
Mientras Rusia acelera la anexión de Crimea y Estados Unidos diseña sanciones para castigar a Moscú, los funcionarios norteamericanos y rusos trabajaban hombro a hombro en Viena como si no se vieran afectados por el incipiente drama de la nueva Guerra Fría.
Al salir de una ronda de negociaciones internacionales con Irán para disminuir sus ambiciones nucleares, los funcionarios norteamericanos se mostraron satisfechos de que sus pares rusos hubieran actuado en forma constructiva.
Moscú, dijo un alto oficial estadounidense, no mostró interés de que Irán obtenga una bomba nuclear ni que se intensifiquen las tensiones en el Golfo. Moscú forma parte de las negociaciones con Irán por sus propios intereses, no por los de EE.UU.
Sin embargo, sería una expresión de deseo suponer que si la crisis por Ucrania continúa deteriorándose, ésta no se filtre en la política rusa hacia Medio Oriente y afecte a Irán, principalmente porque es ahí donde más le duele a Norteamérica.
Motivado por el feroz nacionalismo y una profunda sensación de injusticia histórica, por la que él culpa a Occidente, el presidente ruso Vladimir Putin repartió a diestra y siniestra sin que le importaran mucho las consecuencias. Si se siente acorralado, se verá tentado a usar todas las palancas que tenga a disposición para tomar represalias contra las sanciones occidentales.
Si uno observa esto con racionalidad no hay razón por las que los rusos querrían debilitar las conversaciones [nucleares], pero en este momento no se puede confiar en que él [Putin] esté analizando los costos y beneficios, señaló Robert Einhorn, ex negociador norteamericano con Irán. Pese al buen comportamiento de los rusos en Viena, los representantes de Moscú salieron con una advertencia; un alto funcionario dijo que Rusia tendría que usar las negociaciones nucleares como un elemento en el juego de levantar las apuestas.
Fyodor Lukyanov, experto en política exterior en Moscú, estima que las relaciones de Rusia con Irán se tensarán y que intensificará el abastecimiento de armas a Siria, donde Moscú viene apuntalando el régimen de Assad. Rusia no tendrá motivos para suavizar los problemas que tiene EE.UU en Medio Oriente, predijo Lukyanov. Pero, ¿en qué medida podría Rusia dañar los intereses de Occidente? No serviría de nada que se retire de las conversaciones nucleares iraníes. Pero Moscú podría tratar de debilitar la determinación occidental y envalentonar a Irán.
Igual de alarmantes, pero con menor impacto, son las posibles medidas que pueda tomar Rusia para socavar el régimen de sanciones que contribuyeron a que Teherán se decidiera a negociar al principio.
Por ejemplo, podría darle luz verde a los bancos para que reanuden las transacciones con entidades en Teherán o podría reactivar los acuerdos comerciales rechazados por Estados Unidos. Hace meses que se rumorea sobre un trueque que permita a Irán vender su petróleo a Rusia a cambio de productos y equipos. Si bien algunos expertos dudan de la eficacia de tal estrategia, Mark Fitzpatrick, analista del Instituto nacional de Estudios Estratégicos de Londres, sostiene que un incumplimiento del embargo petrolero puede alentar a China y otros países a ignorar las sanciones y darle a Irán más incentivo para mantener una posición dura en las conversaciones.
Estas nuevas posibilidades probablemente se estén estudiando en Teherán, donde siempre tuvieron la táctica de tratar de aprovechar las divisiones entre los poderes mundiales. Sin embargo, los iraníes también son concientes de que las tensiones entre Oriente y Occidente podrían ser un campo minado. Saben que pisaron una línea peligrosa en su reacción ante de la anexión rusa de Crimea, cuando algunos comentaristas expresando esperanzas de que Europa dependa menos del gas ruso, lo que ofrecería una oportunidad para el castigado sector energético iraní.











