El diputado Fabio Quetglas fue presentado como uno de los integrantes del equipo de gobierno de Patricia Bullrich. Fue días después del resultado de las PASO, que dejaron a Juntos por el Cambio en segundo lugar. Por esos días, y tras anunciarse que Carlos Melconian sería el ministro de Economía en un eventual gobierno de "La Piba", se supo que el radical sería el referente en temas educativos.
En un mano a mano con El Cronista, Quetglas, que es el vicepresidente primero de la comisión de Legislación del Trabajo de la Cámara de Diputados, habló sobre los principales desafíos que deberá afrontar el próximo gobierno dentro del ámbito educativo. Tema que, dicho sea de paso, lejos está de protagonizar la agenda de esta campaña presidencial, y que tampoco se ubica entre las principales preocupaciones de los argentinos, como ocurre con la economía y la inseguridad.
Así las cosas, el radical puso el foco en cómo la escuela está desperfilándose de sus objetivos institucionales, sobre la importancia de declarar a la educación como un servicio esencial.
Además, explicó por qué la pandemia fue un "shock" que despertó una conciencia de la crisis en la que se encuentra la Argentina. Asimismo, el bonaerensehizo hincapié en la mediciónpara poder alcanzar una educación de calidad y destacó que apelar a la conflictividad, como método, no ayudó a mejorar el sistema educativo.
-En esta campaña, ¿hay lugar para hablar de educación? ¿hay recepción por parte del electorado?
-Hay una responsabilidad del que emite un mensaje. Y no hay que hacer política tan a demanda, porque son muchos votantes, con intereses muy diversos. En la Argentina, no quisiera parafrasear a Sarmiento con eso de que todos los problemas son problemas de educación, pero lo cierto es que algunos temas que estaban relativamente superados en la Argentina, como la disponibilidad de recursos humanos calificados, hoy es un cuello de botella. También nos preocupa que la escuela parece desperfilarse de sus objetivos institucionales y los indicadores objetivos. Además, la política mira mucho al sistema educativo, a la institucionalidad educativa, cuando en la Argentina hay una agenda educativa por fuera de la institucionalidad educativa.
-¿Cómo sería eso?
-Me refiero a aquellas personas que ya no van a la escuela, que tienen 23, 24, 25 años y que tienen no sólo dificultades de acceso a un mercado de trabajo, sino otras dificultades relacionales, de comprender el mundo, y que vamos a tener que construir una estrategia, porque les queda por delante mucha vida laboral activa. Si esas personas ingresan a una dinámica educativa, van a poder seguir mejor los proyectos educativos de sus propios hijos. En la Argentina hay que mover a la educación hacia el centro de la discusión política, pero de manera sustantiva, no consignista ni esloganística.
-¿Por ejemplo?
-A todos nos gusta encontrar un eslogan como el de "los 180 días de clase", la "esencialidad", pero se precisa un trabajo muy consistente, que dé cuenta de dispositivos que hoy no funcionan, que dé cuenta de las dificultades que tiene la escuela en este contexto socioeconómico y que nos motive a pensar que la educación es lo más importante, y que a ella nos tenemos que dedicar y entregar.
-¿Decís que la escuela se está "desperfilando"? ¿Hacia dónde se "perfila"?
-Me refiero a este rol contenedor que ha tenido la escuela, que le ha quitado energía al rol como lugar para aprender. Es inevitable en un país con 40% de pobres, con 60% de chicos pobres, y tenés una red institucional de miles de escuelas donde podés llegar y resolver un montón de problemas básicos y probablemente tiene la mejor logística de acceso. Pero la escuela no es un centro de soporte social, la escuela es un lugar donde tenemos que ir a aprender, adquirir los contenidos, las habilidades, los saberes, las competencias para que nos permitan un proceso de integración plena en el mundo que vivimos.
-¿Hubo un antes y un después en la educación por la pandemia?
-Fue un shock tremendo en muchos aspectos pero, para mí, el aspecto más significativo es uno del que se habla poco, que es que los padres, sobre todo de los sectores medios y medios y bajos, que tuvieron que acompañar a sus hijos. Ahí descubrieron lo mal estaban sus hijos. Y eso fue un shock muy importante, porque quizás, si hubiera seguido la dinámica no pandémica, esa toma de conciencia hubiera sido más lenta. La pandemia despertó una conciencia de la crisis en la que estamos.
-Imaginemos que Patricia Bullrich fuera presidenta, ¿qué le sugerirías como prioridades? ¿Por dónde debería arrancar para apuntalar o mejorar la educación?
-Ella ya se comprometió con lo de la esencialidad. Nosotros le damos un contenido que excede a la cuestión gremial. Cuando decimos esencial y escuelas abiertas, decimos todos los actores del sistema vamos a tener más restricciones, y el Estado va a apostar a que ese concepto de esencialidad no sea meramente administrativo. Le diría que tenemos como el eje de la calidad y la calidad significa medir. Medir para crear un corpus de datos que nos permita intervenir de la mejor manera para que los recursos sean más eficazmente invertidos, que aprendamos de donde hacemos las cosas bien, que haya mucho aprendizaje intrasistema, y esa es una tarea en la que tenemos que articular con las jurisdicciones. Tenemos que salir del trauma de pretender gestionar un sistema enorme sin medir porque no tiene sentido, porque aún para todos los objetivos que queremos que los docentes trabajen mejor, que los alumnos aprendan mejor, necesitamos medir. Y Argentina ha dado pasos importantes en materia de inclusión. Pero ahora estamos en situaciones como mínimo de estancamiento y, en algunos casos, de regresión, que significa poner en discusión la cuestión de la calidad en serio. Va desde la calidad de la formación docente hasta la calidad del maestro en el aula. Tenemos que trabajar mucho en eso, en toda la línea, quizás abandonando, insisto, los discursos grandilocuentes, porque tenemos que coordinar cómo dos niveles de gobierno convergen a ese objetivo, para que la educación argentina vuelva a ser de calidad.
