La posibilidad que Alberto Ángel Fernández termine su mandato dentro del período presidencial para el que fue elegido (2019-2023) es del 55%.

La afirmación puede parecer temeraria, pero encuentra su fundamento en la compleja historia de nuestro país, en el que desde el año 1854 -en el que asumió la presidencia Justo José de Urquiza, primer presidente constitucional de la Argentina- se iniciaron veintinueve períodos presidenciales constitucionales, de los cuáles solo dieciséis presidentes pudieron comenzarlos y terminarlos ellos mismos.

Me refiero concretamente a Urquiza (1854-1860), a Mitre (1862-1868), a Sarmiento (1868-1874), a Avellaneda (1874-1880), a Roca (1880-1886 y 1898-1904), a Yrigoyen (1916-1922), a Alvear (1922-1928), a Justo (1932-1938), a Perón (1946-1952), a Menem (1989-1995 y 1995-1999), a Kirchner (2003-2007) y a Cristina Fernández (2007-2011 y 2011-2015).

Debo sumar a esta lista al actual presidente Mauricio Macri, quien indudablemente terminará su mandato el próximo 10 de diciembre, con lo cual no solo se sumará al lote de primeros mandatarios que iniciaron y terminaron un período presidencial completo, sino que además será el primer presidente no peronista en lograr esa epopeya desde que Juan Domingo Perón irrumpió en la escena política del país. La notable coincidencia es que el último en lograrlo fue también otro ingeniero, aunque también militar de profesión: Agustín Pedro Justo, quien gobernó desde 1932 hasta 1938.

Alberto Fernández será, a partir del próximo 10 de diciembre, el cuadragésimo segundo presidente constitucional que tendrá la Argentina desde que en el año 1853 se sancionó la Constitución Nacional, y el vigésimo cuarto abogado, profesión que por lejos es la que más se repite entre los diferentes treinta y cuatro presidentes constitucionales que ha tenido la Argentina.

Tal vez esta ajetreada historia sea la que nos haya impedido prestar atención a uno de los espectáculos cívicos más interesantes que los sistemas republicanos de gobierno pueden mostrarnos, cual es la ceremonia de traspaso de mando de un presidente a otro. Obsérvese que, hasta el 2007, la última vez que un presidente que había desarrollado un período presidencial completo, entregó la banda presidencial y el bastón de mando a otro que luego también lo haría, fue en 1922, cuando Hipólito Yrigoyen entregó los atributos de mando a Marcelo T de Alvear. Ello volvió a ocurrir ochenta y cinco años más tarde, en 2007, con Néstor Kirchner y Cristina Fernández, ya que no es posible mencionar al año 2015, en el que el delirio narcisista de quien será la futura vicepresidente de la Nación, le impidió entregar el poder a su sucesor Mauricio Macri.

Tal como parece, la ceremonia de traspaso de poder del próximo 10 de diciembre se realizará íntegramente en el Congreso de la Nación, ya que no solo allí se prestará el juramento previsto en el Art. 93 de la Constitución Nacional, la cual dispone que ello debe realizarse ante las dos Cámaras juntas (lo que se denomina Asamblea Legislativa), sino que además será también en ese ámbito en el cual el presidente saliente colocará al entrante los atributos simbólicos de mando, cuando históricamente ello ha ocurrido en la Casa Rosada (a excepción de los años 2003, 2007 y 2011).

Pues sea como sea, lo importante es que, más allá de las ideologías, la ciudadanía advierta en esa trascendente ceremonia una manifestación cabal de la vigencia del sistema republicano de gobierno, cuya vigencia es tan necesaria en el contexto de la democracia recuperada en 1983.