

La flexibilización del cepo cambiario que puso en marcha el Gobierno mostró algo del sentido común que le faltó a esta misma administración en los últimos dos años. Dispuesto a crear algo de transparencia, transformó la oscura fórmula de la AFIP en una regla fija que traerá satisfacción a la clase media urbana que había sido abandonada por el kirchnerismo. Ahora rige un cupo mensual de u$s 2000. Quienes ganen más de $ 80.000 no podrán superar ese monto, para evitar que su capacidad de ahorro desequilibre al BCRA.
De haberla aplicado en el pasado, esta fórmula podría haber contenido parte de la fuga de divisas. Pero hay que entender que la reciente fricción cambiaria fue funcional al Gobierno, ya que le permitió empujar la devaluación sin explicar lo que antes rechazaba.
Si todos compran, el Central puede llegar a resignar u$s 8000 millones. Es un escenario de máxima desconfianza, que nadie desea que ocurra. Capitanich y Kicillof ahora deben obtener los dólares que buscan los ahorristas. También deben lograr equilibrio fiscal y contener la puja entre precios y salarios, entre otras desafiantes asignaturas. Si la receta para el dólar funciona, podrían probar con llamar a los problemas por su nombre y combatirlos con planes previsibles y realistas. No es un mal comienzo.














