

La decisión repentina de la Argentina de pedirle al Fondo Monetario Internacional (FMI) un acuerdo stand-by para sortear los vaivenes financieros causó fuerte sorpresa en los funcionarios del organismo, que avizoraban otro escenario para el país. La puesta en marcha de las reformas estructurales, el sobrecumplimiento de las metas fiscales y el crecimiento que comenzó a mostrar la economía ya el año pasado posibilitaron un cambio en la relación con el organismo y una auditoría exitosa hacia fines del 2017. Todos eran elogios. Y en los pasillos del Fondo veían al país como un candidato natural a firmar, en algún momento, un programa como el que actualmente tienen México y Colombia: un acuerdo flexible que el organismo dispone para economías ya graduadas.
Tras la sorpresa generada por los recientes anuncios, altas fuentes del FMI precisaron a El Cronista que ya desde el año pasado funcionarios del Gobierno argentino entre los que se encontraba el ministro de Finanzas, Luis Caputo, habían comenzado a conversar un posible acuerdo con el organismo pero de diferentes características al que está sobre la mesa. Esas discusiones, hasta el momento informales, continuaron durante la visita de la titular del Fondo, Christine Lagarde, a la Argentina en marzo pasado, a propósito de la cumbre de ministros del G20. El objetivo deseado por el Gobierno, y apoyado por la institución financiera internacional, era llegar a fin de año con un programa acordado que coronara el ingreso del país a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Ingresar al club de los 35 países más desarrollados del mundo fue uno de los objetivos que se fijó el presidente Mauricio Macri desde que asumió. Y contar con el apoyo del FMI a las políticas del Gobierno le pondría el broche final a esta estrategia de inserción internacional tan deseada. El programa que imaginaban los funcionarios del organismo y la Argentina implicaba un aval total de la entidad a la política macroeconómica del país al punto tal de que podría garantizar el acceso irrestricto de fondos sin condiciones ante cualquier situación de emergencia. "Era a lo que se apuntaba, como tienen México y Colombia. México tiene La Línea de Crédito Flexible (LCF) desde 2009, pero no lo usó nunca", dijeron fuentes del Fondo.
Durante su visita a la Argentina en marzo, Lagarde negó que se estuviera negociando un programa, aunque elogió fuertemente las medidas de política económica del Gobierno, respaldó el gradualismo y destacó los acuerdos de responsabilidad fiscal con las provincias. En abril, durante la Asamblea de Primavera del FMI y el Banco Mundial en Wasghinton, estas conversaciones no estuvieron sobre la mesa, aunque la titular del organismo volvió a tener un gesto de aval hacia el gobierno de Macri, al asistir a una recepción realizada en la embajada argentina, organizada por los ministros de Hacienda, Nicolás Dujovne, y de Finanzas, Luis Caputo. Según las fuentes consultadas, la intención era retomar la discusión luego del Mundial de Rusia. Pero la crisis se precipitó y lo que se encaminaba a ser un coronamiento de oro para el país terminó en un salvataje de urgencia.













