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"La Patria llama": no pudo seguir evitando el mandato familiar y hoy es un engranaje clave para la salida del cepo

Hijo de juez, nieto de procurador y bisnieto de un Presidente de la Nación, Roberto Silva se despojó de su cotizado traje de Abogado de la City para asumir en la Comisión Nacional de Valores (CNV). Qué motivó a uno de los profesionales 'top' del mercado jurídico local. Cuáles son sus objetivos

Contó Félix Luna en "Ortiz: reportaje a la Argentina opulenta" (Sudamericana, 1978): "Afuera, un público cada vez más nutrido espera la salida del Presidente. Se habla en voz baja, como si se estuviera en un velorio. A las 17, el Presidente, rodeado de todos sus antiguos ministros, de sus hijos y de su yerno, asiste a la ceremonia de arriar la bandera. La enseña es entregada a uno de sus hijos, tal como lo había ordenado. Ha terminado la última ceremonia oficial en la vida de Ortiz. Penosamente, con un aire agotado, sube al automóvil de Presidencia -que esa misma noche será puesto a disposición de Castillo- y abandona la residencia. En la calle, la gente aplaude, prorrumpe en vivas y corea: ‘¡Presidente! ¡Presidente!'. Ortiz está acompañado por sus ex ministros Taboada y Groppo, por uno de sus hijos y su yerno. Dificultosamente, el vehículo toma la calle Suipacha. Ortiz está ensimismado y mudo. Finalmente, el automóvil toma Charcas, por donde seguirá hasta Callao, al departamento de donde saliera cuatro años antes para asumir la presidencia".

Con esas palabras, el historiador riojano narró las últimas horas de Roberto Marcelino Ortiz como Presidente de la Nación. Ese viernes 26 de junio de 1942 dejó la entonces residencia oficial de la calle Suipacha dos años antes de finalizar su mandato, forzado a renunciar por una crisis política a la que nada ayudaba su estado de salud. Prácticamente ciego por lo avanzado de su diabetes, había perdido mucho más que su vista desde su asunción: amigos, correligionarios, honra, prestigio, dinero, su mujer (María Luisa, fallecida dos años antes), su salud... y, finalmente, su vida. Ortiz murió 18 días después, el 15 de julio.

"La Patria llama". Quien lo dice es su bisnieto, 82 años después. Roberto Silva está sentado en su despacho de la Comisión Nacional de Valores (CNV). A sus espaldas, hay una bandera argentina. Cita una frase que acuñó su padre -Roberto, hijo de María Angélica, la primogénita de Ortiz- cuando decidió dejar Techint, convocado a integrar la Cámara Comercial. Fue en los '70, algunos años después de que Silva padre, ex juez, se había enterado por los diarios que el Gobierno de María Estela Martínez de Perón lo había desplazado de su juzgado.

"Tengo una larga tradición de funcionarios públicos en la familia. La venía eludiendo...", reconoce el hijo, quien, pese al prestigio de su padre -ya de vuelta en el sector privado, fundador del estudio Hope, Duggan & Silva, muy activo en las privatizaciones-, supo forjarse nombre propio entre los Abogados de la City.

Como si estuviera cerrando el círculo, no pudo evitar el mandato familiar. Con más de tres décadas en la firma, hasta el año pasado, Silva fue mucho más que un socio de Marval, el mayor estudio jurídico de la Argentina. Experto en Derecho Bancario y Financiero, es uno de los abogados argentinos más reconocidos de esa práctica en rankings internacionales. Como el británico Chambers & Partners -Biblia del mercado jurídico global-, que, año a año, lo distinguía al tope de su "Band 1" para esa especialidad. Uno de esos profesionales cuya sola firma es garantía de calidad para los clientes.

Puertas adentro y afuera del edificio de Alem y Tres Sargentos, referente de la generación que siguió a próceres como Juan Cambiaso y Héctor Mairal en el liderazgo de Marval. Reconocimiento ganado durante décadas: en 2004, sus pares lo habían validado como el mejor business lawyer de (entonces) menos de 40 años, en la primera edición de ese ranking que publicó APERTURA. "Giunta en la cancha; Maradona como abogado", lo definió alguna vez alguien que lo enfrentó en decenas de deals y partidos: Silva fue el capitán que más veces alzó la Copa Interestudios, torneo de fútbol que atraía a prácticamente todos los estudios de la City.

