Cuando despidió a su jefe de personal en 1973, Richard Nixon le dijo que lo amaba "como a mi hermano". La historia parece demasiado relajada hasta que uno recuerda que el presidente de Estados Unidos vio morir jóvenes a dos de los suyos. El vínculo que mantenía Nixon con H R Haldeman y otros colegas lo fortaleció hasta el final de la crisis de Watergate, que terminó hundiéndolo.

Salvo sus suegros y parientes consanguíneos, ¿hay alguien en Washington a quien Donald Trump le haría el mismo comentario? ¿Hay alguien que lo diga de él? No se trata de que el presidente sea simpático o no. Se trata del nivel de apoyo que recibe a medida que se acerca la terrible experiencia de atravesar un juicio político.

Desde que surgió el escándalo ucraniano, naturalmente se dio por sentado el total compromiso republicano con Trump. Tal es el tribalismo de una nación dividida.

Sin embargo, hay otro escenario en el que son más de uno o dos los republicanos que podrían despegarse del mandatario norteamericano. Para salvarse, el establishment republicano podría abandonar a Trump tan rápida e inesperadamente como se arrodillaron ante él en 2016. Si esto se manifiesta como la supermayoría del Senado necesaria para su destitución es todavía muy dudoso. Pero hay otros tipos de resistencia, como un éxodo del personal de la Casa Blanca o negativas en el Senado a defenderlo.

Los escépticos dirán que esto requiere que el partido despierte de su servil pasividad. Pero desde hace un tiempo lo viene haciendo de manera irregular. Una docena de senadores republicanos votaron a favor de poner fin al estado de emergencia que declaró el presidente por la frontera con México. Individuos del ejecutivo buscaron debilitarlo. Otros se negaron a escaparse de la investigación sobre la intromisión de Rusia en la política estadounidense. A Trump ya se lo desafiaba en torno a la nominación del Partido Republicano incluso antes del Ucraniagate. Partes del ecosistema conservador -think-tanks, revistas- se revelan contra el Trumpismo.

No estoy sugiriendo otro volumen de Perfiles de Coraje. Pero Perfiles de Disidentes Avergonzados y Ocasionalmente Efectivos podría convertirse en un caso de estudio. En algunas partes del país, el apoyo a Trump es tan profundo como se observa. En Washington, puede ser muy reducido. Independientemente de cualquier antipatía personal hacia él, sus dos proyectos más queridos -proteccionismo y menor inmigración- chocan con conservadores criados en el laissez-faire. Algunos republicanos incluso están dispuestos a poner un número a los apóstatas tapados. Si la votación se realizara en privado, "al menos 35" senadores republicanos elegirían condenar al presidente, según Jeff Flake, que era uno de ese número hasta enero. No lo harán, por supuesto, pero se están subestimando las posibilidades de una rebelión diferente y aún así letal.

¿Qué podría causarlo? Si la opinión pública se volviera decisivamente a favor de un juicio político -las primeras encuestas se inclinarían meramente en esa dirección-, se lo analizaría en serio. Si el comportamiento de Trump empeorara, su staff tendría que decidir si se arriesga a quedar atrapado en el caos. Lo que llevó a prisión a gente como Haldeman no fue el propio Watergate, sino los esfuerzos por esconderlo. Y eso fue con un presidente que se basaba mayormente en las normas. Trump, un novato en Washington, a menudo parece sinceramente sorprendido por la ilegalidad de ciertas acciones.

Trump también debe prescindir de su sargento reclutador favorito. En 2016, el odio a Hillary Clinton le permitió captar para su causa a conservadores indecisos. Cualquier republicano que se opuso a ella en las elecciones presidenciales podría contar con la casi inagotable paciencia de la derecha. Tres años después, ella no es un factor. Tal vez los conservadores puedan invocar el mismo temor ante la perspectiva de una presidenta Elizabeth Warren (que está a su izquierda) o de un presidente Joe Biden. De otra manera, Trump no puede atemorizarlos para que le sean leales simplemente blandiendo la alternativa.

La visión del mundo transaccional del presidente siempre implicó la posibilidad de su propio abandono. Una vez que deja de ser útil para las personas, por su propia lógica, no tienen por qué mantener su lealtad. Él no ofrece una relación mucho más profunda que el toma y daca. Por el momento, todavía les da a los republicanos ilustres algo por su algo. Electrifica a un electorado que ellos apenas entienden. Pero ahora deben sopesar eso con un escándalo que incluso los más leales tienen problemas para retrucar. Deben sopesarlo contra las citaciones que se están entregado de manera inquietante por Washington. Para los republicanos apoyar o no a Trump se está convirtiendo en un cálculo cada vez más fino. Y un cálculo, no la fraternidad, es lo que siempre fue.