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Si el 10 de diciembre de 2023, el día en el que asumió, le hubieran dicho a Javier Milei que iniciaría 2026 con el escenario actual, seguramente hubiera firmado con las dos manos. Una victoria en las legislativas, un caudal parlamentario mayor, una situación económica menos crítica, un presupuesto aprobado, iniciativas de reformas en marcha y una oposición débil y fragmentada.

Sin embargo, todavía faltan dos años de mandato. En Argentina eso es largo plazo y no está sellada la suerte de esta administración. De la mano del bilardismo que profesa el propio Milei, y a pesar de estar en época de fiestas, es temprano para descorchar.

De hecho, los tres presidentes argentinos anteriores tuvieron un mal tercer año de gobierno, como señaló el periodista Jorge Liotti en una de sus columnas. El 2014 de Cristina Kirchner, el 2018 de Mauricio Macri y el 2022 de Alberto Fernández fueron años de recesión económica y dificultades políticas que desembocaron en que los oficialismos no pudieran refrendar sus gestiones en las urnas al año siguiente.

De cara a 2026, un año no electoral, el Gobierno nacional encara siete grandes desafíos. Cuanto mejor logre afrontar esos retos, mejor parado llegará a 2027.

De la estabilidad al crecimiento

Con la actual situación económica, más calma pero sin un repunte generalizado, el primer desafío es dar el paso. “El Gobierno está ante el desafío de traducir la relativa estabilidad macroeconómica en bienestar microeconómico. Esto es acompañar la desinflación con una expansión del consumo y un crecimiento más homogéneo de la economía”, sostiene Javier Cachés, politólogo y director de Proyectos de Opina Argentina.

En la misma línea apunta Juan Negri, politólogo y director de las carreras de Ciencia Política y Estudios Internacionales en la Universidad Di Tella, quien sostiene que una de las claves del año será “la gestión postajuste. En algún momento la sociedad va a empezar a exigir beneficios micro: actividad, empleo, ingresos, servicios. No hay un crédito infinito, la sociedad va a empezar a pedir”.

Encontrar el discurso: entre la agresividad y el anti-kirchnerismo

La apuesta comunicacional libertaria rindió sus frutos tanto para la campaña presidencial como en distintos momentos de la gestión. Sin embargo, ha tenido momentos en los que ha perdido el dominio de la agenda. Según Julieta Waisgold, consultora en comunicación política, la clave de la estrategia comunicacional ha sido proyectar la idea “de que gobierna desde los márgenes de la política y el poder”.

Sin embargo, durante el período de elecciones tuvo algunos cambios. En principio, según la especialista, abandonó “la idea de la casta y se replegó en el antikirchnerismo”, pero luego “volvió a recuperar su discursividad anticasta original”. Hacia el futuro, sostiene que aunque LLA tenga momentos de repliegue en un discurso con un antagonista más duro, “debería volver siempre a su registro original para no licuarse”.

En el mismo sentido se expresa Negri, quien cree que “la agresividad funcionó muy bien: movió la agenda, fidelizó al núcleo duro, generó identidad”. Igualmente, advierte que eso solo no bastará, ya que “gobernar requiere de otras habilidades. Si la economía no acompaña, no va a ser suficiente”.

Riesgos internos

El peronismo enfrenta infinitas encrucijadas y atraviesa una etapa de evidente debilidad. Las opciones alternativas, como Provincias Unidas, también han tenido un mal turno electoral. La oposición, o las oposiciones, no parecen ser alternativa hoy. En este escenario en el que el frente externo no parece significar un riesgo, aumenta la posibilidad de que la amenaza sea interna.

Hacia allí apunta Cachés, quien cree que “en general, cuanto más fuertes se sienten los gobiernos, más tienden a aflorar las pujas internas. En este caso, lejos de calmar la tensión entre Karina Milei y Santiago Caputo, el resultado de las elecciones reforzó la disputa interna. La falta de un desafío externo claro lleva a las distintas facciones del gobierno a una lucha fratricida por el poder”.

