
En 2012, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, visitó el estado de Rio Grande do Sul para revisar un proyecto cercano al corazón de la líder de izquierda: revivir la industria de la construcción naval de la nación.
En Estaleiro Rio Grande, uno de los cinco astilleros contratado por Sete Brasil una nueva compañía brasileña de plataformas de perforación para construir 29 buques, ella se dirigió a 4.000 obreros.
Menos de tres años después, el sueño de Rousseff de convertir a Brasil en una potencia de construcción naval para la industria de gas y petróleo se encuentra en duda en medio de una crisis en la estatal Petrobras.
Se espera que la compañía petrolera revele resultados aún no auditados para el trimestre que terminó en septiembre. Éstos han sido retrasados repetidamente después de que la policía descubrió un escándalo de corrupción en el que los contratistas supuestamente sobornaron a políticos y ejecutivos de Petrobras a cambio de conseguir contratos.
"Creo que Petrobras tratará de divulgar lo más posible acerca de la reducción de valor a raíz de la corrupción y todos los problemas," dijo Celson Placido, de XP Investimentos.
Un grupo que estará muy pendiente es Sete Brasil. Establecido en 2010, Sete buscaba ser la mayor compañía productora de plataformas de perforación para aguas profundas, con contratos por u$s 89.000 millones, para construir, rentar y operar 29 plataformas de perforación en aguas profundas creando 150.000 trabajos.
Era el buque insignia del programa del gobierno para el sector de petróleo y gas. Aunque esto tenía como meta generar trabajos debido a los descubrimientos en aguas profundas en la costa sureste de Brasil, los críticos dijeron que incrementaba drásticamente los costos para Petrobras, que podría haber contratado ese equipo por menos dinero en otros países.
Los accionistas de Sete incluyen a la misma Petrobras, dos de los bancos más grandes del sector privado, BTG Pactual y Bradesco, así como Banco Santander de España, el fondo EIG basada en EEUU, y varios fondos brasileños de pensiones e inversiones.
Las compañías contratadas para operar las plataformas, mientras tanto, incluían algunos de los grandes grupos constructores brasileños así como las multinacionales SeaDrill y Odjfell Drilling.
Los dueños de los astilleros incluyen las compañías constructoras locales Odebrecht, Queiroz Galvao, UTC y OAS, junto con socios extranjeros como Mitsubishi de Japón y Keppel Fels de Singapur.
"Sete era un ejercicio brillante en financiamiento de proyectos", dijo un inversionista. "Pero en ese tiempo, nadie pensaba que Petrobras se metería en serios problemas financieros".
Cuando los fiscales destaparon el escándalo en Petrobras temprano el año pasado, el director anterior de Sete Brasil, Petro Barusco, fue acusado de malos manejos durante su puesto pasado en Petrobras.
Aceptó una negociación de los cargos y ofreció devolver u$s 100 millones obtenidos por corrupción, de acuerdo a documentos del fiscal federal. No se le pudo conseguir para obtener sus comentarios. Varias unidades de los grandes grupos constructores brasileños que tenían contratos con Sete han sido acusados también de irregularidades.











