Entre los comicios locales de la provincia de Buenos Aires y las elecciones legislativas nacionales del próximo 26 de octubre había siete semanas de distancia. Ya pasaron dos y al Gobierno le quedan otras cinco para revertir un resultado electoral malo sobre el que el propio oficialismo había realizado una apuesta fuerte. Durante esta semana pareció tener algunos atisbos de reacción: nombró a un ministro del Interior y convocó a gobernadores. Sin embargo, a pesar de las denuncias de corrupción, Javier Milei decidió reforzar el poder en los mismos actores que lo trajeron a esta situación y no hay indicios sobre cambios de fondo en la mirada política o la estrategia económica. Debido a la dispersión opositora, es esperable que La Libertad Avanza sea la fuerza más votada en el recuento de votos a nivel nacional. El gobierno se jugará la posibilidad de reforzar su escudo legislativo y de engrosar sus filas en el Congreso, aunque no logrará mayorías propias. Igualmente, el resultado de la elección de medio término no parece ser un buen predictor de lo que suceda en las próximas presidenciales. La última vez que el mismo partido ganó unas legislativas y las siguientes ejecutivas fue cuando lo logró el Frente para la Victoria en 2005 y 2007. Luego, todas las fuerzas más votadas en las legislativas no lograron imponerse para presidente. En 2009, el Acuerdo Cívico y Social fue la alianza que sacó más votos, pero Cristina Kirchner triunfó en 2011. En 2013, el FpV se impuso a nivel nacional, pero dos años después Mauricio Macri sería electo presidente. En 2017, Cambiemos logró el triunfo, pero en 2019 se impondría Alberto Fernández. Y en 2021 Juntos por el Cambio ganó a nivel nacional, pero dos años después sería electo Javier Milei. Miguel de Luca, director de la carrera de Ciencia Política de la UBA, analiza en primer lugar lo que sucedió el domingo pasado. Sostiene que se trató de "unas elecciones provinciales de renovación legislativa, las que usualmente gana el oficialismo local, cualquiera sea el distrito y el partido. En este caso, además, era una de las únicas tres provincias donde Milei perdió el balotaje con Massa. Ese fue el campo de batalla elegido por el gobierno". En esa línea, agrega que no se enfocó la campaña en los problemas de la provincia, como la seguridad, sino que se apostó por el antagonismo con el kirchnerismo. De esta forma, el politólogo cree que "el gobierno elevó la importancia de esta elección hasta niveles desproporcionados y pifió el eje proselitista. Gran parte del daño es autoinfligido. Pero no hay que quitarle mérito al peronismo: logró unificar a las principales tribus tras una lista y desplegó un eficaz dispositivo de movilización electoral". De cara a octubre, De Luca cree que el gobierno tiene cuatro problemas: turbulencias económicas, escándalos por funcionarios sospechados de corrupción, merma de apoyos legislativos y eventuales aliados electorales reacios a cooperar. Según su visión, "no podrá resolver nada económicamente relevante desde ahora al 26 de octubre". Para colmo, añade que "el manejo de los escándalos mediáticos fue pésimo y no se avizora mejora. El cierre de listas para las elecciones ya pasó, no puede compensar a agraviados ampliando su coalición electoral. Y el gobierno anticipa que vetará otras iniciativas promovidas por legisladores no oficialistas. No veo alternativas en el corto plazo". Su colega Ignacio Labaqui aporta otra mirada respecto al 7 de septiembre. Observa que el peronismo "obtuvo la misma cantidad de votos que ha venido obteniendo en las últimas elecciones legislativas. En el no peronismo había una oferta fragmentada que le costó votos a LLA-PRO y evidentemente hubo deficiencias en el armado, en las candidaturas. Hubo a la vez bastante poca generosidad de parte de La Libertad Avanza, algo que probablemente explique por qué algunos dentro del PRO rechazaron el acuerdo". Sobre las consecuencias de los comicios bonaerenses, Labaqui cree que "la reacción inicial del presidente fue correcta. Admitió la derrota e indicó que habría cambios en la gestión política. No culpó a los votantes ni intentó desconocer el resultado, cosa que muchos otros políticos, tanto argentinos como del resto del mundo han hecho". Con el 26 de octubre en el horizonte, puntualiza que hay cuestiones que el gobierno no puede modificar, como las alianzas y las listas, aunque "puede moderar algunas actitudes que probablemente resulten enojosas o frustrantes para parte de quienes lo votaron en segunda vuelta. También podría revisar algunas cuestiones de la política económica que probablemente hayan ayudado a que lleguemos a la elección con la economía estancada". En ese sentido, el analista cree que el gobierno tomó nota de la elección bonaerense y que "los anuncios reflejan eso. En las próximas semanas veremos si realmente marcan un cambio o si son algo cosmético. Igualmente, no me quedaría con la imagen de Buenos Aires como una muestra de lo que es el país". Julieta Waisgold, consultora en comunicación política, analiza que el resultado de la elección bonaerense "dejó en una situación compleja al gobierno, que ya venía en un rumbo descendente ante la opinión pública desde hace unos meses". En este sentido, observa que el propio oficialismo "intentó nacionalizar la elección, pero no logró ordenar una campaña, hasta que finalmente la elección se le terminó nacionalizando en contra. Después del escándalo de los audios no logró volver a tomar el control del debate público". Respecto a las legislativas nacionales, Waisgold ve al gobierno "jugando en soledad, a la ofensiva y con un clima de rechazo creciente en la opinión pública". Igualmente, recalca que se tomó nota de la situación actual con el nombramiento de Lisandro Catalán como ministro del Interior, aunque cree que "es difícil que los gobernadores, que están ocupados en sostener sus liderazgos provinciales, se vuelquen a apoyar a un gobierno con rechazo creciente". Sobre lo que pueda pasar en las elecciones de octubre, la analista cree que allí se definirá más "en términos políticos que de aritmética legislativa", ya que el gobierno tendrá que seguir negociando en cualquier escenario. Si llega a lograr un apoyo en las urnas, "va a ser una bocanada de aire en medio de su propia crisis, pero va a tener que seguir piloteando. Si, en cambio, pierde a nivel nacional, va a tener que tomar medidas drásticas para no ver empantanada la gobernabilidad".