-Estaba en un lugar que muchos ambicionan y, en un momento, además, en el que se cosecha lo que se sembró durante años. ¿Por qué lo dejó?

-La CNV es un organismo técnico. Eso, para mí, es una atracción especial porque no quiero ser político. Si, a una carrera como la mía, le querés poner la frutilla en el sector público, es CNV o algún puesto en el Banco Central. No mucho más que eso.

-En lo personal, ¿qué fue lo que lo motivó?

-No tiene ninguna respuesta fácil ni una respuesta única. No estaba en mis planes. Si, el 10 de diciembre, me preguntabas si iba a ir a la CNV, lo primero que te hubiese dicho era que no era cierto. Y lo segundo que, si me lo ofrecían, no pensaba aceptarlo. Me llamaron por primera vez el 13 de diciembre. No estaba en mi cabeza; no lo pensaba. Agradecí y rechacé. Pero la respuesta fue: "No. Pero lo voy a pensar". Y, cuando lo empecé a pensar, me empezó a cambiar la cabeza.

-¿Qué empezó a cambiar?

-Empecé a pensar en un montón de cosas. Por un lado, era un gran reconocimiento. Una gran oportunidad de coronar una carrera que había sido muy exitosa en lo privado. También me gustaba la línea: no iba a venir a la CNV para implementar el cepo, ¿no? Es un gobierno que pretende hacer las cosas bien, que pretende salir del cepo, volver al mundo. Claramente, esa línea me gustaba. Me pareció que había una oportunidad de hacer algo. Mis hijos tienen entre 22 y 17 años. No se quieren ir afuera. Pero, para cualquier chico de esas edades...

-Es una tentación.

-Es una tentación enorme. Tienen las armas para hacerlo: tienen pasaporte, saben idiomas, se mueven en un ambiente donde hay muchos que se van afuera... Me dije: "Esto es una gran oportunidad para intentar que eso no suceda". Me pareció una gran oportunidad de aportar algún granito de arena para volver a ser un país normal, que vaya en la senda correcta. Y, al final del día, influyó otra cosa.

-¿Cuál?

-Tengo una larga tradición de funcionarios públicos en la familia. La venía eludiendo. No había sido más que meritorio en un juzgado seis meses hace no sé cuántos años. En algún momento, me hizo catch-up eso. Mi viejo fue juez, camarista comercial. Mi abuelo fue procurador del Tesoro (N.d.R.: Leopoldo Silva). Mi bisabuelo fue Presidente de la Nación...

-Su bisabuelo y su familia pagaron mucho por la política.

-Es literalmente así. Me acuerdo cosas que contaba mi abuela, de que se encontraron con todo hipotecado y tuvieron que salir a levantar y pagar los costos de la política. Porque, en esa época, la política era de gente honesta. Todavía no estaba Olivos; la residencia presidencial era en la calle Suipacha. Todos los gastos de la Presidencia los pagaba el Presidente de su sueldo: las cocineras, los choferes, los mozos... Nada que ver con lo que es ahora. Eran experiencias costosas, de las cuales, normalmente, salís endeudado y tardabas tu tiempo en recuperarte. Todo eso, que lo venía gambeteando, me hizo un catch-up. Si me hubieras preguntado en diciembre, habría dicho que era algo para otras generaciones. No era lo mío.

-¿Qué cambió en este punto?

-Mi papá había sido juez de primera instancia y, cuando asumió el gobierno de Isabel Perón, desconocieron todos los nombramientos. Un día, abrió el diario y se enteró de que habían nombrado a otro en su juzgado. Años después, lo invitaron a ser camarista. Él trabajaba en Techint. En ese momento, dijo: "La Patria llama. Y, cuando la Patria llama, se acepta". Así que no es ni fácil la respuesta ni tiene una única cosa. Es un combo de muchas razones.

-¿Llevó mucho tomar la decisión? ¿O llamó la Patria y aceptaste enseguida?

-No me llevó mucho. Mis mejores amigos y mi familia, todos, me dijeron que no dude ni un segundo. Eso fue una ayuda enorme. También en el estudio fueron muy receptivos. No estaba luchando contra una muralla de "no". Al revés. Además, llegaba con un solo mandato: hacer las cosas bien. La única restricción que tengo es que todo lo relacionado con el cepo se hace de manera coordinada con Economía y con el Banco Central. No tengo otras restricciones. Con lo cual, la posibilidad de hacer cosas, y cosas interesantes, es buena. Estamos para resolver problemas.