Trumpdependencia

El posicionamiento internacional libertario ha sido por lo menos original. A fin de año, el oficialismo recibió una buena noticia con las elecciones chilenas, en las que José Antonio Kast se impuso. De esta forma, habrá un nuevo aliado regional y un país limítrofe con una mayor afinidad ideológica.

Igualmente, la característica más saliente ha sido el vínculo con Estados Unidos. En particular, con la administración de Donald Trump, que ha salido al rescate ante las turbulencias financieras argentinas. Sobre este punto, Negri cree que hay riesgos, ya que “Trump no es un presidente especialmente popular y está por afrontar un año de elecciones”.

“Nunca sabemos bien cuál es el riesgo de que aparezca mencionado en los famosos documentos de Epstein. Tiene oposición interna justamente por la ayuda que dio a Argentina. Es decir, un Trump debilitado podría priorizar sus objetivos y no sostener el proyecto argentino. Esto, para un programa económico que necesita dólares y confianza, puede ser un riesgo”, añade el politólogo.

Congreso, lugar de éxitos y fracasos

Desde que asumió, el gobierno libertario tuvo idas y venidas con el Legislativo. A grandes rasgos, en 2024 logró avances en muchas áreas, como la Ley Bases, mientras que en 2025 no paró de contar derrotas. A pesar de haber mejorado el caudal legislativo, no deberá confiarse a la hora de buscar aprobar leyes. De hecho, consiguió su primer Presupuesto pero no sin pasar un susto en el medio.

Va a tener la obligación de seguir negociando para formar mayorías —señala Waisgold—. La oposición jugará sus cartas y el gobierno tendrá que manejar la relación con los sectores dialoguistas paso a paso”.

Sobre este punto, Negri añade una oportunidad que podría tener La Libertad Avanza para obtener mejores resultados. “Podría avanzar hacia una mayor institucionalización, con una mesa política regular y un manejo profesional de votos en el Congreso. Bullrich podría ayudar en eso, tener objetivos más claros”.

Diputados prensa

Exceso de confianza y confundir el mandato

Durante los dos años de mandato, así como ha logrado victorias también ha tenido que enfrentarse a crisis, desde la derrota electoral bonaerense hasta los distintos casos de corrupción o vinculación con el narcotráfico. Para Waisgold, en esas situaciones “el Gobierno siguió avanzando en medio de la turbulencia. Ese mismo impulso de seguir adelante, cuando la situación está más controlada, le hace perder de vista que no tiene un cheque en blanco”.

Hacia allí también apunta Negri, quien sostiene que el exceso de confianza no es privativo de esta administración y recuerda los casos del “vamos por todo” de Cristina Kirchner y el segundo mandato de Carlos Menem, en el que se “dilapidó cierto orden fiscal por la reelección”.

De esta forma, señala que podría haber una sobreconfianza, que implicaría “subestimar aliados y mezclar batallas simbólicas con negociación legislativa. Y el Gobierno tiene una tendencia a empezar a sacar cuestiones de una agenda conservadora que la sociedad no le pidió, como en el discurso de Davos a principios de 2025”.

La maldición del tercer año

Como se señaló, los últimos tres gobiernos argentinos han tenido malos terceros años de gestión. Está claro que no es realmente una maldición, por lo que el actual gobierno podría esquivar la bala. Según Cachés, es posible encontrar una perspectiva optimista para ilusionarse con un buen año.

Analiza que “ante un gobierno que reordenó el frente fiscal, el gran riesgo proviene del sector externo. La gobernabilidad del mandato de Milei dependerá de su capacidad para volver a los mercados y así refinanciar los exigentes vencimientos de deuda del 2026. Si consigue eso, tendrá el camino allanado hacia el 2027. Si no lo consigue, el horizonte se volverá incierto”.

Para Waisgold, a medida que avanza el mandato la opinión pública responsabiliza menos a las gestiones anteriores. De esta forma, “el Gobierno es visto como el responsable de la situación económica. Entonces, las expectativas hacia el gobierno de Milei van a crecer y ya no alcanzará con haber estabilizado la inflación. Seguramente empezarán a pesar mucho más otras demandas cotidianas: el esfuerzo para llegar a fin de mes o el desempleo”.