
Los asalariados de Japón le están diciendo sayonara a la cultura local del trabajo excesivo, y cuentan con el apoyo del primer ministro Shinzo Abe.
Las largas jornadas en la oficina seguidas de largas noches bebiendo con colegas son tan habituales en Japón como el sushi o las chicas Harajuku. Pero a esa cultura se se le atribuyen varios de los males de la sociedad, desde su escasez de bebés hasta la mediocre productividad, mientras su mercado laboral rígido está cambiando el equilibrio de poder entre las compañías y los trabajadores.
Así es como, en un quiebre con el pasado, la comunidad corporativa nipona está haciendo una virtud de algo que es una práctica normal en otras partes del mundo.
La comercializadora Itochu espera atraer a jóvenes recién graduados ofreciéndoles jornadas laborales más cortas, mientras que la fabricante de impresoras Ricoh prohibe trabajar más allá de las 20. Fast Retailing, operador de la cadena de indumentaria Uniqlo, analiza introducir la jornada de cuatro horas para aquellos empleados que busquen un mejor equilibrio entre familia y trabajo.
Los esfuerzos de las compañías cuentan con el respaldo de Abe, que promete reformar el mercado laboral del país, un antiguo desafío para su agenda de crecimiento, y los funcionarios públicos también obtendrán un respiro.
Los empleados del Ministerio de Salud no podrán trabajar después de las 22 a partir de octubre, norma implementada tras haber fracasado un intento anterior de despejar las oficinas apagando las luces. El gobierno la semana pasada también presentó un proyecto de ley que obliga a los trabajadores a tomarse al menos cinco días de vacaciones pagas por año.
Más polémico es un aspecto del proyecto que exige a los empleados de mayores ingresos en ciertos sectores como bancos y casas bursátiles a cobrar según desempeño y no por cantidad de horas trabajadas. Los críticos sostienen que eso incrementará las horas extra, mientras que los defensores aseguran que elevará la productividad.
Las nuevas políticas señalan una erosión de las normas sociales de larga data como la lealtad corporativa en Japón y reflejan el cambio de actitud frente al trabajo, especialmente entre los jóvenes.
La noción del empleo de por vida se está perdiendo; uno de cada tres recién graduados de universidades cambiaron de trabajo en el lapso de tres años.











