Hace una semana que vemos en los noticieros las protestas de los trabajadores de Tierra del Fuego que frenaron las actividades de las plantas. ¿Por qué las protestas? Porque no están de acuerdo con las medidas del gobierno de bajar aranceles e impuestos internos a diferentes productos electrónicos importados. Temen por sus puestos laborales.

Cualquiera que siga las noticias y tenga un conocimiento medio de la política, sabía que un gobierno libertario iba a eliminar o reducir muchas de las medidas proteccionistas instaladas durante los últimos veinte años. ¿Por qué? Porque el proteccionismo aísla y atrasa. Es establecer una vara baja porque te permite moverte en una zona de confort, pero como no te obliga a reinventarte, te tornas obsoleto. Tomemos, por ejemplo, el caso de Dubái que decidió transformarse en un país futurista. En la cultura de ellos, el objetivo es justamente destacarse y ven la competencia como una sana motivación que previene el estancamiento. Dubái se convirtió, en menos de 50 años, en un destino turístico y económico de gran importancia. Es justamente todo lo contrario a lo que hemos hecho en argentina durante los últimos 50 años.

En argentina parecería que navegamos en contra de la corriente. Como si quisiéramos desaparecer del mapa. Podemos meternos en temas políticos y culpar al gobierno de turno, podemos culpar a las empresas y los empresarios. Pero eso sería, como ciudadanos de un país, victimizarnos, y justamente necesitamos salir de ese modelo mental. Nuestro futuro laboral lo construimos cada uno de nosotros, la visión de hacia dónde queremos ir es solamente nuestra y necesitamos prepararnos diariamente para lograrlo. El mundo se mueve más rápido que nunca y las viejas recetas ya no funcionan.

Como personas que trabajamos en organizaciones, no podemos pensar que vamos a tener el mismo rol y que vamos a estar haciendo la misma actividad durante toda nuestra vida porque, como dije recién, el mundo cambia. Por eso, es responsabilidad de cada uno buscar y desarrollar su futuro. Nos tenemos que preparar para lo que viene, y no depender de que un gobierno de turno o una empresa nos solucione la vida. Porque eso no va a suceder. Necesitamos ser nosotros los que llevamos las soluciones.

Hace 64 años, en 1961, el icónico Presidente de Estados Unidos John F Kennedy pronunció su discurso inaugural y dijo: "No te preguntes qué puede hacer tu país por vos, preguntate qué podés hacer vos por tu país". Si lo llevamos al mundo laboral lo podemos traducir a: "En vez de esperar que la empresa te de todas las respuestas, pensá cómo podés vos aportar valor."

Como personas que trabajamos en organizaciones, nos tenemos que poder situar en tiempo y espacio y debemos tener la capacidad de hacer una lectura de la situación de la empresa en la que trabajamos y cómo puede ser nuestra continuidad en ese lugar. Hay que prepararse uno mismo para el mundo que viene, tomar la iniciativa, tener una mentalidad abierta al cambio y el aprendizaje en vez de esperar que otro nos de la respuesta. Claro, hay organizaciones que ofrecen programas de capacitación de upskilling o reskilling con el propósito de preparar a sus colaboradores para la empresa del futuro, hoy muy concentrada en la transformación digital y la aplicación de inteligencia artificial. Pero, ¿si la empresa no lo ofrece? ¿Me quedo quieto esperando, o salgo yo a tomar la iniciativa y busco capacitarme?

El mundo entero está en transformación, y la falta de certeza asusta. Es verdad. Si no sabemos hacia donde vamos, nos da miedo, nuestro cerebro se siente amenazado. Pero, si logramos anticiparnos positivamente a lo que pensamos que vendrá, nos proyectamos desde otro lugar.

El prepararnos no puede ser parar una planta o amenazar con un paro nacional. Eso no ayuda a nadie. Prepararse es hablar con las organizaciones, con tiempo, y pedir planes de desarrollo y capacitación en aquellas necesidades que tendrá la empresa a futuro.

Como seres humanos vamos a vivir cada vez más tiempo. Japón tiene más de 95.000 personas centenarias, y el resto del mundo va hacia eso también. El mundo cambia y se transforma. Si vivimos hasta los 100, seguramente trabajaremos unos 60 años. Durante ese período nada se mantendrá igual, por lo que nos vamos a tener que reinventar por lo menos cuatro veces a lo largo de nuestras trayectorias laborales.

Entiendo que es mucho más fácil psicológicamente colocar la culpa de lo que nos sucede en el otro, claro. Muchas veces vivimos situaciones que realmente son de contexto y no dependen de nosotros. Pero, lo que sí depende de nosotros es cómo respondemos a esas situaciones.

En este mundo tan cambiante tenemos que mantener una mente abierta al cambio y al aprendizaje. Necesitamos ser personas curiosas y buscar superarnos día a día. Hay que aprender a salir de nuestras zonas de confort y entrar a zonas nuevas y desafiantes. Es la única forma que vamos a lograr hacer nuevas conexiones neuronales, que son el producto de nuevos aprendizajes. Ojalá vivamos hasta los 100 años. Pero seamos jóvenes de 100, como cuando éramos chicos y explorábamos el mundo que para nosotros era novedoso. Porque de eso se trata: de no dejar de explorar, de no perder la capacidad de asombro, de seguir aprendiendo sin importar la edad ni el contexto. Se trata de entender que la verdadera seguridad no está en resistirse al cambio, sino en estar listos para enfrentarlo con herramientas nuevas. Si vamos a vivir hasta los 100, entonces vivamos con actitud de aprendices eternos. Porque no es el mundo el que tiene que adaptarse a nosotros. Somos nosotros los que tenemos que estar a la altura del mundo que viene. Y cuanto antes lo entendamos, mejor preparados vamos a estar.