proyectó un escenario de tipo de cambio moderado, condicionado a la continuidad del esquema de acumulación de reservas y a la capacidad de cumplir con los compromisos de deuda, con un valor promedio que podría ubicarse en torno a los $ 1700 hacia fin del próximo año.
Desde una mirada más estratégica, Joaquín Marque, director de UG Valores, señaló que el mercado empieza a preguntarse cuáles podrían ser los drivers capaces de habilitar nuevos máximos en 2026.

Entre ellos, mencionó la aprobación de reformas laborales y de reducción impositiva, la acumulación sostenida de reservas con una eventual eliminación de restricciones cambiarias, un crecimiento económico elevado y persistente, y la capacidad del Gobierno para asegurar gobernabilidad mediante acuerdos políticos estables.
En ese sentido, 2025 fue leído por el experto como un año de consolidación del modelo económico, en el que el mercado de capitales fue adaptándose gradualmente a las nuevas medidas y regulaciones. A medida que las tasas de interés comenzaron a descender, el tipo de cambio se estabilizó y el riesgo país retrocedió, los inversores asumieron mayor riesgo y se reabrió el acceso al financiamiento, tanto a nivel corporativo como público.
Sin embargo, para Marque el éxito del próximo año dependerá de que los beneficios del modelo alcancen a una porción más amplia de la población y de que la economía real, en particular el sector industrial, no se desacople del desempeño de los mercados financieros.
Desde Guardian Capital, Martín D’Odorico describe un 2025 marcado por la volatilidad en acciones locales, con oportunidades puntuales pero sin un rally sostenido.
En promedio, el equity argentino cerró el año con bajas de entre 5% y 10%, en un contexto de inflación nuevamente en alza hacia el cierre por el ruido electoral, aunque con orden macroeconómico. De cara a 2026, aseguró el estratega, el foco estaría puesto en la recuperación de sectores rezagados como consumo y construcción, donde las acciones podrían volver a ganar protagonismo si se consolida la estabilidad.
Mercados en 2026: más selectividad y menos margen para errores
En el plano internacional, Iván Vizental, líder de Estrategias de Quinto, comentó que la economía global ingresa en 2026 con relativa buena salud, aunque con riesgos latentes en aumento.
El escenario base contempla continuidad de la expansión sin recesión, con Estados Unidos con mayor resiliencia que Europa y Japón, que exhibirían mejoras más graduales. En EE.UU., la inflación seguiría a la baja, aunque sin converger plenamente al objetivo de la Fed, lo que condiciona la velocidad y profundidad del ciclo de recortes de tasas.
“Este entorno mejora la liquidez global, pero mantiene exigentes a las curvas largas debido a la persistencia inflacionaria y a los desequilibrios fiscales en economías desarrolladas”, advirtió Vizental en declaraciones a este medio.
Bajo este marco, el escenario global para 2026 aparece como constructivo, “pero selectivo”. La combinación de crecimiento moderado, inflación aún persistente y un ciclo monetario incompleto mejora las condiciones financieras, aunque con valuaciones que dejan poco margen para errores. Por eso, la prioridad pasa por optimizar el binomio riesgo-retorno, privilegiar calidad, diversificación y gestión activa, recomendó el experto.
En renta fija, dijo Vizental, la baja de tasas impactaría principalmente en el tramo corto de las curvas, mientras que los plazos largos seguirían condicionados por riesgos fiscales e inflacionarios estructurales.
La estrategia recomendada es mantener una duración moderada, priorizando instrumentos con buen carry ajustado por riesgo, como MBS estadounidenses respaldados por agencias, crédito corporativo selectivo —especialmente en Europa— y deuda emergente de emisores sólidos, con cautela frente a spreads excesivamente comprimidos.
En renta variable global, el posicionamiento continúa siendo razonable ante la expectativa de crecimiento de ganancias que validan las valuaciones, aunque con múltiplos exigentes y elevada concentración.
En este contexto, la recomendación es mantener exposición a equity, pero con mayor desconcentración regional y sectorial, donde los mercados emergentes ofrecen un atractivo relativo. En monedas y commodities, se anticipa una debilidad moderada del dólar a medida que avancen los recortes de tasas en Estados Unidos, lo que podría favorecer selectivamente a emergentes y a ciertos commodities.
Para Argentina, Vizental concluye que un contexto internacional relativamente constructivo encuentra a la economía transitando una fase de recuperación tras la volatilidad electoral.
“Se espera que la desinflación continúe, aunque a un ritmo más lento, habilitando una baja gradual de tasas y mejores condiciones financieras”, adelantó.
El consenso proyecta un crecimiento cercano al 3% en 2026, impulsado por inversión, consumo y sectores reales como agro, energía y minería, aunque con industria y construcción todavía rezagadas. La sostenibilidad del escenario dependerá del equilibrio fiscal y del frente externo: aun con superávit comercial, la debilidad estructural de reservas y los compromisos financieros exigen acceso fluido al financiamiento y estabilidad macro.
En ese marco, ve valor en el tramo largo de la curva soberana apostando a una compresión gradual del riesgo país, oportunidades en Bopreal para perfiles con mayor tolerancia al riesgo, continuidad del atractivo del crédito corporativo vía ON y una renta variable local interesante a mediano plazo, especialmente en Oil & Gas y, de manera táctica, en bancos.
¡Queremos conocerte!
Registrate sin cargo en El Cronista para una experiencia a tu medida.














