Carlos Slim está bajo ataque. Durante décadas, el hombre más rico del mundo construyó un imperio empresario en su país, México, enfrentando poca resistencia de la competencia, pero ahora el gobierno y sus rivales están empeñados en debilitar su dominio casi monopólico del sector de telecomunicaciones, en el que Slim acumuló una fortuna personal estimada en más de u$s 80.000 millones.

En los últimos tres meses Telcel, su operadora mexicana de telefonía móvil, recibió multas por u$s 1.000 millones por prácticas monopólicas, el gobierno frustró sus intentos por ingresar en el mercado de la televisión paga y sus rivales han debilitado su participación en mercados fundamentales.

Sin embargo, pese a las presiones de los reguladores y de la competencia, a los 71 años Slim parece notablemente calmo cuando nos reunimos con él en la sede de Inbursa, su banco mexicano. En la habitación hay cuadros con escenas pastorales y en la biblioteca, que cubre una pared, hay clásicos españoles, biografías de financistas y volúmenes de estadísticas de béisbol, una de sus pasiones.

América Móvil, su empresa de telecomunicaciones opera en 19 países y tiene más de 276 millones de clientes. Su compañía Telmex cuenta con más de 275 millones de abonados. Con las firmas que posee en los sectores de minería, bienes raíces, tabaco, líneas aéreas y banca, los negocios de Slim dan cuenta de 40% de la bolsa de México.

Pero él tiene la mirada puesta en el exterior. En 2007 hizo una oferta para comprar Telecom Italia, que perdió a manos de la española Telefónica, y opina que el debate sobre si uno debe invertir en mercados desarrollados o emergentes es estéril. Lo que cuenta más es saber si hay oportunidades de crecimiento.

Slim está muy interesado en las ofertas en Internet y el contenido con base en la web; el año pasado se convirtió en el segundo mayor accionista del diario The New York Times.

Pero aunque hay otros que quieren achicar su riqueza, a Slim le preocupa como darle buen uso para cuando ya no esté, de modo que hace preguntas retóricas. ¿Les doy las compañías a mis hijos? Eso es una responsabilidad. ¿Les dejo 90% ó 98% de mi riqueza? Absurdo. Si vendo, ¿quién comprará? ¿una firma extranjera, de modo que le doy todo a México, en cambio? Famoso por leer un balance como nadie, hace un rápido cálculo mental: después de impuestos, sería u$s 300 para cada mexicano. Es mera caridad.

Comentarios de este tipo tendrían repercusiones en cualquier lado, pero aún más en un país donde casi la mitad de su población de 112 millones vive en la pobreza. Sus críticos afirman que su posición dominante en telecomunicaciones mantiene los precios altos y ahoga la competencia y dicen que, junto a otros oligarcas mexicanos, atrofió el desarrollo e hizo que México perdiera terreno ante otros emergentes, como Brasil.

El magnate cree que, en vez de caridad, la solución para los problemas mexicanos es más inversión, especialmente en pequeñas empresas que son las que crean más empleo. Esto parece contradictorio, dado que se lo critica por dominar el mercado aplastando a compañías más chicas. Los seres humanos somos contradictorios, dice y agrega el trabajo es la única manera de darle dignidad al que recibe.