"Llego con un solo mandato: hacer las cosas bien. Mi única restricción es que todo lo relacionado con el cepo es coordinado con Economía y el Banco Central".

-Dentro de la madeja regulatoria que había, ¿cuál era la punta por la cual empezar a tirar?

-Las trabas son, principalmente, todas la que tienen que ver con el cepo. Eso, sin duda. Pero siempre aclaro: "Nunca digo el cuándo y nunca digo el cómo". Son decisiones que toma Economía en coordinación con el Banco Central. Y muy de cerca con el Presidente, que está involucradísimo. Lo que sí digo es lo que hay que hacer en la parte que se pueda en el mercado de capitales. Eso lo tenemos totalmente identificado. Tenemos las normas hechas. Un día, tocará apretar el botón y habrá que ver si todo junto o en pedazos.

-Además del cepo, ¿qué pensaba que podía ser prioridad y, cuando se sentó frente a su nuevo escritorio, se dió cuenta de que había otras?

-CNV es un trabajo técnico y, por definición intensivo en abogados. Interpretás regulaciones, hacés trámites, preparás documentos, documentos complejos como los prospectos... Pero sí creí que mi trabajo iba a ser mucho más técnico de lo que es. Pensé que iba a interactuar mucho más con los actores de fondos comunes de inversión, de emisoras y fideicomisos, por ejemplo. La realidad del cuento es que no es así. Interactúo muchísimo con Legales, obviamente. Y con agentes y toda la dinámica de los mercados, sus relaciones entre ellos... Eso no lo ves desde afuera como abogado. Me sorprendió. Me lleva mucho tiempo. También, todo lo que es la administración del organismo, que es de casi 350 personas. CNV es autárquica, muy complejo. Hay que manejar absolutamente todo. Firmo todo: hasta la compra de papel higiénico o yerba.

-¿Cómo hace?

-Para mí, es imposible asumir un lugar así si no estoy bien acompañado. Y estoy muy bien acompañado. Mi último trabajo en el estudio fue en los últimos 31 años. No podía venir desarmado a un lugar así. Creo que tengo los conocimientos técnicos pero es mucho más que eso. A Patricia (N.d.R.: Boedo, vicepresidente de la CNV), a quien conocí y tuve una excelente relación durante el Gobierno de Macri, la invité a venir. La primera tranquilidad que me da es que es alguien que conoce el organismo. Es de carrera, tiene un montón de experiencias que yo no. Podíamos ser muy complementarios. Y, con Sonia (Salvatierra; vocal de directorio), trabajé 15 años hace 15 años. Tiene experiencia mixta público-privada. Cada vez que me viene una licitación, miro al costado y le pregunto: "¿firmo o no firmo?".

-En términos de régimen de transparencia, ¿qué funciona y qué hay que corregir?

-La normativa está bien. Obviamente, la supervisión es compleja. Pero siempre se puede mejorar. Después, está la voluntad, que tiene que ver con lo que vos mandás a los mercados. Los mercados te testean, a ver qué tan férreo sos. Cuando te parás firme en la primera -mandás una nota, una advertencia, hacés un sumario-, la gente se alinea y se corrige la mayoría de las cosas. Baja muchísimo el estar haciendo trampas. Obviamente, como ya no tenemos algunos arbitrajes de cosas raras -que si se compraba dólar en un mercado, se vendía en otro y se ganaban dos manguitos con eso-, eso baja muchísimo el nivel de jugadas al fleje (o fuera del fleje). Si algo habla por nosotros es que, a instancias de la denuncia del Banco Central, está en curso un sumario a una entidad muy importante por falta de transparencia en la manipulación de un volumen en el mercado (N.d.R.: el Banco Galicia, que podría enfrentar una multa de $ 23.000 millones, según reconoció la propia entidad).

-En gobiernos anteriores, hubo aperturas arbitrarias de sumarios por causas más políticas que técnicas.

