Todavía no se había apagado la luz del día y el avión de la comitiva oficial recién estaba terminando de cargar combustible para el periplo libertario por Estados Unidos, pero el semblante de Javier Milei y de Luis Caputo ya no parecía tan sombrío como el de las tres jornadas previas: venían de usar US$ 1.100 para contener el dólar mayorista justo en los $1.475 del techo de la banda cambiaria y de ver cómo los papeles soberanos se desplomaban violentamente y el Riesgo País superaba los 1.400 puntos básicos. Por eso, la confirmación de una bilateral con el mismísimo Donald Trump en el marco de la Asamblea General de la ONU, los cuatro mensajes en X del secretario del Tesoro Scott Bessent con la promesa de estar "dispuesto a hacer lo necesario" y la celebración pública de Kristalina Georgieva dieron algo de respiro a un presidente y un ministro que ahora se autoarengaban en la aeronave que los iba a depositar en Nueva York. Era un alivio temporal. Una baja pasajera en la presión sobre sus espaldas. Otro conejo que salía de la galera. En la intimidad del poder oficialista todos saben que cada jornada que falte hasta las elecciones del 26 de octubre será una batalla descarnada para sobrevivir a los problemas políticos, económicos, financieros e institucionales. Si se consigue una calma temporal en la macro, especula el riñón más cercano al primer mandatario en la Casa Rosada, es posible encontrar la punta del ovillo que derive en mejoras de la micro. Ahí radica el "entusiasmo" violeta:que el empuje de Washington redunde en una fórmula que ayude a Argentina a cubrir sus pagos de deuda; se necesitan al menos US$ 4.000 millones para enero y US$ 4.500 para julio, guarismos que nuestra nación no tiene cómo alcanzar sin algún estado u organismo caritativo que le haga "piecito". Un chascarrillo tras bambalinas sobre el endorsement público de Trump. "Javier Milei es un muy buen amigo, luchador y ganador, y tiene mi completo y total respaldo para la reelección como presidente. ¡Nunca los defraudará!", se animó a redactar. Divertida, parte de la comitiva se preguntaba entre risas si Donald efectivamente sabría que las del próximo mes son legislativas y no ejecutivas. Detalles. En la hoja de ruta de un plan de rescate que tiene como antecedentes históricos el de 1995 a México y el de 2002 a Uruguay, una reunión de 20 minutos, un posteo de Truth Social enmarcado y la alusión en redes sociales al Fondo de Estabilización Cambiaria alcanzaron para anclar expectativas y moderar las turbulencias. "El verdadero éxito sería que no tengamos que usar nunca el dinero del swap que nos ofrecen. Que no nos compren bonos. Que no adquieran deuda primaria o secundaria. Y que esto signifique un respaldo concreto, pero que se quede en el terreno de lo simbólico. Si manoteamos la plata, estamos al horno", se sincera un funcionario de Hipólito Yrigoyen 250 que trabaja codo a codo con el secretario de Política Económica José Luis Daza y que revela también que la administración trumpista les pidió pulir la estrategia legislativa post 10/12 para poner freno a la sucesión de derrotas en el Congreso. Pero, aún si todo marchara de acuerdo al plan, todavía queda enfrentar las vicisitudes de la gente de a pie. Un ala de La Libertad Avanza acepta, no sin poca sensatez, que el estancamiento de la actividad a partir del primer trimestre y la caída palpable del poder adquisitivo desde el segundo vienen diluyendo los beneficios expansivos de la desaceleración inflacionaria. Ahí sí coinciden Guillermo Francos y Santiago Caputo, aún con todas las diferencias que los distancian: un IPC debajo del 2% o 12 millones de personas afuera de la línea caprichosa de la pobreza medida por ingresos no sirven de nada si la sensación reinante en buena parte de la población es que el bolsillo está vacío y que el esfuerzo de este período no vale la pena. Admiten por lo bajo que el escaso impacto del salto cambiario en los precios se explica más por la debilidad de los ingresos populares que por las bondades de las recetas del Palacio de Hacienda. Ese punto, el del reconocimiento al que no la está pasando bien, es un pedido de los líderes de la campaña en los 24 distritos de Argentina. ¿Lo materializará Milei en los días posteriores a su eficaz paso por Estados Unidos, cuando vuelva a recorrer distintos puntos de Argentina en busca de votos? Nadie está muy seguro. "Javier a veces te escucha profundamente y sentís que te va a hacer caso en todo, pero dos horas después hace lo contrario", dice un político de trato cotidiano con el presidente. Y aporta un ejemplo concreto: en la última reunión con candidatos en la Quinta de Olivos se definió que la táctica sería usar la polarización contra "los kukas" y nacionalizar el discurso para darle volumen a la marca LLA, sobre todo en territorios donde los candidatos son perfectos desconocidos. Sin embargo, en el viaje a Córdoba se despachó con crudeza contra las ideas del tres veces gobernador de la provincia Juan Schiaretti -un "tremendo mentiroso"-, que lidera las encuestas y dejó el poder con 70% de imagen positiva. No hubo referencias a los padecimientos económicos de nadie. En el comando federal de Provincias Unidas casi descorchan por lo que consideran errores inentendibles, pero no lo hicieron: saben que los 30 días (y 19 rondas cambiarias) que faltan para el domingo electoral en Argentina son una eternidad, aunque el Tío Sam esté de tu lado.