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Si creces en la pobreza, las posibilidades de ser una persona peligrosa aumentan, según un neurocientífico

La influencia del entorno en el comportamiento humano es más determinante de lo que solemos admitir.

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Robert Sapolsky, profesor de Ciencias Biológicas y Neurología en la Universidad de Stanford, ha dedicado su carrera a investigar cómo factores biológicos y ambientales moldean nuestras decisiones y comportamientos. 

En su libro "Decidido. Una ciencia de la vida sin libre albedrío", argumenta que el libre albedrío es una ilusión y que nuestras acciones están predeterminadas por una compleja interacción de elementos genéticos, hormonales y contextuales.

Según Sapolsky, crecer en un entorno desfavorable incrementa significativamente las probabilidades de desarrollar comportamientos peligrosos. Afirma que "la ciencia demuestra que la desigualdad y la adversidad en los primeros años de vida incrementa las posibilidades de que las cosas no salgan bien", según publica El Periódico de España.

Si creces en la pobreza, las posibilidades de ser una persona peligrosa aumentan, según un neurocientífico. (Imagen: archivo)

Esto sugiere que las experiencias negativas durante la infancia pueden esculpir el cerebro de manera que predispongan a la persona a conductas antisociales o violentas.

El papel de la biología y el ambiente

La postura de Sapolsky se basa en estudios que muestran cómo el estrés crónico, el maltrato y otros factores adversos durante la niñez afectan el desarrollo cerebral. Estas experiencias pueden alterar la estructura y función de áreas cerebrales clave, como la amígdala y la corteza prefrontal, involucradas en la regulación emocional y el control de impulsos. 

Por ejemplo, investigaciones han demostrado que niños expuestos a altos niveles de estrés presentan una mayor reactividad emocional y dificultades para controlar comportamientos impulsivos.

Además, Sapolsky sostiene que nuestras decisiones están influenciadas por factores como el estado hormonal, el nivel de glucosa en sangre y el contexto social inmediato. Por ejemplo, estudios indican que jueces son más propensos a conceder la libertad condicional después de haber comido, lo que evidencia cómo variables aparentemente triviales pueden afectar decisiones críticas.

Implicaciones éticas y sociales

Aceptar que el libre albedrío es una ilusión tiene profundas implicaciones éticas y sociales. Si nuestras acciones están predeterminadas por factores fuera de nuestro control, la noción de responsabilidad individual se ve cuestionada. Sapolsky argumenta que, bajo esta perspectiva, conceptos como la culpa o el mérito pierden sentido, ya que nuestras decisiones serían el resultado inevitable de nuestra biología y experiencias previas.

Esta visión desafía sistemas como la meritocracia, que asumen que el éxito es fruto del esfuerzo individual. Según Sapolsky, "la meritocracia es una justificación del sistema", ya que ignora las desigualdades de origen que condicionan las oportunidades de cada persona. Esto plantea la necesidad de replantear políticas sociales y educativas que aborden las raíces estructurales de la desigualdad.

 Si creces en la pobreza, las posibilidades de ser una persona peligrosa aumentan, según un neurocientífico. (Imagen: archivo)

Hacia una comprensión más compasiva del comportamiento humano

La propuesta de Sapolsky invita a una reflexión profunda sobre cómo juzgamos el comportamiento ajeno. Si entendemos que las acciones de una persona son el resultado de una compleja red de influencias biológicas y ambientales, podríamos desarrollar una actitud más compasiva y menos punitiva hacia quienes cometen errores. Esto no implica eximir de responsabilidad, sino reconocer la necesidad de intervenciones que aborden las causas subyacentes del comportamiento problemático.

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