-Eso es cierto pero hasta 2015. Obviamente, entre 2015 y 2019, no: se aplicaron las normas, se sumarió todo lo que había que sumariar pero no hubo persecución. Tampoco me parece que haya sido el caso de 2019 a 2023, salvo pequeñas excepciones, como pudo haber sido el caso Marra. Pero sí ocurrió antes de 2015. Lo viví como defensor, del otro lado. Había sumarios a mansalva por cosas increíbles. Nosotros tenemos una política diferente en ese sentido.

-¿Cuál?

-Las pavadas no ameritan sumarios. Las pavadas ameritan advertencias. Obviamente, si se repiten a lo largo del tiempo, pueden terminar en sumario. Pero todas las cosas serias, sin excepción, van a sumario. Cualquier cosa seria que veamos o detectemos, pasa a sumario. Sin discusión. No importa si nos cae mejor o peor, si es amigo o no. Ni su color político. Esto es aplicación de la Ley por igual para todo el mundo.

-¿Cómo es la relación con el Gobierno?

-La relación con el Gobierno son muchas relaciones. La principal es a través de Finanzas. La Ley de Mercado de Capitales dice específicamente que la CNV se relaciona con el Poder Ejecutivo a través de la Secretaría de Finanzas. También hay muchísima relación con el Banco Central. De hecho, el chat más activo que tengo se llama "Ministerio de Economía-Banco Central-CNV". Otra cosa que hicimos fue revivir las mesas de enlace con todos los organismos que, de alguna manera, interactúan con CNV: UIF, IGJ, Superintendencia de Seguros, AFIP, Secretaría Pyme... Finanzas y Banco Central, obviamente. Con todos, diálogo a nivel cabezas de los organismos y al de las mesas, con coordinadores nombrados de cada lado. Pero los más activos, lejos, son Finanzas y el Banco Central.

-En el Gobierno, aseguran que, todos los días, se remueven trabas imperceptibles, que permiten avanzar hacia el levantamiento del cepo.

-Eso es cierto. Con el cepo y con las demás trabas que no tienen que ver con el cepo pero que, de alguna manera, por desidia, razones ideológicas o, simplemente, porque era así, existían. Todos los que estamos a cargo de los organismos estamos haciendo lo mismo: revisando, cambiando y removiendo todo lo que no tenga sentido.

-¿Era algo que se había armado muy descoordinado?

-Algunas sí, otras no. Mi sensación con el Gobierno pasado es que había muy férreo control desde Economía. Y, cuando Economía tenía alguna cuestión que le importaba, movía Cielo y Tierra para que CNV, Aduana, AFIP o lo que fuese actuara. Después, cada uno flotaba ahí y punto. De hecho, las mesas de enlace, que muchas habían existido en el período 2015-2019, estaban bastante desactivadas. O totalmente desactivadas.

Roberto Ortiz, presidente de la Nación (1938-1942), bisabuelo del actual titular de la CNV.

"Tengo una larga tradición de funcionarios públicos en la familia. Mi viejo fue camarista; mi abuelo, procurador; mi bisabuelo, presidente. La venía eludiendo".

La adrenalina del deal. La carrera contrarreloj. La vorágine del día a día. La competencia por el cliente. La exigencia del cliente, que quiere todo en 15 minutos (metafóricamente hablando). También, el glamoroso lado B, de vínculos sociales, que viene con el combo de lucir el traje de Abogado de la City. Hasta hace siete meses nomás, una de las mayores preocupaciones de Silva fue la organización de los cuatro eventos con los que Marval festejó sus 100 años. Integrante del comité a cargo, las celebraciones incluyeron la invitación a 140 clientes del exterior, a los que se agasajó en una estancia, torneo de polo incluido.

Cambió la vida de Silva. Atrás quedaron los dos días de presencialidad y tres de trabajo remoto, en los que intentaba juntar todos sus llamados para el momento en el que salía a caminar. Sus días ya no son de 14 o 15 horas, como cuando asumió, el 15 de enero. Pero sí de, por lo menos, 12. Entre las 10 de la mañana y las 6 de la tarde, recibe gente: interna de CNV y externa (agentes del mercado, otros funcionarios). Lo que hace que atienda el trabajo estrictamente de escritorio -como contestar mails o analizar temas- temprano a la mañana, antes de salir hacia el edificio de la calle 25 de Mayo, o después, cuando vuelve a su casa. También el golf y el paddle -sustitutos del fútbol, a medida que pasaron los años- quedaron postergados. "Desde el 2 de enero, con pocas excepciones, trabajé todos los fines de semana", dice. "No es algo que antes no me sucediera. Pero me sucedía un poco menos", aclara.

