El índice de inflación de mayo logró al fin perforar el piso del 2%. Sin embargo, este logro no alcanzó para convencer a una cierta cantidad de gente -no hay estadísticas al respecto, obviamente- que aún hoy alzan la voz diciendo que "lo que nos cuenta el INDEC no es lo que yo veo en el supermercado". Una forma concreta, si se quiere, de desconfiar de la suba del 1,5% que marcó el Indice de Precios al Consumidor el mes pasado, según informó el INDEC el jueves pasado. El fenómeno que explicaría esa expresión de desconfianza hacia el número oficial no es solo fogoneada por el kirchnerismo -espacio político cuestionado después de impulsar la alteración sistemática de las estadísticas durante varios años- con fines políticos electoralistas. Más allá de preferencias políticas, los consumidores, pareciera, miran el IPC bajo la óptica de la evolución de su propio poder adquisitivo. A juicio de especialistas en estadísticas consultados para este artículo, estamos en presencia de un fenómeno particular: las subas reales de salarios vienen atrás de las subas de precios, y sobre todo el bolsillo está todavía impactado por los aumentos de los servicios públicos. Esto derivó en que el ingreso disponible para consumos generales, luego de pagar las facturas de luz, gas, telefonía, internet, prepaga y colegio, por ejemplo, quedara más acotado si se lo compara con lo que sucedía antes de los aumentos de tarifas que dispuso el gobierno de Javier Milei desde el arranque de su gestión, en diciembre de 2023. El poder de compra de los hogares quedó afectado en estos meses, entonces, por un rezago en cuanto al aumento real del salario, por un lado, y el reacomodamiento de los precios relativos, que aún no concluyó. Martín Rozada es economista de la UTDT y uno de los especialistas que viene siguiendo la evolución del índice de pobreza mes a mes y mira de cerca el fenómeno de los ingresos y los gastos de los hogares. Ante una consulta específica referida a esta posible desconfianza de los consumidores respecto a la inflación oficial, respondió: "Mi impresión es que una parte de las dudas de la gente tienen que ver con el rezago que hay entre el aumento de precios, a pesar de venir disminuyendo, y el aumento de los salarios, lo que genera una percepción de pérdida del poder adquisitivo porque en general la gente compara su capacidad de compra con períodos de mayor inflación donde los salarios nominales se ajustan más frecuentemente" -El ajuste de los precios relativos también impacta? -La inflación afecta de forma diferente a los sectores de mayores y menores ingresos. En línea con ello, los sectores de menores ingresos dedican una gran parte del dinero disponible al consumo de alimentos y bebidas, y el hecho de eliminar los subsidios a los servicios públicos hace que el ingreso disponible para comprar estos bienes sea menor. Rozada cita al psicólogo Daniel Kahneman, galardonado con el Nobel de Economía en 2002, quien argumentaba, también desde el lado psicológico, que "hay cierta ilusión monetaria que hace que la gente se fije más en los ingresos nominales que en los reales y como en períodos de baja inflación los ingresos nominales no aumentan tan frecuentemente hay una distorsión en la percepción del poder adquisitivo". Más allá de la desconfianza que surgió tras el 1,5% de mayo, Rozada le resta importancia a la discusión. "Razonablemente, en general la gente a la que se le pregunta si cree o no en el dato de inflación es en su mayoría gente que se ubica en los deciles bajos de la distribución de ingresos, lo que, insisto, son los más afectados por el impacto de los ajustes de precios relativos sobre el ingreso disponible." Sebastián Menescaldi, de la consultora Eco Go, subrayó que hay dos cuestiones a tener en cuenta: "Primero, lo que menos aumenta ahora son los bienes, los bienes más durables, porque creció la oferta y su precio se mantuvo constante. Eso ayuda a que el IPC no sea tan alto, aunque claro, uno no compra un auto o un electrodoméstico todos los días, y por eso no se ve en la inflación." Sin embargo, dice Menescaldi, "lo que llamamos la inflación del bolsillo es lo que la gente ve en lo que se consume a diario, tanto bienes pero sobre todo servicios, que son los que más están subiendo. Entonces, quizás lo que está bajando de precio, o tiene un precio relativo más bajo, no lo comprás a diario y por eso no lo ves. De ahí viene la percepción de que la inflación va por encima de lo que informa el INDEC". La distancia entre la evolución de bienes y servicios en el último año es bien clara: en lo que va de 2025 el IPC subió 13,3%, pero los bienes suben 11,3% y los servicios 17,7% Frente a estos datos, Menescaldi subraya: "los índices avanzaron más rápido de lo que avanzaron los salarios o los ingresos de las personas. Entonces, no solo tenemos el deterioro porque ahora tenemos por ejemplo un 5% más de gastos en servicios públicosrespecto al salario, sino también observamos un deterioro real del ingreso en general. Esto está explicando, para mí, lo que está pasando con la gente". También sirve para explicar el fenómeno este párrafo de un informe elaborado meses atrás por el Centro de Estudios para la recuperación argentina: "Durante el primer año de gestión de Milei, el 59% del gasto de los hogares se destinó a servicios, lo que representa un aumento de 10 puntos porcentuales respecto al año anterior. Este cambio revela que el incremento de los ingresos no se tradujeron en un mayor bienestar. Por el contrario, los hogares debieron destinar una porción creciente de su presupuesto a pagar servicios esenciales, en detrimento de la adquisición de bienes o, en los sectores más vulnerables, incluso resignando consumo de alimentos". El economista Daniel Nieto, quien estuvo en el INDEC durante la gestión de Jorge Todesca, resume el párrafo anterior así: "los aumentos de los servicios impactaron mucho en los hogares y los salarios no se movieron a la misma velocidad. Me parece que la gente se queja de la medición porque no les alcanza. Hoy hay que pagar más por la factura de electricidad y por eso se sale menos a comer afuera". Para otro economista especializado en trabajo, ingreso y pobreza, Leopoldo Tornarolli, del CEDLAS-UNLP, toda la discusión que plantea el debate entre realidad y percepciones, posiblemente tenga que ver con el ingreso disponible, que no siempre está bien reflejado en el IPC, tal vez porque la canasta vieja no refleja plenamente bien los aumentos de los servicios, que aumentaron más que los bienes." Y agrega: "además es posible que la percepción de la gente tenga que ver más con el poder adquisitivo que con la variación mensual de precios. Aun si la inflación baja, el poder adquisitivo todavía está bajo, y después de muchos meses en esa situación quizá se siente más". Lo de "canasta vieja" que menciona Tornarolli se refiere a que el INDEC aún no actualizó la canasta de consumos. La canasta de consumo del INDEC, que sirve de base para el cálculo del Índice de Precios al Consumidor (IPC), se basa en la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares (ENGHo) de 2004-2005, con un índice base de 2016. El INDEC actualizó esos patrones de consumo pero todavía no los está utilizando. Sobre este punto, Rozada es concluyente. "La no actualización influye poco y en general el efecto es contrario a la creencia general. Si el INDEC hubiera actualizado la canasta del IPC con la encuesta nacional de gastos de los hogares de 2017/2018 la inflación de los últimos meses hubiera sido más baja".