

La Casa Rosada continúa levantando las esquirlas el campo minado por la denuncia de presunto direccionamiento de la licitación del Gasoducto Néstor Kirchner (GNK), que precipitó el despido del ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, al tocar una fibra sensible en los resortes de poder que maneja el kirchnerismo.
Buscando despejar las sospechas de corrupción en la obra estratégica más importante de esta administración, que servirá para interconectar el gas de Vaca Muerta con los principales centros urbanos, recuperando la "soberanía energética" tan declamada, el ministro de Economía, Martín Guzmán, aplicó una maniobra para que el Poder Ejecutivo establezca un mecanismo para transparentar el proceso y avanzar lo más rápido posible, con vistas a ver la obra acabada en 2023.
Con el Presidente fuera del país, Guzmán acordó el viernes con el titular de Energía Argentina (Enarsa), Agustín Gerez, que el secretario de Energía, Darío Martínez, actúe como su representante en la comisión evaluatoria del gasoducto. Sellado ese mecanismo, Guzmán llamó a Fernández, que estaba todavía en Buenos Aires, para ponerlo al corriente.
En la Casa Rosada indicaron que a través de Martínez, de cordial relación con Guzmán, buscan retomar el diálogo e incidir en el proceso que depende de Gerez, un alfil de la vicepresidenta Cristina Kirchner.
La jugada, además de mostrar orden y acallar las críticas, también es una nueva batalla al interior del Frente de Todos por entrar en un área que desde el 10 de diciembre de 2019 ha sido inexpugnable para los funcionarios afines a Alberto Fernández.












