
Para todo el mundo, excepto para los grupos de seguidores de la yihad ideológicamente retorcidos, haber quemado vivo al Teniente Muath al-Kasaesbeh, el piloto jordano capturado en diciembre, definitivamente es prueba de que Estado Islámico (EI) tiene niveles de depravación incomprensibles. Pero lo que más importa ahora es cómo evoluciona la reacción local sunita y tribal hacia esta Inquisición islámica. ¿Podría ésto ser el comienzo de la extralimitación de EI, en su camino hacia la autodestrucción?
La reacción de Jordania a la inmolación del Teniente Kasaesbeh fue ejecutar dos prisioneros yihadistas condenados por el ataque suicida a hoteles en Amman perpetrado por al-Qaeda. Formaban parte de una red del fallecido Abu Musab al-Zarqawi, el líder de al-Qaeda en Irak nacido en Jordania que ayudó a engendrar EI y considerado el asesino yihadista más sanguinario de la región.
La organización de Zarqawi fue la versión previa de EI, ahora encabezado por su aún más despiadado ex asistente, Abu Bakr al-Baghdadi, el autoproclamado califa de EI en las franjas del este de Siria y norte y oeste de Irak tomadas por su ejército yihadista. Sus motivos para este espantoso asesinato merecen un análisis.
Además de sumarse a una letanía de atrocidades cometidas por EI, que incluye decapitaciones, crucifixiones, piedradas, azotes y la intención de eliminar a las minorías "infieles" como los chiítas, cristianos y yazidis, parece que el grupo quisiera hacer tres cosas: dramatizar escandalosamente los efectos de la campaña de bombardeos contra EI encabezada por Estados Unidos; expresar su ilimitada resistencia totalitaria a esta campaña; y recalcar el potencial costo para los países árabes sunitas como Jordania que se alían con la coalición "de los Cruzados".
Sin embargo, la ejecución de Kasaesbeh casi seguramente forma parte del decidido esfuerzo de EI por sondear las fallas geológicas de sus vecinos. EI ahora perdió la batalla por Kobani, la ciudad kurda ubicada en el noreste de Siria justo del otro lado de la frontera turca. Sin embargo, tácticamente los yihadistas lograron reavivar amargas divisiones entre turcos y kurdos dentro de Turquía y desbaratar los esfuerzos de sus gobiernos neo-islámicos por hacer la paz con la importante minoría kurda del país tras 30 años de insurgencia.
En forma similar, EI varias veces fue repelido en sus incursiones al Líbano. Pero logró que Hezbollah, el poderoso movimiento paramilitar chiíta libanés respaldado por Irán, participe de la guerra civil siria. Eso provocó desacuerdos en un país que aún busca recuperarse de las heridas sectarias de su propia guerra civil en 1975-90. Los yihadistas mantienen viva la tensión sectaria con decapitaciones periódicas de policías y soldados libaneses capturados en sus redadas.
En el caso de Jordania, la intención de EI probablemente sea destrozar los cimientos de la monarquía Hachemita del Rey Abdullah. Esta contrariedad con la política de gobierno de tribus grandes como la de Kasaesbeh, de Karak, no es algo sin importancia en un país donde la mitad de sus habitantes son palestinos originarios de Cisjordania, ahora ocupado por Israel. Pero si bien el rey enfrenta momentos difíciles en el corto plazo, los yihadistas habrían juzgado mal el ánimo de las tribus. Si eso demuestra ser así en Jordania, podrían repetir el error en Irak y en Siria.
Eso es lo que pasó con Zarqawi, que sobreactuó su violencia. Los insurgentes sunitas que habían luchado contra la ocupación norteamericana junto a al-Qaeda, asqueados por las matanzas a escala industrial de Zarqawi y su apetito por la carnicería sectaria y lo que fue crucial despojados de sus privilegios tribales, elevaron sus armas en contra de los yihadistas en 2006-2009.
EI podría tener su avance hacia la autodestrucción si Occidente vuelve a inclinarse por depender de los tiranos, en particular en Bashar al-Assad en Damasco. A la luz de EI, algunos segurócratas occidentales están en modo "mejor malo conocido" en cuanto el régimen de Assad. Sin embargo, según la Red Siria de Derechos Humanos, el mes pasado el régimen torturó 68 víctimas hasta matarlas, de las 1.354 muertes que deja la despiadada guerra que mantienen los Assad contra los miembros de su mayoría sunita. Lo que ayudaría a cambiar el sentimiento sunita sirio contra EI sería el derrocamiento de los Assad, justo posiblemente como un subproducto positivo de una reconciliación entre Estados Unidos e Irán, el principal apoyo del régimen.











