

El lujo de la irrelevancia se nos terminó con la corrida cambiaria autogenerada de la semana pasada. El presidente, Mauricio Macri, podría recuperar la confianza perdida con tres decisiones inmediatas: 1) cambio de su equipo económico, con la simultánea comunicación de un plan que culmine con el “no hacer como estrategia de base, 2) ley de mercado de capitales, si es necesario, por decreto, 3) eliminación de renta financiera, si es necesario, también por decreto. La no sanción de la Ley de Mercado de Capitales impediría la inclusión de Argentina en emergentes prevista para junio de este año, aspecto íntimamente relacionado a nuestro costo de capital, de ahí la importancia de que salga esta ley y ya no hay tiempo. Con estas tres decisiones imaginen por un segundo cómo operaría el Merval, el tipo de cambio y la parte larga de bonos soberanos, todos claves, para estabilizar nuestra economía real. Más que vivirlo como un drama, el drenaje de los últimos días es una oportunidad para shockear al mercado con renovado oxígeno. La parsimonia oficial probó ser carísima en estos dos años: la realidad no se mejora subestimándola, sino enfrentándola con sinceridad, con audacia y con la asunción de costos. Bien entendida, la corrida del viernes puede ser una gran oportunidad para el Gobierno.
Crónica de una semana brutal e innecesaria: un forzado adiós a la pasividad indefinida. El mensaje del mercado ha sido muy claro: no hay tiempo ya para la pasividad eterna, se hace necesario empezar a mostrar una secuencia de corrección a futuro con cristalina claridad, cueste lo que cueste. No se puede todo el tiempo poner a la política por encima de la economía porque es esta última la que financia a la primera. Contrajimos demasiada deuda, incrementamos el stock de Lebacs sustancialmente, exacerbamos el déficit fiscal consolidado y sin embargo, no avanzamos en ningún frente macroeconómico relevante. La economía de hoy es frustradamente muy similar a la de los tiempos K y este estatus quo de elocuente mediocridad no nos ha salido gratis: demasiado costo a cambio de muy poco. Por otra parte, con las tasas largas subiendo en USA, queda claro lo vulnerables que somos a shocks externos por una sencilla razón: nos convertimos en una de las economías más apalancadas del mundo emergerte por lo que, a la hora de vender, nos venden primero a nosotros. Ojalá el presidente Macri tome nota de lo acontecido en estos últimos días, ojalá deje de subestimar los severos desequilibrios heredados, ojalá deje de relatarnos que lo peor ya pasó, ojalá se concientice de que se le está haciendo necesario asumir costos políticos hacia el inicio de una corrección que llevará décadas pero que deberá comenzar urgentemente si es que queremos evitar una crisis de estrangulamiento externo. El mercado premiaría semejante incitativa en forma elocuente. Lo que hoy tenemos no es gradualismo, sino inacción generalizada en todos los frentes. Comencemos de una vez entonces con el gradualismo, entendido como la lenta, pero implacable corrección de nuestros variados problemas y digámosle adiós a la pasividad del “no hacer de estos dos largos años. Se nos hace necesario otorgar a la economía la prioridad que nunca tuvo en esta gestión y darle al cargo de ministro de Hacienda la magnitud que merece y que lamentablemente hoy no tiene. La buena noticia es que todavía tenemos tiempo, un tiempo que se acorta, pero tiempo al fin. El “verdadero Macri si es que existe, deberá aparecer ya mismo, no hay tiempo para el 2020.
El manual de Peronia: ponemos un impuesto y terminamos pagando más caro. Para un Gobierno que vive pensando en las encuestas, me permito comentarle que la más relevante de todas yace en el mercado financiero por una sencilla razón: nadie paga lo que no cree, detrás de un precio hay un cúmulo de expectativas valorizadas y nos vienen castigando en varios frentes: bonos, acciones y tipo de cambio. Lo capcioso de todo esto es que ponemos un impuesto a las Lebacs y en vez de recaudar, terminamos pagando tasas más altas y perdiendo reservas. La sobretasa se comerá el humilde rebote que se esperaba para el 2018, se viene otra vez el conocido relato del “segundo semestre , que obviamente no llega nunca. En la crueldad de la semana pasada, el mercado exigió lo que el Gobierno no se animaba a hacer: forzó una suba de tasas que volverá a freezar nuestra pequeña economía, volviendo a foja cero pero con credibilidad arrasada. En lo inmediato, probablemente significará un dólar más tranquilo, en la medida que la tasa de 10 años en USA no explote y cuidado, porque en días salen los datos mensuales de empleo y eso puede pegarle a las tasas internacionales de interés nuevamente, además todas las monedas emergentes están bajo severa presión, estamos frente a un cierre global de carry trade. En lo mediato, no sirve y demuestra lo desprolijo que somos en el manejo de expectativas: fulminamos la independencia del BCRA y como si fuera poco, gravamos con renta financiera a quienes nos prestan, pretendiendo que no nos devuelvan el favor recargándolo en el costo de capital. En este severo contexto en que nos metimos solos, sería útil que el Presidente Macri desarme todo lo hecho desde octubre 2017, momento en el que comenzó una sostenida suba del riesgo país asociada a una permanente presión cambiaria. Toda corrección hecha desde el gobierno suele ser más suave relativa a la crueldad del mercado financiero. De esta forma, se desarmó la conferencia de prensa de diciembre, forzando al BCRA a llevar las tasas al 30.25% y no se confundan: la decisión la tomó el mercado. En esta interminable trampa del “no hacer siempre volvemos al punto de partida pero pagando enormes costos. Va quedando claro que seguir sin plan a dos años de gestión está resultando inmanejable.
