La capacidad de los sistemas que están en la ciudad de tener un funcionamiento mínimo y adecuado, y de ser capaces de resistir los problemas". Así define Braulio Eduardo Morera a la resiliencia. Y, como director de Estrategia de 100 Ciudades Resilientes (100RC), organización auspiciada por la Fundación Rockefeller que busca ayudar a las urbes a reforzar esta capacidad frente a los desafíos que el siglo XXI trae consigo, entiende de lo que habla.

"La idea de una ciudad más resiliente es que tiende a asegurar la función mínima de los sistemas para que sigan funcionando. Eso significa, básicamente, que las urbes sean seguras, que las personas sepan lo que tienen que hacer cuando estas tienen problemas y que se promueva la calidad de vida para todos", amplía.

De visita en la Argentina por el lanzamiento de la estrategia de resiliencia de la ciudad de Santa Fue, primera del país en hacerlo, el urbanista chileno, que vive en Londres, conversó con El Cronista.

- Se dice que 70% de la población mundial vivirá en urbes en 2050, ¿considera que las ciudades están preparadas para este desafío?

No. En los últimos 50 años, las ciudades han tendido a responder a los problemas y han dejado de planificar mucho. Y la urgencia es que la urbanización se está acelerando, tenemos cambio climático y nuevos problemas van a emerger. Entonces, el desafío es cómo las preparamos. Por eso, el tema de la resiliencia pasa fundamentalmente por cuáles son las prácticas que hacemos en el corto plazo, cuáles los proyectos que implementamos y quiénes sus beneficiarios. Pero también tiene un componente de largo plazo. Básicamente, cuáles son los procesos de planificación que nos permiten pensar en la ciudad a futuro. Cuáles son las infraestructuras que necesitamos y necesitaremos en 2050 es algo que tenemos que comenzar a pensar hoy.

- ¿Cuál sería el paradigma de la resiliencia en este caso?

Básicamente, pensar problemas que pueden suceder, cómo actuar, y, cuando nuevos conflictos surgen, saber qué hacer, no simplemente esperar que pase lo peor y después responder.

- En definitiva, no solo actuar reactivamente.

Claro. No es solo poder responder, sino poder anticiparse. Eso, por ejemplo, ha sido algo muy valioso del trabajo con Santa Fe, una ciudad que sufrió inundaciones terribles y ha aprendido a responder a eso. El desafío es cómo esa manera de pensar, de tener el liderazgo y tomar acción cuando eso sucede, puede ser extendida a otros problemas: drogadicción, inseguridad, falta de acceso a servicios públicos... Cómo eso se transforma en una agenda donde la ciudad toma acción y comienza a trabajar con las comunidades para entender cuáles son los desafíos que tienen esas familias, y que ese aprendizaje pase a ser parte de la planificación urbana. Porque, si vas a hablar a una comunidad en Santa Fe y lo mismo en Buenos Aires, cuando hablás de violencia, las familias no solo hablan de eso, sino de la seguridad de la vivienda, de la calidad ambiental de los lugares donde viven y de la educación de los chicos. Entonces, las ciudades tienen una acción muy importante. No es solo inspirar y demostrar liderazgo; es asegurar que los espacios públicos tengan la calidad suficiente para que los chicos sientan que en un día de lluvia pueden ir al colegio seguros. Eso va a cambiar el futuro de la ciudad. Es pensar eso. Anticiparnos y considerar cuáles son los problemas que podemos tener a futuro.

- ¿Cuál es el rol de la energía?

Son definiciones de visiones de desarrollo. La Argentina, junto a otros países, ha definido tratar que los recursos de donde viene su energía sean renovables. Resiliencia se basa en asegurarnos que esas visiones de desarrollo sean posibles aun cuando emerjan nuevos problemas. Por ejemplo, reducir las emisiones del sistema energético es una buena idea, pero esa red tiene que funcionar y los cortes de energía tienen que ser minimizados. Ahí es donde la resiliencia tiene un rol. Es aseguramos que eso sea posible.