Lo cuenta con una sonrisa. Reconoce que, todavía, está en la "luna de miel" (sic) con el cargo.

-Todavía está en la luna de miel. ¿Cuándo le cayó la ficha de que está en este despacho y no en su oficina de Marval?

-Todos los días me cae. Pero estoy desafiado y divertido. Cuando venís de un trabajo tan demandante como el que tenía, eso es algo muy bueno. Supongo que, algún día, terminará la luna de miel y se empezará a bajar el entusiasmo. Pero vengo todos los días a trabajar muy entusiasmado, con mucha esperanza. Con ganas de resolver problemas y que crezca el mercado.

-¿Cómo cree que lo ven sus ex colegas?

-Todos son gente del mercado. Al final del día, sentir que hay un par en un puesto importante como es la Comisión Nacional de Valores y que está haciendo muchas de las cosas que a ellos les gustaría hacer si estuvieran ahí, imagino que los hace sentir muy bien.

-¿Y la familia?

-La familia está contenta. Mi mujer está contenta. También mis hijos. Paradójicamente en una familia de abogados, el mayor es economista, la que le sigue estudia economía empresarial y el más chico, que le falta un año de colegio, no pinta para estudiar Derecho. Están mucho más en el mundo de los negocios y la economía, así que les entusiasma mucho mi cargo.

-¿En qué siente que, por su experiencia en Marval, tiene el ojo entrenado para encontrar cosas distintas?

-Treinta y un años en el estudio número uno de la Argentina -28 de ellos como socio- te entrenan para muchas cosas. Sin ninguna duda. Todo ese entrenamiento te sirve en momentos como este. Como me pasaba en mi vida anterior: acá, no tenés tiempo de estudiar nada. Todo ese bagaje, esa experiencia y el conocimiento técnico, lo tenés que traer adentro. Venís, enfrentás el problema, lo resolvés y vas para un lado u el otro. Acá, se trabaja muchísimo con todos los organismos técnicos. Pero el conocer la temática te permite interactuar de otra manera y entender si lo que querés es (o no) lo que querés. Yo estuve muy involucrado también en muchas partes del manejo del estudio. Todo eso también me ayudó. Me prepara.

-¿En qué siente la diferencia?

-Obviamente, este es un mundo diferente. Muy diferente. Estoy más ambientado. Aunque, de ninguna manera, podría decir que totalmente ambientado. El sistema de toma de decisiones es diferente. En el Estado, todo es un expediente. De a poco, te vas acostumbrado y ves cómo es eso. Pero de vuelta: todo lo que traía me sirve mucho para el puesto y la parte técnica; y lo que no tenía, estoy muy bien acompañado.

-¿Encuentra situaciones en la que la normativa, desde lo técnico, está bien pero usted, que viene del ‘mundo real', advierte que puede generar más problemas que soluciones?

-Totalmente. Estamos adaptando muchas normativas que no eran incorrectas per se al mundo de la realidad de los negocios. Algo de lo que nos preciamos y nos encantaría mantener es que somos gente del mercado. Hablamos mucho y nos gusta seguir haciéndolo porque nos ayuda a entender y no perder esa perspectiva. A cada uno que vino a vernos, le dijimos que nuestra pretensión es, siempre, escuchar. Escuchamos mucho y muy atentamente. Tratamos de entenderlos (que es importante) y, recién después, regulamos. A veces, cuando regulás, tenés que tomar decisiones. A alguno le gustan; a otro no. Eso es parte de ser regulador. Pero creemos que la interacción con el mercado es absolutamente necesaria. Esa es una diferencia con algunas gestiones del pasado. El mercado no es un enemigo. Es un montón de gente, con lo cual, esto lo hacemos juntos. Obviamente -y acá sirve muchísimo la experiencia del estudio- no somos tontos. Estamos atentos a que nadie nos pase, ni quiera crear quintas regulatorias o cosas parecidas. Pero esto no es en contra del mercado. Es todos juntos, a favor de un mejor mercado de capitales.

-Además del cepo, ¿qué otros desafíos de regulación enfrenta la CNV?