Decisión 1: el drama de la semana pasada puede ser una oportunidad. El gradualismo nunca existió como concepto, el cambio se abortó desde su mismísimo inicio, la pasividad extrema como estrategia de base está muy lejos de una corrección gradual. El rumbo escogido es malo, siempre lo fue, y el mercado obligó a hacer lo que el Presidente no quiso: deshacer de un plumazo el 28 de diciembre. Sin embargo, la pérdida de credibilidad fue enorme y esto obliga al oficialismo a recuperarla si es que no quiere culminar noqueado. Podemos ignorar la economía por un rato, pero nunca todo el tiempo, siempre nos termina ajustando violentamente y esa sigue siendo la actitud de un equipo económico sin estrategia y liderazgo, que intenta corregir la realidad mediante la exacerbación de un gasto público que en vez de mejorar las cosas, las empeora. Vamos por dos años de gestión, con ningún logro económico de relevancia, con un aumento de deuda externa que ya preocupa a Wall Street y un stock de Lebacs que demostró ser potencialmente explosivo y ni siquiera, pudimos desinflacionarnos. La confianza podría reactivarse si Macri anunciase cambios en su equipo económico asociados a una nueva estrategia que defina una línea de corrección a lo largo del tiempo que hoy no tenemos, aspecto que sería premiado por los inversores, reanudando la compresión de spreads abortada en octubre 2017. Con el mayor de los respetos, tengo la sensación de que el equipo actual está sumamente desgastado como para poder volver a seducir a un mercado que desde hace meses nos mira con preocupante suspicacia; dar un paso al costado ayudaría a distender. No es un tema de impericia, de hecho son profesionales bien entrenados, pero esta gente se ha hecho cargo de una de las situaciones más críticas que ha vivido el país, sufriendo ya mucho deterioro, para una nación que es una trituradora de funcionarios públicos. Un equipo que ha perdido credibilidad encarece los costos de la política económica a futuro. Necesitamos de una vez contar con un ministro de Hacienda, un número 1 que con la libertad y autoridad necesaria pueda definir un plan coherente que todavía no tenemos. Particionar la función convirtiéndola en un proceso de decisión colegiada, ha sido un grave error del Presidente y claramente, no ha funcionado. El oficialismo debería tomar lo acontecido en la cruel semana pasada no como una tragedia sino como la oportunidad de reinventarse y continuar la línea de reducción de riesgo país iniciada en 2013 y abandonada en el último trimestre del año pasado.
Decisión 2 y 3: eliminación de renta financiera y ley de mercado de capitales. Lo hecho desde octubre pasado ha significado una secuencia costosísima de torpezas innecesarias. El mercado internacional esperaba que el Presidente introdujera reformas audaces con un renovado oxígeno electoral y sin embargo, decidió intensificar su esquema populista dándole la espalda a su electorado base y maximizando a cambio, el “rebelde caudal de votos peronistas. Bajo esta lógica, sancionamos un paquete de reformas irrelevantes, culminando con la genialidad del impuesto a la renta financiera, un artilugio que tiene un insignificante impacto en la generación de ingresos fiscales pero que ha ocasionado costos enormes entre ellos, el considerable aumento del riesgo país. Como si esto fuera poco, despedimos el año con una conferencia de prensa en donde aniquilamos la independencia del BCRA. Y como frutilla del postre, decidimos grabar con renta financiera a los residentes extranjeros, ocasionando un mega desarme de posiciones en Lebacs, corrida cambiaria y una tasa de política monetaria 300 puntos mas alta, que seguirá engrosando el déficit cuasifiscal. ¿Somos conscientes de los costos de semejante secuencia decisoria? Manejar a una nación con la improvisación de un quiosco de barrio, a la larga, nos cuesta muchísimo y la semana pasada el mercado nos dejó una profunda cicatriz. Estará en nosotros aprender de ella o seguir ninguneando la gravísima coyuntura argentina.














