

Todo indica que la economía argentina no tiene nubarrones de corto y mediano plazo. Las tasas en EE.UU. están en ciclo bajista, la soja arriba de 400 dólares, cosecha de trigo y soja con buenas perspectivas, Vaca Muerta batiendo récords de producción. El Gobierno avanza en las negociaciones por los proyectos de ley de Presupuesto 2026, reforma laboral y tributaria. El 2026 será un año de alto crecimiento y baja inflación según las proyecciones de consultoras y bancos.

En este contexto surgen algunos dilemas. El retorno de la Argentina al mercado internacional de crédito será un hito del 2026. La última vez que la Argentina emitió un título de deuda en dólares bajo legislación extranjera fue a principios del 2018 por 10 años a una tasa del 7% anual. Pasó de todo en la Argentina y en el mundo en los 8 años siguientes. Nadie se imaginaba entonces el final de la gestión de Mauricio Macri con corridas cambiarias y menos la llegada de Alberto Fernández al poder con Cristina Kirchner y la pesadilla económica nuevamente. En materia de deuda, una renegociación fallida de Martín Guzmán que nunca permitió el retorno de la confianza de inversores.

El país está match point a favor. Incluso ya debe haber propuestas de emisión de deuda de bancos norteamericanos en el escritorio de Luis Caputo en el Ministerio de Economía. Pero seguramente espera una reducción aún mayor del costo financiero para el país. El 9 de enero Argentina pagará u$s 4500 millones por intereses y amortizaciones de los papeles hoy en circulación. La lógica indica que gran parte de ese monto se reinvertirá en papeles domésticos propiciando una caída mayor del riesgo país. ¿Será?
¿El huevo o la gallina? Una emisión de deuda rápida de la Argentina sería una buena señal que impulsaría una reducción mayor del riesgo país. Un paso más hacia ser un país normal. Otra opción es esperar a que baje el riesgo país para emitir deuda. Son las dos opciones a mano. El equipo económico aparentemente se inclina por esta última alternativa y no convalidar tasas actuales, del orden del 10% anual en dólares.
Aún tras la victoria amplia obtenida el 26 de octubre, el Gobierno se mueve con prudencia. No se apura en levantar restricciones cambiarias a empresas ni quitar bandas de flotación. El BCRA tampoco se apresura en comprar reservas. De corto plazo la intención es llevar rápido a la inflación al 1% mensual o menos, que es el ritmo de suba del techo de la banda de flotación. Los cañones oficiales están centrados nuevamente en exterminar la inflación lo más rápido posible.
Por allí pasa todo.