-El mundo está cambiando y a paso acelerado. ¿Qué quiero decir con esto? Primero, que la CNV pasó a ser, hace poco, regulador del mundo cripto. Técnicamente, somos reguladores de los proveedores de servicios de activos virtuales, no de los activos virtuales. Significa que hemos pasado a regular una parte del mundo cripto. Es un mundo nuevo, distinto, que no existía hasta hace muy poco. Es algo muy innovador y presenta un montón de desafíos.

-Eso primero. ¿Y segundo?

-Cuando uno mira cómo viene el mercado, la forma de operar que tenía la gente con edades parecidas a las mías también está cambiando a pasos agigantados. Hoy, tus hijos tienen cuenta en una billetera y descubrieron qué es un fondo de money market porque entendieron que la billetera invierte ahí sus saldos. La forma de acceso al mercado, y la explosión, empieza a venir a través de actores no tradicionales. Y todas las formas de atracción de negocios que tienen las ALyCs empizan a ser distintas: la app, la plataforma, el botón, el referenciamiento... Hay un cambio en la manera con la cual se está empezando a captar los negocios. O por dónde pasa, cuál es la puerta de entrada al mercado de capitales o el mundo cripto, que es enorme. Y no sólo eso: hay un tercer cambio.

-¿Cuál?

-Cuando mirás el informe mensual de CNV, el financiamiento a través de pagarés, hoy, es casi tan grande como el de ONs. No te digo que emitir un pagaré bursátil sea una pavada pero es razonablemente fácil. Entonces, hay muchas cosas tradicionales -o, por lo menos, con las que crecí- que enfrentan un cambio agigantado e imposible de detener.

-¿Producto de qué hay más financiamiento con pagarés que con ONs? Desde el preconcepto, un puede pensar que la financiación con obligaciones negociables es algo más virtuoso y que conseguir fondos con pagarés es síntoma de deterioro o poca sofisticación del mercado.

-Son todas herramientas virtuosas. Son buenas si le permiten al que necesita fondos encontrarse con el que tiene fondos ociosos y se quiere ganar una tasa de interés. La Argentina, claramente, tiene un problema de falta de financiamiento. Que viene por un montón de razones: por el crowding-out que hace el Estado; por la falta de moneda; por la desconfianza... Nosotros sacamos la resolución sobre el pagaré hard dollar. No era que no existiese. Pero lo implementamos para que funcionara. ¿Por qué? Porque, en un momento en el cual la confianza está volviendo, de repente, mucha gente empieza a plantearse que ese dólar que tiene en el colchón o en la caja de ahorro y no le rinde, tal vez, puede prestárselo a una empresa y empezar a ganar una tasa. Todo eso empieza a movilizar el crédito, la actividad... Un montón de cosas.

-Mencionó la nueva responsabilidad de regular a los prestadores de activos cripto. ¿Tiene benchmark del cual tomar cosas?

-En el mundo, hay distintos approaches. Tenés jurisdicciones que son muy laxas o que se están destacando en criptomonedas, como Gibraltar, por ejemplo. Europa tiene su ley y está tratando de ir imponiéndola de a poco. Estados Unidos es un modelo diferente. Hasta ahora, viene tomando el approach de que todas las criptos, con casi ninguna excepción, son valores negociables. Y, por ende, tienen que pasar por SEC y registrarse. Y SEC les puede hacer juicio (Estados Unidos es una sociedad muy litigiosa). Pero son modelos distintos.

-¿Cuál seguirá la CNV?

-Empezamos a tener ahora la urgencia porque nos convertimos en regulador. Pero lo que siempre decimos es que queremos mirar qué está haciendo el resto del mundo. Ya no tenemos la opción que teníamos antes, que habría sido mirar, mirar, mirar y, después, elegir. Ahora, tenemos que actuar dentro de cierto plazo. Lo que vamos a hacer es una norma trabajando con el mercado. Porque no queremos hacer una regulación que no funcione y que esté alejada de la realidad. Obviamente, vamos a regular porque es el mandato legal que recibimos. Pero queremos hacer una regulación trabajando con el mercado. Después, la vamos a sacar a consulta pública para recibir y escuchar todos los comentarios. En la misma tónica de lo que decía antes: escuchar, entender y regular.

(La versión original de esta nota se publicó en la edición número 366 de APERTURA, correspondiente a junio de 2024)

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