-¿Y qué rol tendría el Ministerio de Educación nacional en un país en el que la educación está en manos de las provincias?
-Muchas veces cuando se habla del Ministerio de Educación y las provincias dicen, "el Ministerio de Educación no tiene escuelas, ¿cómo va a incidir si no tiene escuelas?". Esto implica toda una renuncia a la posibilidad de la colaboración entre niveles de gobierno. Los argentinos estamos tan mal acostumbrados que creemos que es imposible. Tenemos que restablecer, con centralidad en la calidad y en las mejoras del aprendizaje, un sentido colaborativo, no solo en la educación en provincia, sino en general, por la educación. El gran drama de la discontinuidad educativa cuando se dan los conflictos, no solo gremiales, es que uno tiene la sensación de que se perdió el sentido de colaboración, porque nadie niega que muchas veces hay motivos muy justificados para sostener la conflictividad. Pero la demostración más cabal de que no es un camino útil es que no estamos mejor con esta clase de conflictividad que si no la tuviéramos. No es exitoso el método. Entonces, ¿y si probamos con colaborar?
-Cuando planteás declarar a la educación como servicio esencial, ¿imaginas a los gremios como aliados o como obstáculos para llevarla adelante?
-Creo que hay que convencer, hay que hacer ese esfuerzo, pero si eso fuera así es porque hay un gobierno que ganó democraticamente y que va a tener un mandato social de cumplir, y hay que ser claro que es mejor hacer las cosas con acuerdo, y es mejor instalar el sentido de colaboración, pero nuestra obligación es cumplir con las familias argentinas que quieren mantener la confianza en el sistema educativo, y dejar a sus hijos en la puerta de la escuela sabiendo que van a aprender. Ese es el mandato real. Es dificilísimo ser docente en la Argentina hoy y hay que valorarlo. Pero esto es con los chicos adentro del aula aprendiendo.
Educación y empleo
-Uno habla de educación y no puede no vincularlo con el empleo. En la Argentina, sobre todo en el Congreso, en general se viene legislando para los quienes están en blanco. Por ejemplo, con la quita de Ganancias para los trabajadores de la cuarta categoría. ¿Qué se puede hacer desde el Congreso para que un mayor volumen de trabajadores tengan los derechos básicos como aguinaldo, vacaciones pagas, obra social?
-La Argentina necesita muchas reformas y una es la reforma laboral. Generalmente, se habla de los costos, de la rigidez, etcétera. Yo te voy a hablar de un elemento que es la volatilidad tecnológica. Hace 50 años, una persona terminaba en la universidad o en una tecnicatura de formarse, ingresaba al mercado de trabajo y lo que sabía le servía para funcionar durante 30 años. A partir de los 2000, la volatilidad tecnológica nos obliga sistemáticamente a reaprender, porque hay trabajos que desaparecen, porque hay procesos dentro de los trabajos que desaparecen, porque se incorporan nuevos elementos que facilitan unas tareas, porque precisamos ese saber para aplicarlo a otros procesos, etc. En sistemas laborales muy rígidos, todas esas transferencias son muy costosas. Precisamos hacernos cargo de esa volatilidad tecnológicapara que nuestras empresas puedan ser más competitivas y, por lo tanto, generar más empleo.
-¿Por ejemplo?
Y esto significa desde muchas cosas, porque tiene que ver con desgravar la formación, por ejemplo, para que las empresas puedan reentrenar a su personal. Pero también con que que estos cambios procedimentales las empresas puedan llevarlos adelante rápidamente, porque si no pueden perecer y no hay empleo sin empleadores. La Argentina ha pensado mucho en el empleo como si la lógica del trabajo industrial estable no hubiera sido modificada en términos tecnológicos. La volatilidad tecnológica nos obliga a un modelo de regulación del trabajo que permita esas adecuaciones de manera más rápida y que evite que por el costo de esas adecuaciones perdamos empresas y empleos.
-Sobre todo el oficialismo, cuando uno le plantea que se necesita una reforma laboral, lo vincula automáticamente a la flexibilización de los '90 o plantea que llevará a una mayor precarización laboral. ¿Qué les responderías?
-No, la precarización nefasta está ahora: tenemos 45% de personas en la informalidad. Creo en una reforma inteligente: hay que crear un marco regulatorio donde cuestiones esenciales como la salubridad, los descansos, etc. estén garantidos porque hacen a la dignidad del trabajador, y después, darle un marco para que ese trabajo que dialogue con el hoy. Me parece anacrónico que los padres tengan dos días de licencia por paternidad y me parece totalmente injusto, también, tener regímenes laborales y convenios con los que cada cambio de la empresa, que en muchos casos es imprescindible, tengan costos inasumibles y produzcan los traumas que produce cada modificación, que no necesariamente es elegida por la empresa. Las dos cosas tienen que convivir en una buena legislación laboral.